Por Dalia Pérez Castañeda

  • Museo del Templo Mayor prepara exposición conmemorativa.

En febrero de 1978 el Instituto Nacional de Antropología e Historia recibió aviso del hallazgo de un monolito encontrado por trabajadores de Luz y Fuerza en el centro histórico de la Ciudad de México, a decir de las voces expertas se trataba de una representación de Coyolxauhqui, la diosa azteca de la Luna, el segundo hallazgo más importante después del Calendario Azteca.

Desde que su rostro nuevamente fue iluminado por la luz del Sol gracias a los trabajos de excavación, Coyolxauhqui adquirió tal magnetismo que atrajo la atención del mundo de la arqueología, la curiosidad del público, artistas, estudiantes, medios de comunicación y la presencia de José López Portillo, entonces presidente de México, quien, al conocer de la importancia de la pieza, y ante la sugerencia de que en ese sitio podrían encontrarse importantes vestigios de la cultura Azteca, instruyó el inicio de las excavaciones de lo que hoy se conoce como “Templo Mayor”.

La diosa lunar ocupó durante semanas las primeras planas, de tajo dieron a conocer la imagen general del monolito que mostraba el cuerpo de Coyolxauhqui desmembrado. Paulatinamente revelaron los detalles de su rostro, un perfil de ojos almendrados, dentadura blanca y cabellera negra adornada con doce discos blancos, evocando su relación con la muerte. Su indumentaria rica en elementos, mostraba a una diosa musculosa, ataviada para la guerra con ajorcas, sandalias, brazaletes, penacho emplumado, orejeras y cascabeles. Los medios informaron sobre el significado de los elementos iconográficos del monolito, abundante en serpientes falsas coralillos, rematado con la representación de la serpiente Maquizcóatl, evidencia de la sentencia de muerte de Huitzilopoztli.

¿Pero por qué una poderosa diosa guerrera yacería desmembrada y sangrante al pie de las escalinatas del Templo Mayor? ¿Por qué su hermano, el dios colibrí, habría de poner fin a su vida? Las respuestas a estas preguntas se encontraban en el mito que describe cómo Coatlicue queda embarazada al guardar en su regazo las plumas que encontró luego de barrer el templo. Al saber del embarazo, Coyolxauhqui junto con sus cuatrocientas hermanas Cent-Zon Hutznáhuac deciden matarla. Desde el vientre Huitzilopoztli intenta defender a su madre lanzando una serpiente de fuego que decapitó a su hermana y arrojó su cuerpo que rodó por el cerro de Coatepec hasta desmembrarse.

La intensidad del mito agregó atención y curiosidad a la zona de excavaciones en el centro histórico, la diosa se integró con facilidad al imaginario colectivo de la época, la gente la llamaba cariñosamente “La Coyolxauhqui”, les resultó sencillo empatizar con la tragedia que deviene del celo materno. Su imagen fue plasmada en monedas, billetes, en la lotería nacional; ella volvió para quedarse, durante más de cuatro décadas ha sido motivo de visitas e investigaciones.

Para conmemorar este descubrimiento, el Museo del Templo Mayor prepara la exposición “Coyolxauhqui: el astro, la diosa, el hallazgo. A 45 años de su descubrimiento”, estará abierta al público de martes a domingo de 9 a 17 hrs. del 25 de febrero al 4 de junio, en la sala de exposiciones temporales del recinto; mostrará 158 objetos arqueológicos de cerámica, restos de huesos humanos, piedra y copal. La curaduría está a cargo de Eduardo Matos Moctezuma, Patricia Ledesma Bouchan y Judith Alva Sánchez, la exposición pretende llevar al visitante a las atmósferas de la noche, el frío, la oscuridad, lo femenino, los conejos y el pulque, al mundo de la diosa lunar.

 

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