La irrupción del nombre de Xóchitl Gálvez como posible candidata del Frente Amplio Por México sacó de la modorra a los analistas que daban por sentado que habría que esperar que siguiera su curso el libreto diseñado por el presidente López Obrador para la interna de Morena de la que saldría el nombre de su sucesor, dejando a la elección del 2024 como un mero trámite. 

Cuando todo parecía ya escrito, ocurrió lo inesperado: El desdén del presidente López Obrador al negarle el derecho de réplica en las conferencias mañaneras que un juez ordenó, seguido de la sobrerreacción presidencial ante su irrupción en la arena sucesoria como la única figura de la que pudo colgarse la oposición ante la pobreza de sus perfiles y personajes. 

La cuestión es que en tres semanas la senadora y exjefa delegacional de la Miguel Hidalgo en la capital del país se catapultó en las encuestas, está en el centro de la agenda política y mediática, y para los adversarios de la 4T, reúne todas las virtudes posibles, es la lideresa que este país esperaba, y es el clavo ardiente al que se aferran en sus afanes y desvelos para descarrilar el proyecto del oficialismo. 

Las burlas y críticas del presidente, las ácidas críticas de sus seguidores en redes y la evidente línea que siguen los medios, periodistas y caricaturistas a modo del régimen, tienen a los “Xóchitllovers”, como les gusta llamarse, al borde del éxtasis. Una campaña de denuestos, filtraciones de datos oficiales sobre los contratos de las empresas de la senadora, entre aparentes exabruptos del propio López Obrador la hicieron más conocida y competitiva; en niveles que ni la propia Xóchitl se hubiera imaginado: ella aspiraba a contender por la Jefatura de Gobierno de la CDMX y hoy empató a Claudia Sheinbaum en intención de voto y supera a Ebrard y al resto de aspirantes de Morena. 

Asistimos, pues, a un vuelco en el escenario político. 

El presidente López Obrador ha sido reacio a dejar de hablar de la senadora Gálvez pese a que la reforma constitucional de 2007 estableció que los servidores públicos no pueden tener expresiones que incidan en una contienda electoral, medida que se debe a la lucha del propio mandatario en sus tiempos de opositor, cuando Calderón con la complacencia de Fox le robó el triunfo. Y en sucesivos momentos, el entonces aguerrido opositor en ese año y en 2012 fue puntual en exigir a los entonces presidentes que sacaran las manos del proceso electoral. A Vicente Fox le demandaba comportarse como mandatario y no como jefe de partido. Ya cállate chachalaca fue su celebrada expresión de entonces. 

Ahora el INE determinó que el presidente López Obrador está obligado legalmente a evitar comentarios vinculados al proceso electoral 2024. 

Pero le cuesta tanto trabajo hacerlo que uno se pregunta si en realidad lo que hemos visto es una calculada estrategia política para inflar a Xóchitl Gálvez. Si en realidad el mandatario halló al rival que necesitaba para la presidencial y sacó de la jugada a una fuerte adversaria para la elección en la CDMX. Tal vez.

El objetivo sería ponerla bajo los reflectores públicos y ubicarla como una simuladora: una empresaria, de origen humilde sí, pero vinculada a poderosos intereses de la llamada “mafia del poder”, ligada a personajes impresentables como Vicente Fox y empresarios que son la Némesis del gobierno como Claudio X. González. 

Con ello el presidente buscaría una contendiente que encaje en su narrativa polarizadora: la candidata de los ricos corruptos y malos contra la candidata del pueblo pobre y bueno. 

Es posible, si nos atenemos al agudo olfato y a las marrullerías de un político del peso y experiencia de López Obrador, a quien nadie compite en esos menesteres. 

Porque no se explicaría de otra manera el que sea el propio mandatario quien esté poniendo a Xóchitl Gálvez en una estatura política que definitivamente no tiene. 

Porque podrá ser muy campechana, mal hablada e irreverente, pero poco, muy poco, se ha dicho de su verdadero potencial para gobernar, de su proyecto político, de sus visiones sobre cómo atender los grandes y graves problemas nacionales, como el combate a la inseguridad y la lucha contra el narcotráfico, la militarización del país y los múltiples rezagos en materia educativa, de salud, entre un largo etcétera. 

Ya veremos si la política revelación de las semanas que corren está a la altura de las desproporcionadas porras que le echan los acérrimos adversarios de la 4T. 

O le está ganando la víscera al presidente o todo es un plan perfectamente calculado. 

Ya pronto lo sabremos.

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