Escribir acerca del “Quijote de la Mancha” es repetir lo dicho ya en alguna época, en el transcurso de 411 años, que tiene de haber nacido “El ingenioso hidalgo”, Don Alonso Quijada (o quizá Quesada), el caballero andante símbolo de valentía y perseverancia. Lo han escudriñado y comentado académicos de la lengua del mundo entero. Por ello es un atrevimiento y osadía digna, quizá, de ser pecado el aventurarse a escribir un comentario de esa gran obra, siendo yo solo su lector emocionado en un sexteto de ocasiones, en el curso de mi ya larga vida.

Siendo aún niño, mi padre me obsequió dos tomos de la obra de Don Miguel de Cervantes Saavedra, edición 1949, son 990 páginas, de aproximadamente 30 por 20 cm. de tamaño, contienen 222 ilustraciones oníricas de Gustave Doré (Estrasburgo 1832-París 1883), célebre artista que enriqueció las páginas de la inmortal obra de Cervantes el “Manco de Lepanto” y otras más, como “La Divina comedia” de Dante Alighieri y “Paraíso perdido” de John Milton, joyas invaluables de la literatura sempiterna universal.

Don Quijote de la Mancha se editó basándose en la versión original de 1605, con apéndice aclaratorio de errores detectados debido a las diversas re ediciones a través de más de cuatro siglos y comentarios exquisitos de las partes escritas en castellano antiguo. “Don Quijote de la Mancha”, es un libro clásico, único y embrujante.

El concepto de clásico es impreciso, pero definitorio. “Para poder explicarlo, no queda más remedio que recurrir a las definiciones de los críticos y académicos de la lengua, pero son tan subjetivas, como la pretendida descripción. Un –texto clásico- debe enriquecer el espíritu humano, ser sensato, bello, sano, contemporáneo a todas las épocas y lo importante es que nos devuelva nuestros propios pensamientos con toda riqueza y madurez.

La obra de un escritor siempre es reflejo de su vida” Estas consideraciones son de Charles Augustin Sainte-Beuve, escritor y crítico literario (Bolougne Francia 1804- París 1869) autor de “¿Qué es un clásico”, libro de análisis de este discutido concepto.

“Don Quijote de la Mancha” es, sin duda, un libro clásico, “no por lo que encuentren en él los cervantistas o eruditos del idioma español, sino por su capacidad de infundir vida; suscitar nuevos raudales de vida en cada uno de sus lectores. Libro que trate de alguna forma de vida superior, es un libro clásico” así lo dijo Pedro Salinas Serrano poeta de la generación del 27, escritor y filólogo (Madrid 1891- Boston Mass. 1951)

Los conceptos acuñados por la mente humana, suelen ser imprecisos y con aceptación o controversias definidas, sin embargo en lo concerniente a “Obra clásica”, hay puntos de convergencia respecto a que la calidez y sentimiento del autor enriquecen el espíritu de los lectores, esto es una cualidad toral del libro clásico.

Además de las innumerables aventuras divertidas del Quijote y Sancho, esta hermosa obra contiene pensamientos grabados para siempre en el espíritu de los lectores cuyo número es incalculable, a través de más de 400 años. Como olvidar esas frases convertidas en refranes sabios y certeros; “Hay algunos que no conteniéndose en los límites de su ignorancia, suelen condenar con más rigor y menos justicia los trabajos ajenos”, o aquella sentencia; “Amor y deseo son dos cosas diferentes; no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama”, o esta, “La envidia es la raíz de males infinitos y carcome las virtudes”, o bien, “A un padre con hijo feo, el amor venda sus ojos y sus faltas juzga como lindezas”.

Como puede usted ver, un libro clásico es el que se ha escrito con sentimiento verdadero de halagar a quien lo lea, transmitiendo sensaciones emotivas e impulsando aspiraciones votivas de conocimiento. Muchos clásicos, pueden dejar de serlo con el tiempo y otros permanecer en alta preferencia, aunque muchas generaciones pasen a su lado.

Para terminar esta recreación fugaz de “Don Quijote”, déjole una reflexión, que entenderá sin duda, “ Quien anda y lee mucho, conoce y sabe mucho”, porque quien se estanca en un lugar se vuelve, sin sentirlo, en ignorante falaz de supina ignorancia

Pocos placeres hay para disfrutar en un aposento tranquilo y confortable, entre sorbos aromáticos de un vino generoso, leer un libro clásico es uno de ellos, y sabemos bien que  hay muchos más de los que los eruditos clasifican.

Leer es un “placer genial, sensual”, enriquece el pensamiento y adereza el sentimiento. Le invito a que lea, o re lea, “El Quijote”, será una decisión por la que se felicitará, hoy en la primavera de sus otoños.

hsilva_mendoza@hotmail.com

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