Por Pedro Chavarría

Planteo en este título una pregunta que desde hace mucho tiempo nos ha ocupado de diferentes maneras y ha ocasionado corrientes y contracorrientes de pensamiento. Aún persiste en muchas personas involucradas en la educación la idea equivocada. Tradicionalmente hemos edificado la figura del maestro, o docente si se quiere modernizar el término. La imagen del maestro, o profesor, o docente ha sido fundamental en todas las sociedades, aunque no haya sido una figura formal. Se dice que un maestro es una persona que enseña a otro, para lo cual se acepta que cuenta con un bagaje cultural, que puede ser muy variable y extenso, desde transmitir habilidades manuales, como hacer tortillas, hasta reflexionar sobre el pensar.

Aún recuerdo vívidamente la imagen del profesor retratado en un libro de lectura escolar, ya de antaño para esa época: un señor vestido con levita, pulcro e impecable, sereno, con una regla o señalador en mano, frente a un grupo de niños sentados en sus pupitres. Esa imagen
ya no existe más en la realidad cotidiana. Ni predominan LOS maestros, pues las mujeres han ganado un lugar muy destacado en el magisterio, ni son necesariamente señores maduros, ni visten tan formal y elegantemente. Muchos jóvenes de ambos géneros se incorporan cada año al magisterio y luchan porque sus alumnos salgan adelante y por sobrevivir ellos mismos Ya no visten tan formales, ni sus ingresos les permiten la elegancia. Pero también vemos maestros embozados lanzando cohetones a la policía, bloqueando calles y protestando airadamente. No queremos discutir aquí sus razones. También vemos maestros convertidos en líderes sindicales, con discutible, cuando no condenable, prestigio y trayectoria, aunque seguramente hay casos honorables.

Sea como sea, la imagen del maestro ha cambiado notablemente, pero la idea de que los maestros enseñan es un pensamiento muy arraigado entre el público e inclusive entre algunos docentes y a esto me quiero referir en adelante. Enseñar es un término investido de mucho poder, yo diría que muy exagerado. Priva la idea de que los maestros deben enseñar a otros menos avezados en algún tema o área, pero esto tiene sus escollos y fácilmente se puede encallar , como veremos. Empecemos por discurrir un poco sobre lo que significa enseñar.

En último alcance enseñar significa lograr un cambio en el aprendiente. Uno hace cosas que ocasionan que el otro aprenda. Pero si bien se mira, el aprendizaje es algo que sucede en el interior del cerebro de una persona, y de otros animales inclusive. El cerebro del que aprende se modifica. Los cerebros son órganos de extraordinaria plasticidad, es decir, cambian fácilmente al incorporar datos que los sentidos les proveen, sea que los tengan íntegros o no. Mucho se ha confundido, y se sigue confundiendo, aprender con repetir. Cierto que quien repite ha aprendido algo, pero a todas luces insuficiente, aunque es lo más fácil de lograr, de evaluar y de demostrar. Repetir es algo básico, pero más allá de la infancia muy temprana, cuando aprendemos a hablar y luego repetir las temidas tablas de multiplicar, cuando queremos que el aprendiente repita mecánicamente, no hay futuro en ello; prono deberíamos olvidar la repetición como herramienta básica de aprendizaje, si bien tiene su lugar, es un engranaje pequeño y en algunos casos uy importante.

El que repite información no debe creer que ha aprendido realmente. Quizá el maestro ha expuesto el tema y luego demanda del alumno la repetición de la información. Se califica positivamente a quien plasma los datos y se le da el visto bueno para avanzar de grado, pero esto no garantiza cumplir un requisito fundamental en los aprendizajes: su aplicación. No basta enumerar una serie de cifras o fechas, es necesario hacer algo con ellos, en realidad es algo más exigente: hay que resolver problemas. Estas incógnitas representan el objetivo final: descubrir lo que no e conoce aún. Junto con repetir, un escalón más arriba se encuentra hacer. Se aprende a repetir, como el pequeño que aprende a decir “mamá”, como el un poco más adelante aprende a hacer una letra y luego una palabra. Incluso antes deberá aprender a abotonarse y abrocharse la ropa, a usar la cuchara y hasta los vasos. Aprender a hacer nunca debería terminar, hacer ladrillos, ropa, muebles, aviones, naves espaciales, computadoras y robots.

