Cuenta una leyenda que cuando El Cid Campeador (Rodrigo Díaz de Vivar) murió, su ejército se tenía que enfrentar en una batalla a un ejército de árabes, quienes iban muy confiados a la refriega porque se habían enterado de su muerte.

Para contrarrestar la fuerza enemiga, su ejército lo montó entonces en la silla de su caballo, le sujetaron el cuerpo con unas tablas rígidas para que no se cayera del animal y cuando los árabes lo vieron salir del castillo cabalgando de nuevo sobre “Babieca”, del miedo que les produjo huyeron sin presentar batalla.

Es el único caso del que se sabe que alguien ganó una batalla después de muerto.

Reaparece AMLO… en video

El presidente Andrés Manuel López Obrador reapareció ayer, aunque a través de un video. Si no lo hubiéramos visto en movimiento, hasta podríamos haber manejado la fantasía de que lo habían vestido y maquillado muy bien y sostenido por atrás con algún instrumento que lo apuntalara, que le habían puesto audio a la imagen y que los suyos lo habían hecho aparecer para evitar el descalabro de la 4T; para que, como El Cid, aunque muerto continuara ganando batallas políticas.

Pero está vivo, yo no diría que vivito y coleando. Por confesión de él mismo en el video, está enfermo, es un hombre enfermo, tenemos ahora a un presidente enfermo.

Los médicos, todo médico con experiencia que haya visto la imagen de ayer puede dar un diagnóstico de qué problema de salud tiene, aparte del Covid, y cuál es su estado real. Tengo muchos amigos y amigas médicos y médicas que con solo verle la cara a alguien dicen que está enfermo y qué padece.

Como debía y tenía que ser –no podía ser de otro modo–, en el video se advierte que a AMLO sus asesores lo hicieron a que se vistiera en forma impecable y, sin duda, lo súper maquillaron (los compañeros que trabajan en los estudios de televisión lo debieron haber advertido muy bien) para que reapareciera como el hombre más sano del mundo. Pero no es cierto.

No es cierto que como dijeron muchos de sus fans goza de cabal salud; es un hombre, dentro de lo que cabe, en buen estado, pero no está sano, está enfermo. Por lo menos, por lo que confiesa en el video, padece de la presión alta, que le causa “vaguidos”, que hace que se quede dormido e incluso que sufra desmayos “transitorios”. A una persona sana no le pasa nada de eso.

Ante su ausencia se vivieron días de reposo

Lo cierto es que (¿lo notó?) su ausencia obligada de la vida pública, pero sobre todo de sus conferencias mañaneras, como que le dio un respiro al país, se vivieron horas de reposo, lo que seguramente evaluarán muchos mexicanos para determinar si es necesario o conveniente que lo releve alguien parecido o lo más parecido en su manera de actuar.

A quienes les volvió el alma al cuerpo fue a todas las rémoras políticas y gobernantes que dependen de él, que carecen de luz propia y que no existirían o no tendrían la relevancia que tienen si no fuera por su bendición, por lo que vivieron horas de ñáñaras desde el domingo cuando su amado líder se desvaneció (evitan usar este término, pero fue exactamente lo que le pasó con su “desmayo transitorio”).

Pero los obradoristas ya vivieron un adelanto de la orfandad que les espera

Pero un evento forzado les cayó como anillo al dedo a los obradoristas para vivir con 17 meses de anticipación la orfandad en la que necesariamente van a quedar a partir del 1 de octubre de 2024 cuando AMLO entregue el poder el 30 de septiembre de ese año, un día antes.

La verdad es que todo el escenario estaba listo para que más que los opositores, los inconformes les cayeran encima, un linchamiento que hubiera sido despiadado, porque han lastimado a muchos. Por ahora los salvó la campana, pero quién sabe después de septiembre del próximo año.

