He leído muchas reflexiones que hablan de lo efímera que es nuestra vida en éste mundo, que nuestro paso por la tierra es tan breve, que cuando volvemos la mirada atrás, nos damos cuenta que no se puede recuperar el tiempo perdido en cosas vanas, improductivas o infructuosas, y las más lamentables, aquellas peleas verbales por tonterías que no terminaron en ningún buen propósito, algo que nos dejara un aprendizaje, una reflexión, algo positivo o que enriqueciera nuestra vida en lo más mínimo.

Hay tantas cosas en las que sí vale la pena invertir nuestro tiempo, como el amar a nuestros seres queridos, pasar un rato a solas con nuestra pareja, darles tiempo de calidad a los hijos, a los padres, disfrutar de una buena velada con amigos, una reunión de primos (a mi esposa y a mí nos gustan mucho por cierto). Y otras cosas que nos dejan provecho, como un paseo por la ciudad, un viaje a otro lugar, el cine, un restaurante, un café con música en vivo, etc.

El punto es que, nadie tenemos la vida asegurada aquí en la tierra, hoy estamos mañana quien sabe, no podemos retar a Dios y afirmar que mañana despertaremos nuevamente, no tenemos una bola de cristal para ver cuánto tiempo más nos queda de vida; no quiero ser dramático, sólo quiero llevarlo a pensar en ¿Cómo está viviendo sus días? ¿A qué le dedica más atención, más energía? A las aflicciones o a ser feliz.

Yo he decido que no me voy a enfrascar más en discusiones vagas, sin sentido y sin llegar a nada, que no daré cabida al enojo, encono o resentimiento a situaciones que no valen la pena; no me voy a distraer de mis objetivos, de mis planes, proyectos, por cosas o personas que me quitan el valiosísimo tiempo, arrastrándome a sus contrariedades, a sus complicaciones, que por más que le dedique esfuerzo, no se resolverán de buena manera, y quizás nos dejen distanciados o molestos.

Rick Elías, un sobreviviente del vuelo 1549 de US Airways con destino al Aeropuerto Internacional de Charlotte, que acuatizó en el Río Hudson en Nueva York, el 15 de enero de 2009, se dedica a dar pláticas motivacionales a raíz de aquel hecho, donde comparte sus experiencias, su charla se titula: “Las 3 cosas que aprendí mientras se estrellaba mi avión”, Rick, narra que mientras estaba en el vuelo, se escuchó un ruido extraño, entonces preguntó a la azafata que sucedía, a lo que ella respondió que habían perdido un motor, segundos después pierden el otro motor, ya ni siquiera le dio tiempo de preguntar qué pasaba, cuando el piloto da el aviso: prepárense para el impacto; en ese momento pensaba que se iba a morir, y dice que pensó en 3 cosas: la primera, que todo cambia en un instante (esto es algo duro pero es verdad) pensó en todo aquello que quería hacer y no hizo, en toda la gente a la que quería decir que la amaba y no lo hizo, y dice Rick, que desde ese momento aprendió que no hay que aplazar nada en la vida, es decir, que cada minuto de la vida hay que disfrutarlo, que vivimos de espaldas a la muerte, que no queremos saber nada de ella, pero que cada minuto puede ser el último; la segunda cosa en que pensó Rick, fue en la cantidad de tiempo que perdió por culpa de su ego, en cosas que no importan con gente que sí importa, dice Rick, que desde ese momento no ha vuelto a discutir con su mujer, que entre tener la razón o ser feliz, elige ser feliz (yo igual intento, aunque a veces no me sale bien todavía, je, je); la tercera cosa en que pensó, esa la dejaremos para otro artículo; al final de sus pláticas hace una reflexión: no vas a vivir para siempre y pregunta: ¿Estas siendo la mejor persona que puedes ser?

Hay muchas personas que me han comentado, que a su edad se siente complacidos con la vida que han tenido, con lo que han logrado, pero aún más con lo que han dado de ellas, y que se sienten identificadas con el poema de Amado Nervo, el gran poeta mexicano quien escribió uno de las obras más icónicas de la literatura nacional “En paz”, transcribo: Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida, porque nunca me diste ni esperanza fallida, ni trabajos injustos, ni pena inmerecida; porque veo al final de mi rudo camino que yo fui el arquitecto de mi propio destino; que si extraje las mieles o la hiel de las cosas, fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas: cuando planté rosales, coseché siempre rosas. …Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno: ¡más tú no me dijiste que mayo fuese eterno! Hallé sin duda largas las noches de mis penas; mas no me prometiste tan sólo noches buenas; y en cambio tuve algunas santamente serenas… Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

Por último, lo invito a vivir más ligero y estar en paz, a no enfrascarse en cosas vanas, a no preocuparse de más sin que ello le robé el gozo de vivir, a procurar disfrutar los pequeños detalles de la vida, sin dejar de intentar resolver sus problemas en la medida de sus posibilidades, y sobre todo a descansar en esta reconfortante promesa de Dios para nosotros, contenida en el libro de Mateo capítulo 6, versículo 34: “Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propio afán. Basta a cada día su propio mal.”

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