Los egipcios iniciaron la medición del tiempo hace 3500 años, observando los movimientos del sol por la proyección de las sombras sobre la arena, entre sus pirámides, Emmanuel Kant el filoso alemán afirmaba que el tiempo es invención humana. El ingeniero canadiense Stanford Fleminng, en 1827 diseño la medición horaria de 24 hs, basado en los 24 husos horarios que se cuentan a partir del meridiano de Greenwich.

El concepto tiempo es controvertido aún en la actualidad, cuando se piensa en cambios climáticos, de horario y su influencia en la vida del planeta, de seres vivientes y su futuro manifiesto ante fenómenos cada día mas complejos relacionados con el devenir del tiempo.

Lucio Séneca, (4 a.C.-65 a.C.), llamado “el joven”, para diferenciarlo de su padre, mentor de Nerón, creó su obra extraordinaria “Sobre la brevedad de la vida”, visión filosófica de la existencia, que inspiró a académicos del siglo de oro español, cuya duración fue mayor (1492 a 1681) e influenció el pensamiento, arte y literatura de esa época, que dió al mundo mentes privilegiadas como Pedro Calderon de la Barca y Antonio de Quevedo. Séneca dejó a posteridad un pensamiento único que dice la verdad, “La vida tiene tres tiempos, el presente breve, el futuro dudoso y el pasado solo cierto”.

El tiempo también tiene valor inconmensurable para nosotros  “los comunes” sobre la faz de la tierra porque cada momento cotidiano, común e intrascendente, adquiere el valor de recuerdo extraordinario, a través del tiempo.

 En 1958, en aquel Xalapa apacible, inmerso permanente en la niebla fresca dando calor al corazón, vivíamos un mancomunado juvenil, nos conocíamos todos, algunos más por amistad, otros por vecinaje, pero nos conocíamos. Algunos cursábamos la secundaría y otros ya en escuelas profesionales de entonces; Leyes, Contaduría y de entrañable recuerdo la Normal veracruzana.

 Los jóvenes nos veíamos en las calles, en el parque, en los dos cines  del entonces, en el estadio, nos veíamos a cada rato. Los “secundarios”, estudiantes de secundaria, convivíamos más en las tertulias vespertinas llamadas “huesos” en época de vacaciones nos visitaban los “profesionales”, estudiantes de la carrera, que se daban “su taco” eran cuatro o cinco años mayores que nosotros y se paseaban por Enríquez, “sin pisar el suelo”

Con el paso del tiempo algunos nos dispersamos, salimos de Xalapa para una ausencia que en diversos casos se prolongo por muchos años o para siempre. Afortunado fue que muchos volvimos a Xalapa,  encontramos a otros que regresaron y a los que aquí se habían quedado, reanimando la amistad silenciosa por muchos años

Las caras y actitudes habrán cambiado, pero la esencia de la persona permanecía igual, nos reconocimos y estrechamos una amistad que quizá en los años cincuenta fue solo camaradería, con otros al volver a vernos el  saludo atento y  la gran  sonrisa cordial era un intercambio hecho costumbre.

Y así en esta tercera década del siglo veintiuno, ya iniciada,  nos acostumbramos a vernos de cuando en cuando en la calle en un  restaurant o en los periódicos retratados. Volvimos a formar parte de esta comunidad en que nacimos, crecimos, nos  alejamos y volvimos.

El tiempo ese inconmensurable concepto inventado  por el ser humano, llega, pasa y se va y con él nosotros también, muchos rostros juveniles del ayer, grabados indelebles en nuestra memoria del pasado ya no están, pero continúan presentes.

 He recordado nombres y rostros, actitudes y caracteres de mis amigos y conocidos de aquella lejana época de los 50, a muchos no los he vuelto a ver se han quedado en el camino a través del tiempo, viven en otros sitios ó han muerto. Cosas de la vida, cosas de la muerte.

 Me ha consternado, que en los últimos tres  años he perdido a siete amigos  que quise, con entraña y con conviví de cerca y de lejos,  por  cinco décadas.

 No volveré a ver a quienes, aún hace poco no solo vi sino traté y salude; amigos de mi infancia, todos cercanos por haber sido Xalapeños a ultranza, amigos de aquella lejana época. Siete  “cuates”, en pocos meses se han ido. Nuestra generación se adelgaza, naturaleza de la vida, evolución del tiempo, por ello pienso cada amanecer,  a mis amigos vivos mi cariño diario, a los muertos mi cariño eterno. Ante esto solo nos queda aceptar el destino manifiesto del ser humano, nacemos para morir y hacia allá vamos.

Por ahora, disfrutemos día a día del tiempo que nos quede por vivir, que son los años que nos faltan para morir y que cada amanecer, son menos.

hsilva_mendoza@hotmail.com

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