Aprender a hacer es un gran logro y en muchas ocasiones eso nos permite ganarnos la vida, pues muchos cobramos por los productos y servicios que hacemos. Este nivel de aprender a hacer no puede considerarse suficiente. Es cierto que quien aprende a hacer resuelve problemas en modo indirecto. Alguien por arriba de su nivel le indica qué y cuándo hacer, y hasta cómo. Alguien tiene que saber anticiparse y organizar equipos de trabajo, donde una tarea se divide en varios, o múltiples pasos coordinados encaminados a un fin. Esto también
debe aprenderse y es un escalón superior, pues quien está en él es capaz de comprender lo que otros hacen, aunque el mismo no pueda hacerlo. Sabe qué se necesita para resolver problemas complejos. Obviamente no basta con repetir-hacer. Que hacer es en buena medida
repetir: hacer y hacer hasta lograr la excelencia materializada e un objeto o servicio. Hacer eficientemente resulta, igual que aprender palabras, de la repetición.

En el nivel de coordinación-organización-dirección, necesitamos bastante más que repetir datos u objetos, o servicios. Ahora necesitamos resolver problemas de más alto nivel, ya que son más complejos por requerir múltiples pasos y diversos participantes. Se deben programar
metas y objetivos, considerar riesgos, tomar decisiones y evaluar resultados de acuerdo a lo programado. Problemas nuevos para los que el sujeto no había sido preparado, es decir, la repetición verbal ni manual son suficientes. Inmersa se encuentra la idea de mejora continua:
buscar nuevos problemas y acometerlos con ingenio e iniciativa propia. Desafortunadamente se pierde de vista esta perspectiva. El aprendiente debe conseguir la comprensión de nuevas circunstancias, que a lo mejor siempre han estado ahí, pero no habían sido consideradas, o quizá se habían rechazado considerándolas no viables. Pensemos en los inicios de las máquinas voladoras.

Al llegar a enfrentar nuevos problemas no contemplados en los años de estudio, en niveles previos surge un gran reto: ¿cómo abordar aquello que no había sido considerado? El sujeto ha aprendido aquello ante lo cual fue expuesto , que no enseñado. ¿Cómo aprender si no te han enseñado? Obviamente estamos frente a otro nivel. El aprendiente ya logró repetir-hacer y a organizar, ahora debe aprender a aprender. Es decir, de saber cómo aprender por sí solo, en especial sin la ayuda de maestros. Parte muy importante de la labor del docente es ayudar
al aprendiente a aprender por su cuenta. Esto es muy difícil de “enseñar”. Debemos confiar en que nuestros alumnos sean capaces de estudiar por su cuenta, bajo su propio impulso y dirección, buscando por sí mismo la información necesaria y desarrollando las nuevas habilidades que se vayan requiriendo.

Justo en este punto habría que reintroducir una idea central, que ahí ha estado, desde antes que Arquímedes corriera desnudo por las calles gritando su famoso “Eureka”. El aprender, el conocimiento, es descubrimiento. Aprende quien descubre, es decir, encuentra por sí mismo, en un rincón profundo de su cerebro algo que no sabía, sin importar si otros ya lo sabían y hasta lo habían publicado antes. Lo importante no es si son los primeros, sino que hicieron el esfuerzo y el trabajo mental y físico y llegaron por sí mismos a una solución válida. Nótese que no decimos LA solución, pues bien puede haber más de una, todas satisfactorias en mayor o menor grado. El docente debe estimular al alumno para mucho más que repetir-hacer y más que coordinar, debe estimularlo a descubrir el conocimiento. Y mejor aún, aunque más complejo: construir el conocimiento.

