El tiempo es un concepto ideado por el hombre, escribió Frederick Nietzsche, profundo  filósofo del siglo pasado. Si es así, resulta una concepción más con que el ser humano avala su responsabilidad en la creación de todos los eventos de su alrededor, la realidad es que el tiempo es un transcurrir implacable de sucesos, no es conceptual, no es definible, simplemente, se vive. Nada más implacable que ese ente intangible, todo lo crea, lo madura, lo acaba, lo destruye o… lo cura, eso es el tiempo.

No existe mejor remedio para paliar un dolor profundo, la decepción más grande o la exaltación jubilosa del triunfo que el transcurso del tiempo. El tiempo no se define, se siente, tampoco se palpa, se vive.

Generación tras generación vivimos su transcurrir, sin sentirlo, sin percatarnos y, un día nos damos cuenta del devenir  del tiempo, cuando nuestra existencia ha cambiado, somos adultos, quizá ya viejos, volteamos atrás y nos damos cuenta; ¡hoy, es apenas el primer día del resto de nuestra vida! Sin sentir el transcurrir de los años, van  quedando en nuestra alma solo el recuerdo de los sucesos arquitectos de  nuestra existencia.

Hoy abordaré en estas páginas eventos que mi generación, 1956-1957, atesoró en su tiempo, ahora que el 30 de noviembre cumplimos sesenta y cinco años de haber salido orgullosamente de Bachilleres de la Prepa Juárez, en aquel Xalapa sumergido siempre en la niebla, exhalando vapor con respiros y palabras, nos reuníamos, entre clase y clase diez a doce jóvenes de 16 a 17 años de edad.

Un  recordado maestro de filosofía y ética nos inquietaba con sus disertaciones acerca del concepto que Nietzsche tenía del tiempo, “el tiempo  es cíclico, todo fenómeno que hoy sucede, se repetirá eternamente”.

A los jóvenes de entonces nos alcanzaba la estela aún densa de la  post segunda Guerra Mundial y empezábamos apenas a conocer los impactantes sucesos del holocausto judío, nacían la indignación y se cultivaba la convicción  entre los jóvenes de que algo similar no volvería a suceder. Sentíamos cómo se gestaba en nosotros un sentimiento de solidaridad con las víctimas y se generaba conciencia de la necesidad de unión de afecto y respeto entre todos nuestros semejantes para conformar una sola etnia hermana, sin razas, sin diferencias de  credos, solo con la condición de ser humanos y hermanos.

 La juventud siempre será irracionalmente idealista,  ello la hace  bella, inolvidable e imperecedera en el recuerdo.

En esa época, sabíamos lo que pasaba en el mundo por los noticieros cinematográficos “Movietone” (1940-1963), narrados en español por las voces populares de Fernando Marcos y Pepe Ruiz Vélez, célebres locutores de aquel tiempo. Precedían a la película estelar, en las pantallas de los  inolvidables cines “Radio” y “Lerdo”.

En el querido México nos parecía que nada negativo amenazaba nuestra juventud  y menos el futuro, creíamos que las acciones perversas de la humanidad habían pasado.

Pero en  los albores de los años cincuenta, la economía de México empezó a sufrir severos desplomes por discernimientos erróneos de presidentes poco aptos para gobernar, pero hábiles para dejar  multimillonarias a todas sus generaciones. La desconfianza del pueblo empezó a germinar. En 1968 México se estremeció con la matanza de Tlatelolco, efectuada por granaderos y el tristemente célebre Batallón Olympia, asesinando a más de 200 estudiantes de la UNAM y del Poli. Hasta hoy se desconoce cuántos muertos, heridos y desaparecidos.

La masacre del jueves de Corpus Christy el 10 de junio de 1971, cuando “Los halcones” para militares, asesinaron a 120 jóvenes estudiantes  que marchaban en el centro histórico en apoyo a conflictos universitarios en Nuevo León. Muchos  fueron sacrificados dentro del hospital Rubén Leñero, donde se atendían de heridas previas durante el zafarrancho.

El “Error de diciembre” en 1994, cuando México en condiciones precarias porque el peso se encontraba sobrevaluado, el presidente Zedillo avisa a grandes empresarios la devaluación próxima y estos sacaron más de seis mil millones de dólares hacia bancos extranjeros, que desencadenó una debacle económica que hasta hoy lastima.

En las décadas de 1990 y 2000, el asesinato de Luis Donaldo Colosio, hasta hoy no sabemos  quién lo asesinó. La tragedia de la mina “Pasta de Conchos”, la muerte de 49 niños y más de 70 gravemente heridos en el incendio de la Guardería ABC del IMSS en Sonora. Misterios sin resolver, sin culpables evidentes, sin castigos ejemplares. La justicia en México se  ha visto débil ante los delincuentes de alto poder económico o político.

Nuestra generación de bachilleres, hoy adultos maduros, nos sentimos afortunados por haber vivido una historia fragorosa, emocionante y considerada irrepetible, sobretodo en el ámbito bélico irracional e inhumano, teniendo la conciencia de que ”lo pasado, pasado”  no volvería.  Hoy enfrentamos una realidad decepcionante, los conflictos creados por el ser humano se repiten no se solucionan, el tiempo es cíclico.

Hoy nuestra atención y agobio se concentran en la ingobernalidad progresiva en el país, por la penetración de la delincuencia en la estructura política nacional.

Los acontecimientos de Tlatlalla y Ayotzinapa, 30 de junio y 26 septiembre 2014, recientemente la muerte de inmigrantes ilegales asfixiados en un trailer y el sacrificio de dos religiosos jesuitas y un laico por personas de la delincuencia han estremecido al mundo y han puesto a nuestro país en la mira de la crítica internacional.

Nuestros gobernantes batallan para controlar la situación, unos más, otros menos y los mas recientes mucho menos, pero todos rebasados y cansados por la problemática de la inseguridad y México sufre grave crisis de credibilidad en sus gobiernos y en las instituciones. Otra vez conflictos político-sociales, otra vez asesinatos sin aclarar.

Y en el mundo el temor sobrecogedor de una tercera guerra mundial, ante la invasión incomprensible de Ucrania por la poderosa Rusia, y ya ante muertes de miles de inocentes, ciudades derruidas y aflicción mundial.

Todo esto recuerda con consternación, la filosofía de Nietzsche; Todos los acontecimientos del mundo, todas las situaciones pasadas, presentes  y futuras, se repetirán eternamente. Terrible realidad la de esta aseveración.

México revive hoy páginas obscuras del  pasado. Los seres humanos no aprendemos de nuestros errores.  Nietzsche tiene razón.

hsilva_mendoza@hotmail.com

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