La enfermedad de López Obrador, o el recrudecimiento de sus enfermedades, llega en el peor momento: cuando ya va en caída libre y se le va acabando el poder, cuando pronto habrá candidato que le robará los reflectores y el interés y muchos querrán ajustar cuentas con él o con los suyos. Esto pasa cíclicamente cada seis años, sea quien sea el presidente y del partido que sea.

Por ahora, pues, las posibles viudas tendrán que regresar al clóset la vestimenta de luto riguroso, de negro necesario, y los huérfanos los pañuelos y paños de lágrimas, pero que de todos modos deberán dejar a la mano porque los van a necesitar dentro de 17 meses, porque no hay fecha que no llegue ni plazo que no se cumpla.

Habrá que esperar para ver si AMLO regresa con su mismo choro mareador, con su mismo ímpetu, o si sus médicos le recomiendan que le baje. Es obvio que ya le afecta la tensión y la presión, lo mismo por los problemas del país (la inseguridad ha empeorado) que por los descalabros que le está propinando la Suprema Corte de Justicia de la Nación y por la apretada de tuercas que le está dando el gobierno de Estados Unidos.

Algo que le debe haber dejado el contratiempo que sufrió es saber, devolverlo a la conciencia, de que es tan mortal como cualquiera, y que, en cuestiones de salud, de su salud, para nada le sirve el apoyo que presume del pueblo, ni el alto índice de popularidad del que vino gozando y que ya empezó a caer en marzo pasado.

¿Y si Adán Augusto le llenó el ojo en la emergencia?

Aunque fueron pocas horas de emergencia, de susto, creo que acabó de comprobar que Adán Augusto no titubea al frente de las mañaneras como cuando lo hizo la entonces secretaria de Gobernación Olga Sánchez Cordero, esto es, que le puede o le pudo haber llenado el ojo y hacerlo considerar que ya tiene quien está listo para relevarlo con una línea muy apegada a la suya.

Fueron cuatro días que también, seguramente, le servirán para saber quién o quiénes de los suyos, o que considera suyos, aplican aquello de que cuando no está el gato los ratones bailan, o hacen fiesta.

¿Se sintió huérfana Rocío?

Ayer comenté que la secretaria de Energía Rocío Nahle, aspirante a la gubernatura, de pronto apareció en un acto en Soledad de Doblado organizado por el delegado de Bienestar Manuel Huerta. Sugerí si vendría aprovechándose que su jefe estaba aislado, esto es, si aprovechó que no había quién la pudiera reprender por venir de escapada.

No me quise quedar con la duda e investigué aquí y allá. Todas las pesquisas coincidieron: nadie la invitó al acto. Se autoinvitó. Lo consideré un acto de desesperación de su parte, pero, ¿y si se sintió de pronto huérfana, esto es, que pensó que su padrino político podría perder poder de decisión y no tendría más en quién apoyarse o quién la apoyara, por lo que tendría que rascarse con sus propias uñas, como pudiera?

Si esto hubiera sido, ahora sí, pensó entonces que le podía pasar lo que a los hijos ricos que no les enseñan a hacer nada y medran a la sombra del padre, hasta que un día este muere y los hijos caen en desgracia por su inutilidad, por lo que tienen que sobrevivir haciendo lo que nunca antes: trabajar, de lo que sea, empezando por tener que aprender. Tal vez por eso por primera vez Rocío tomó la iniciativa y vino a convivir con el pueblo, a conocer por primera vez en forma directa a los pobres (ella vive en una mansión en Coatzacoalcos), porque sintió de cerca que se le acabarían los privilegios políticos de los que ha gozado.

Ha de encender todos los cirios posibles y rezar cuantas oraciones se sepa para que López Obrador no enferme más en lo que le resta de su sexenio. ¿Habrá pensado que a Andrés Manuel le pudo haber dado el patatús también por todos los corajes que le hace pasar porque no le entrega andando la refinería de Dos Bocas no obstante que hace nueve meses lo hizo inaugurarla? ¿Y por el sacadero de dinero a que lo tiene sometido?

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