Uno de los momentos más difíciles en la vida de toda persona, es a la mitad de un proceso de cambio, de cualquier índole, personal, sentimental, físico, laboral, económico. Normalmente los cambios, los proyectos, comienzan con mucha emoción, energía, diversión, pero al pasar un poco de tiempo se vuelven complicados, difíciles, duros.

Es entonces cuando se necesita fuerza de voluntad para la mitad del camino, cuando se torna sinuoso, quebrado, con aristas. En ocasiones, las circunstancias son tan adversas que parece que en lugar de avanzar, se va retrocediendo.

Comienza a invadir la duda, el miedo, el pánico, la desconfianza, sobretodo de uno mismo, de tus capacidades, de tus talentos, de tu experiencia.

Te sientes relegado, ignorado, olvidado, sin valor, sin importancia; hoy una amiga me compartía una alegoría sobre una pintura de Picasso, la cual es sumamente valiosa, pero el hecho de que una persona sin conocimiento de su valía no la sepa apreciar, la pintura no perderá su valor.

En varias etapas de mi vida, he pasado por éstos momentos de cambios inciertos, que te pueden hacer sentir muy mal, sin saber qué es lo que está sucediendo en realidad, pero aun así, he decidido hacer una pausa, respirar, recalcular y continuar hacia adelante, con la confianza de que al final todo saldrá bien.

Cuando era estudiante de bachillerato, me detectaron unos cálculos en vesícula, los cuales me causaban fuertes dolores; entonces me llevaron al médico, quien me receto tomar medicamentos y una dieta libre de grasas.

Durante mi infancia, siempre tuve sobre peso, fui un niño y un adolescente obeso, en la preparatoria casi llegué a pesar 100 kilos, y a pesar de hacer esfuerzos por bajar de peso, no lo conseguía.

De igual manera, cuando  cursaba la preparatoria y el primer año de la universidad, tocaba la batería en una disco, acompañando cantantes y comediantes, y aunque me gustaba mucho tocar, no era precisamente el tipo de música que yo quería, porque a mí me gustaba más el rock.

Mientras terminaba la preparatoria, comencé a llevar la dieta, de manera estricta y rigurosa, con muchas restricciones, sin saber que en el lapso de 6 meses, perdería casi 20 kilos, antes de entrar a la universidad, por lo que mis compañeros no podían creer que había sido obeso anteriormente.

Cuando estaba a la mitad de la carrera, un día uno de los cálculos se movió hacia los conductos biliares y lo obstruyó, provocando que me operaran de emergencia, la gravedad de mi salud fue tal, que tuve que dejar de asistir a clases por casi un semestre completo, y por supuesto, dejé de tocar.

Después de un proceso de recuperación bastante largo, de varios meses, con una nueva dieta, regresé a mis estudios, sin considerar que volvería a trabajar en la música pronto, sin embargo, unos amigos me invitaron a formar parte de un grupo de rock.

Ensayábamos 2 o 3 días a la semana por las tardes, sin presentarnos en ningún lugar por 3 meses aproximadamente, pero todo ese tiempo me sirvió para aprenderme un buen número de canciones, que después me permitirían entrar con un grupo que tocaba en un antro 4 noches de la semana, y se había quedado sin baterista.

Ahora se habían cumplido dos anhelos, tocar la música que yo quería, y estar delgado; fue un proceso largo, difícil, donde tuve momentos de depresión, ante la impotencia de no poder salir ni siquiera de mi casa, sin comer bien y mucho menos pensar en regresar a los escenarios.

Yo te animo a no claudicar, no bajar los brazos, no te rindas; porque aunque no tenemos una bolita mágica que nos muestre el desenlace de nuestra situación, debemos confiar en que el final de la jornada será bueno.

Sobre todo debemos tener fe, seguir adelante y confiar, pues el tiempo de Dios es perfecto y lo que está destinado para ti, llegará a tu vida en el momento exacto.

Descansemos pues, en la promesa de Dios para nosotros que se encuentra en el libro de Jeremías: 29:11 “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de ustedes dice el Señor, pensamientos de paz, y no de mal, para darles el fin que esperan”.

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