El conocimiento se fundamenta en datos acerca de cosa reales o imaginarias, pero normalmente se hallan sin estructura discernible y al aprendiente le toca poner un andamiaje en el cual colocar estratégicamente los datos a fin de montar explicaciones y soluciones. Los
datos son como piezas de un mecano o un lego que pueden ensamblarse de muchas maneras para dar lugar a artefactos complejos y funcionales con los que podemos solucionar problemas. Evidentemente no basta con enumerar las diferentes piezas de un mecano, ni
enunciar sus mediadas, materiales, colores y texturas. No basta con seguir las instrucciones para armar un avión. No basta con ser hábil para unir las piezas., ni coordinar equipos de trabajo para lograr el artefacto final. Se requiere inventar nuevos artefactos para los cuales
no hubo instructivo. Más adelante este modelo servirá para adiestrara otros, que a su vez deberían crear otros nuevos. Cada aprendiente deberá descubrir nuevas rutas, nuevas estrategias, nuevas habilidades e investigaciones. Aprenderá cómo aprender y crear-construir
nuevos conocimientos-artefactos-servicios.

Hasta aquí hemos contemplado habilidades prácticas encaminadas a lograr resultados. Tenemos ya varias etapas: aprender a repetir, aprender a hacer, aprender a coordinar-dirigir y aprender a aprender. Nos falta otra dimensión más humana, menos instrumentalista, sin
que por ello pierda valor la consecución de objetivos materiales. Queda aprender a ser. Ser una buena persona, un buen carpintero, o un buen abogado. No basta con la destreza verbal o manual o de ideación, pues todo eso podría volvernos fríos e indiferentes y no trabajamos
con o para máquinas o edificios, trabajamos para personas, semejantes a nosotros, que merecen más que resultados materiales o financieros, merecen y esperan apoyo y comprensión, que es lo mismo que esperamos de los demás. Más allá de u mueble, o un juicio resuelto, o una intervención quirúrgica, que todo eso es muy importante, pero le falta el respaldo, la asesoría, el consejo, el consuelo.

Para guiar el desempeño de las personas en la sociedad contamos con reglas éticas y bioéticas, tanto a nivel general como profesional, de modo que haya una convivencia armoniosa y pacífica, lo que claramente no está sucediendo en México y es justamente el resultado de que los estudiantes y las personas en general no hayan aprendido estas normas de convivencia y la consecución lícita de los satisfactores personales. Esto se ha descuidado en los hogares, que son pilares de la educación y aprendizaje. Las escuelas poco pueden hacer cuando la formación familiar es deficiente o torcida y sin que se los enseñen explícitamente, los niños van aprendiendo la mentira, el robo y la violencia. Muchas cosas se aprenden sin que sean enseñadas abiertamente. Los cerebros en formación de niños y jóvenes reciben infinidad e influencias en la vida cotidiana y ello ocasiona aprendizajes que son indeseables Así que lo importante no es enseñar, sino aprender. La familia, las escuelas y la sociedad producen aprendizajes en todas las personas, ya sea que se los quiera enseñar o no. Lo fundamental es que todos podemos aprender, aunque no nos enseñen; aprendemos cosas buenas y malas y resultan triunfantes los aprendizajes que rinden los mayores y más rápidos dividendos, de modo que llegan a dominar el engaño, el despojo y la violencia. Los delincuentes, traficantes, asesinos, feminicidas aprendieron con poca o ninguna enseñanza.

Preocupémonos pues, de favorecer mejores aprendizajes en todos nosotros, estudiantes o no. Más que maestros, docentes y facilitadores de los aprendizajes. Nos toca poner las condiciones que logren cambios cerebrales y conductuales profundos, tendientes a mejorar nuestras condiciones de vida.

Todos somos facilitadores de aprendizajes, buenos y malos. El docente que se desempeña simulando o indiferente ante sus alumnos, el padre abusivo y golpeador, el traficante y el sicario, así como los buenos docentes y padres interesado en el desarrollo de sus hijos, todos somos facilitadores de aprendizajes. El que entorpece que los alumnos aprendan los temas programados, sea por no exponerlos, exponerlos mal o no incentivar la participación y apropiación de los contenidos transmite un mensaje que es aprendido y lastra a los educandos y personas en general.

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