En los últimos meses, muchas personas me han platicado que su vida diaria es bastante ocupada, entre las obligaciones del hogar, las familiares, laborales, compromisos personales, citas con clientes, reuniones de trabajo; y todas coinciden, que al final de cada día terminan cansados, agobiados, fastidiados, pero sobre todo, mentalmente agotados.

Realizar actividad física, desgasta el cuerpo, pero llevar a cabo trabajos que requieren de utilizar la mente, para hacer análisis de información, elaborar documentos, proyectos, tomar decisiones, interpretar archivos basados en cálculos aritméticos, en aplicación de leyes, programas computacionales, peso y medida, tiempo, lugar, espacio; muchas de estas actividades pueden ser un poco más desgastantes para la mente.

La gran mayoría de estas personas, ejecutan esas labores a cambio de una remuneración, un pago o retribución, lo que hace que dediquen gran parte de su esfuerzo, enfoque y concentración en hacerlo bien, que en el peor de los casos, no pueden dejar de pensar en ello, aun estando fuera del lugar de trabajo, y ya ni que decir, de quienes se llevan parte del trabajo a casa para continuar ocupando el tiempo para terminar.

El punto al que quiero llegar en esta reflexión, es que muchas veces por la responsabilidad, la preocupación y la necesidad, algunas personas no dejan lugar para cuidar su mente, para cultivarla con otro tipo de información, haciéndola parecer como una máquina que solo funciona con una determinada, lo que genera que poco a poco se vaya cerrando, creando una especie de prisión, que llega a producir frustración, enojo, depresión, hasta relaciones rotas, vidas solitarias.

Y si a esto le aunamos, que al estar solos se dedican a consumir banalidades que ofrecen las redes sociales, o material nocivo para la mente que nos venden en las diferentes plataformas de entretenimiento por sistema de cable, las consecuencias pueden ser graves, inclusive fatales.

Como dice el título de ésta entrega, la mente es como un jardín que hay que cuidar, así como lo describe el autor Robin S. Sharma, en su obra El monje que vendió su Ferrari: “Si cuidas de tu mente, si la nutres y la cultivas como un fértil jardín, florecerá más allá de tus expectativas. Pero si dejas que la maleza arraigue, nunca podrás alcanzar la paz de espíritu y la armonía interna.”

En las páginas de este gran libro he aprendido, que todos debemos hacer una pausa diaria en nuestro vivir, un momento para reflexionar, meditar y relajar la mente, yo diría que hasta se consideraría, regalarnos un tiempo, tomarnos un momento para nosotros mismos, unos minutos para estar a solas, escucharnos respirar; y otra tarea muy importante que debemos fomentar como una disciplina, es la de buscar constantemente alimentar a nuestra mente de cosas, pensamientos, imágenes, que sean positivas, que nos ayuden a conseguir una vida de éxito, evitando contaminarla con materiales negativos, nocivos, que merman nuestras fuerzas, ocasionando fugas de energía.

Cuidar nuestra mente como un bello jardín, requiere de trabajo diario, en lo particular todas las mañanas dedico un tiempo para leer un libro, escuchar una conferencia, reflexionar y orar a Dios, pidiendo de su sabiduría, para vivir cada día conforme a su voluntad, pensado siempre en lo bueno y justo como lo declara mi libro favorito en el libro de Filipenses capítulo 4, versículo 8: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.”

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *