La Semana Santa de 2011 transcurría con la placidez del asueto y recogimiento espiritual que esta época despierta en los católicos del mundo.  La familia en pleno disfrutaba de la tarde del viernes santo, calles soleadas, sin gente ni tráfico, en la paz del hogar un cafecito y el relajamiento natural en silencioso descanso vespertino.

 Ella, madre y esposa, súbitamente se puso de pie y le dijo a él “Siente ¿qué tengo aquí, es una “bolita” en el pecho?”. Ahí se inició  una de las duras pruebas de vida, que Dios nos pone en forma tajante para que evaluemos nuestras acciones ante nosotros y los demás.

Mujer que bordaba la quinta década de su existencia, guapa, siempre sana, cumpliendo revisiones ginecológicas periódicas con responsable puntualidad, académica universitaria, atleta y  madre de dos exitosas jovencitas universitarias.

Junto con su esposo inició una odisea que será, hasta hoy, la más difícil de sus vidas. Cinco días después se le efectuó biopsia de ese nódulo mamario, que una semana antes ignoraba su existencia, no se lo había sentido. El resultado del estudio; cáncer intraductal de mama, triple negativo, con invasión a ganglios de la axila, muy agresivo… mala noticia.

 ¿Por qué si solo un año antes no había evidencia alguna? La exploración del ginecólogo experto, ultrasonido mamario y  mastografía habían sido normales… ¡y doce meses después resulta esto! Sí, a este cáncer se le llama “tumor de intervalo”, porque aparece en el tiempo que transcurre entre una revisión periódica que no revele signos de alarma y la siguiente consulta, en el tiempo programado que se considera óptimo para no permitir sorpresas tumorales. Por desgracia, esto  puede suceder en esta enfermedad.

Después enfrentó  la incredulidad, el  rechazo al diagnóstico, negociación con Dios por tener lo menos grave y, por fin, valentía y aceptación para enfrentarse al taimado enemigo. Todo sucedió en solo  en diez y seis días.

La decisión llegó y ella,  con serena entereza, con esperanza por la vida, con profunda fe en Dios que  emana de sus ojos y comparte al mirar, aceptó la agresión tajante a su femineidad; con la mastectomía radical y disección de los ganglios de la axila. Larga operación de cinco horas, que a quienes esperábamos nos parecieron la eternidad misma.

Al día siguiente de la cirugía dijo “soy mujer, esposa, madre, no soy solo una mama, adelante, lo que venga lo venceré”. Así ha sido, su actitud frente a la adversidad, revela esa determinación, su bella y abundante cabellera negra la ha cortado a su mínima expresión, antes de que la quimioterapia se la lleve. Se prepara para los avatares del tratamiento.

Vinieron muchos días sometiéndose a penosas curaciones, destapando los gruesos tubos de drenaje, curación tras curación, esperando la cicatrización para iniciar la quimioterapia que se dibuja como una sombra a la que se le teme porque no se le conoce, pero se sabe lo que es.  Ella quiere vivir, tiene pendientes que cumplir y… lo va a hacer.

Ella, por lo que es, ha creado afectos verdaderos, las llamadas por teléfono, correos por internet y visitas espontáneas sin cita previa, llenas de afecto y solidaridad, se han multiplicado, han llenado de alegría y fortalecido su ánimo en estas horas de prueba y expectativa ante la incertidumbre. Los verdaderos afectos se han manifestado en la enfermedad, como lo hacen en la reclusión.

Quienes la conocemos de cerca sentimos su valor y determinación, sabemos  que esta prueba de vida la ha fortalecido y no solo vencerá al cáncer  sino que este enfrentamiento respetuoso con Dios y su fe, le ha dado la cálida serenidad  para escribir a sus seres amados:

“Debemos equilibrar nuestro tiempo y afectos  en la lucha por obtener  logros personales,  amor a la familia y fe en Dios, cualquier desequilibrio por inclinación especial hacia algunos de los tres afectará a los otros. Debemos luchar por sentirlos por igual en nuestro corazón y espíritu, desde hoy lucharé por ser mejor profesionista, estar más cerca de mis seres amados y ser humilde creyente de la misericordia de Dios. Esta  enfermedad ha sido mi  mayor prueba de vida hasta hoy,  y la voy a aprovechar”.

Ella no ha presentado alguna de las secuelas frecuentes de la quimio y radioterapia, rebosa salud, ha alcanzado su doctorado, su familia siente y esta consciente que la actitud positiva ante la agresiva enfermedad ha sido un factor determinante en la respuesta a la cirugía y demás incómodos tratamientos, no albergan la menor duda. Quienes hemos estado a su lado,  sabemos que ha ganado la batalla.

 Mujeres del mundo, el enemigo sorpresivo que ella enfrentó hace doce años, podría  estar dentro de ustedes ya desde hoy, o quizá de mañana. Sepan  o recuerden que existe, gánenle la batalla desde ahora, es más valioso detectarlo cuando ni siquiera se sospecha, o apenas se vislumbra, que cuando hace presencia manifiesta… por favor tomen esto en cuenta.

hsilva_mendoza@hotmail.com

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