Cuando fue la última que estuviste en aflicción, en angustia o dolor, al grado de no saber qué hacer o con quién acudir en busca de ayuda. O si estás pasando por un momento de suma aflicción, desesperación, como un problema de salud, económico, de trabajo, de pareja o familiar o una situación tan difícil que parece vencerte en tus fuerzas, voluntad y fe; hoy quiero decirte que no hay nada tan grande que no pueda ser vencido con la ayuda de Dios.

Hay circunstancias que para que cambien necesitan que nuestra voluntad cambie, pero hay otras que no está en nuestras manos poder resolver a favor y para ellos debemos depender de Dios por completo. Pero qué pasa cuando nuestra confianza en Dios se ve disminuida, mermada o casi nula.

Debemos mantenernos en paz en medio de la tribulación, del dolor o de los problemas; cuando un barco empieza a navegar, está rodeado de agua, y aunque la marea se agite, no le pasará nada a menos de que comience a entrarle agua, entonces el barco se puede hundir si el agua de la tormenta comienza a entrar en él, por eso nosotros no debemos dejar que la tormenta nos haga claudicar, debemos conservar la paz en medio de la tormenta y no dejar que la tormenta entre en nosotros, en nuestra mente, en nuestro corazón.

En el evangelio de Marcos en el capítulo 4 de los versículos 35 al 40, hay un relato: que Jesús y sus discípulos subieron a una barca para cruzar al otro lado del mar, y en medio de su travesía los sorprendió una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que se anegaba, era tan fuerte que los discípulos pensaron que morirían; entonces fueron a despertar a Jesús, que estaba dormido en la popa, diciéndole Señor haz algo que moriremos. Entonces Jesús, levantándose reprendió a la tormenta y las olas cesaron y el mar entró en calma.

Hay una reflexión que quiero compartir contigo sobre éste relato, es que Jesús, desde antes de que subieran a la barca, ya sabía que se encontrarían con una tormenta, Él es Dios y lo sabe todo, pero Él les dice vayamos al otro lado porque está seguro de que ninguna tormenta los desviará de su destino; cuando sus discípulos pensaron que no podrían con la situación por ellos mismos, cuando no tenían ninguna solución, fueron a Jesús, Él se levantó y calmó la tormenta. Quiero resaltar que Jesús dormía en la tormenta y que cuando se despertó, salió al frente de la barca, pero no perdió la paz a pesar de estar en medio de la tormenta, puesto que Él tiene control por sobre todas las cosas, entonces salvó a todos los que iban con Él en la barca.

En conclusión, Dios sabe que pasaremos tormentas en nuestra vida, pero antes de perder la paz por completo, debemos recordar que Él nos acompaña en todo momento y que tiene la potestad, el poder y la voluntad de calmar nuestras tormentas, de darnos paz en cualquier situación, y que si dependemos completamente de Él, estaremos a salvo.

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