Por David Marín Cruz

El noroeste de China se ve afectado por las secuelas de un devastador sismo de magnitud 6.2, con epicentro en la frontera entre las provincias de Gansu y Qinghai. La baja temperatura, llegando hasta -14 grados centígrados, complica las operaciones de rescate, según un rescatista entrevistado por la revista Newsweek, en donde se confirmó un saldo de 127 fallecidos, 113 en Gansu y 14 en Qinghai, mientras al menos 20 personas están desaparecidas. Los equipos de rescate emplean drones, excavadoras y topadoras para buscar a los desaparecidos, a pesar de las condiciones climáticas adversas.

Las autoridades chinas, incluyendo el Ejecutivo y el Ministerio de Gestión de Emergencias, han respondido declarando una respuesta de nivel II. Se destinaron 200 millones de yuanes (alrededor de 28 millones de dólares) para las operaciones de rescate, en las que participan también las fuerzas armadas.

El presidente chino, Xi Jinping, insta a las autoridades locales a hacer “todos los esfuerzos posibles” para tratar a los heridos, reparar la infraestructura y reubicar a los afectados. Este terremoto se considera el más mortífero desde 2014, aunque lejos de la tragedia ocurrida en 2008 en Sichuan.

 

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