Éramos veintiún estudiantes de primero de bachillerato en nuestro querido Colegio Preparatorio de Xalapa, que este 2022 cumple 179 venerables años, éramos un grupo de jovenzuelos de dieciséis años, cuya algarabía contribuía al ambiente festivo de los pasillos del antiguo edificio. Corría el año 1956, han transcurrido sesenta y seis años.

Tuvimos como maestros a mentores por vocación, entregados con devoción. Recuerdo en especial a Don Librado Basilio Juárez, mentor de muchas generaciones, hombre místico, tímido, de clara inteligencia, poeta, conocedor de italiano, latín y griego, no olvidamos sus agudas e irónicas arengas para que estudiáramos. El 5 de junio pasado se cumplieron trece años de su sensible muerte, por ello lo recuerdo hoy con una anécdota escogida al azar entre cientos de ellas que son dignas de recordar.

Aquel gran salón donde  nos daba clase veíase enorme con solo veinte alumnos, gran pizarrón y estrado de madera donde él se sentaba frente al grupo, la luz del atardecer nos daba claridad suficiente y no se encendía la luz eléctrica. Recuerdo  su imagen irradiando serenidad, con esbozo de  leve sonrisa siempre en su rostro.

Alguna vez, un alumno en clase de Ética le pregunto ¿qué es iconoclasta? Al maestro interesó el cuestionamiento, había sido seminarista y con su gran cultura mantenía convicciones religiosas. Nos explicó el significado etimológico de iconoclasta; eikón; imagen, klaein; romper y nos indicó  investigar a el concepto amplio del adjetivo.

Don Librado nos dio una cátedra amena acerca del significado de ese término misterioso, nos narró vida y obra del más célebre de los iconoclastas: Paracelso (que significa “Mejor que Celso”, aquel gran médico del siglo I d.C.) nombre adoptado por él, pues su verdadero constaba de cincuenta y un letras en seis palabras.

Tengo anotada su inolvidable disertación, fue más o menos asi: “iconoclasta es el rebelde a lo tradicional a lo poco evolucionado, es decir, a la ortodoxia, el concepto surgió  en el siglo VIII, que niega el culto a las imágenes y a las personas, objeta la autoridad, normas y modelos. Ha sido criticado por tradicionalistas religiosos, políticos, humanistas científicos, adeptos al culto de la imagen y la  personalidad”.

Durante varias clases subsecuentes platicó la siguiente historia que atesoro y he enriquecido a través de los años, escrita con mi  mano en una  vieja y amada libreta, mi habitual compañera durante el bachillerato y que guardo en lugar especial de mi equipaje vital. Desde entonces, Paracelso ha sido un personaje inolvidable, por su enorme personalidad y  el recuerdo de aquella cátedra de Don Librado.

Paracelso nació en  1493, en una Villa cerca de Zúrich, Suiza, un año después del descubrimiento de América y murió en 1541, siglo de los grandes genios. Fue un  ícono de la alquimia y medicina, se enfrentó al mundo, sin  aceptar  teorías de los “monstruos sagrados” de la medicina y echó a la hoguera  libros de luminarias como Avicena, Hipócrates y Galeno. No lo hizo como simple rebelde y necio inconforme, sino como gran reformador. La historia lo ha registrado con letras indelebles.

Paracelso se negó a aceptar al hombre como centro de la medicina, considerado entonces formado por cuatro humores internos que moldeaban salud y personalidad: sangre, flema,  bilis amarilla y bilis negra. Propuso la dualidad humana: el cuerpo físico y el cuerpo celeste.

El cuerpo físico es el organismo a la vista de todos,  se le  puede ver, tocar, oler.

El cuerpo celeste es espiritual, emparenta sentimientos con el corazón y  el sol, al cerebro con la luna, los brazos con Saturno, los pulmones con Mercurio, riñones y testículos con Venus, el hígado con Júpiter y la vesícula biliar con Marte.

En el cuerpo humano influyen, según Paracelso, la tierra, el agua, los cuatro vientos, plantas, minerales, las constelaciones del universo. El microorganismo humano paracelsiano tiene mucho de irreal, pero también de maravilloso.

Paracelso, mediante decantaciones imaginarias, cultivó el concepto de “la quintaesencia”, elemento originario en los cuerpos celestes y existente en  los seres vivientes el cual, decía, “curaba todas las enfermedades y evitaba la muerte. La quintaesencia es,  fuego invisible que acaba con las enfermedades porque da vida interior”.

¿Fue un iconoclasta romántico y espiritual que  deseaba acercar el hombre a Dios?, fue una pregunta que el maestro Basilio nos planteó, la interrogativa propició en los alumnos una profunda meditación. Con amenidad una tertulia de bohemios analizamos la obra y  biografía de Paracelso, don Librado subrayó que en  las reflexiones de este personaje no se apreciaban rastros de deshonestidad o falsedad, que son  lo más valioso del ser humano.

Paracelso, paradigma de imaginación creadora, pensador prolífico, gambusino de  secretos del universo y del cuerpo humano, pensó en curar toda enfermedad, acabar con la muerte, brindar al ser humano una vida de eterna salud y venerar la concepción del ser humano como una obra celestial, estos pensamientos justificaron su búsqueda. Todo eso abrevamos en aquella ocasión, gracias a la bondad magisterial del maestro Basilio.

Tengo ese texto escrito con tinta negra, semi desvanecido, en  papel estrujado por el tiempo, pero venerado por siempre, lo he editado hoy para mejor expresión y comprensión, pero la esencia es la que nos transmitió Don Librado en aquella  cátedra fuera del programa oficial, alejándose de lo tradicional, solo porque uno de nosotros le hizo una pregunta  incidental y cuánta riqueza nos dejó en la memoria.

Así era el maestro Don  Librado Basilio quien brilló siempre en el ámbito de nuestro amado recinto inmortal el Colegio Preparatorio de Xalapa, su recuerdo está grabado eternamente en el alma de quienes fuimos sus alumnos y nuestra amada “Prepa Juárez” también lo honra con una invaluable biblioteca que lleva su nombre.

Después de sesenta y seis años, al releer estas viejas líneas confirmo que uno de los muchos grandes recuerdos que nos dejó Don Librado es el haber sembrado en nosotros la semilla del afán por el análisis y pasión por la cultura.

¡Cuánta valía de aquellos maestros de nuestra Prepa Juárez en los años 1956-57! y el ícono perfecto de ellos es Don Librado Basilio, que hoy da clases en el multiverso.

hsilva_mendoza@hotmail.com

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