Por Darío Barahona
La victoria de Donald Trump en las pasadas elecciones presidenciales estadounidenses parece abonar hacia la pacificación del conflicto en Ucrania derivado de las agresiones de la OTAN hacia Rusia, ello debido a la desesperada cruzada globalista por debilitar al Estado ruso (su cultura y sociedad cristiana ortodoxa) y con ello obtener el control de la enorme extensión territorial rusa, así como de sus recursos naturales estratégicos.
Sin embargo, se debe tener en cuenta la naturaleza de las agencias de inteligencia que conforman, junto con los grandes corporativos, el Estado profundo operador de la parte visible de lo que entendemos con Estados Unidos. Y dichas agencias de inteligencia responden a intereses globalistas antes que a los de los Estados Unidos y su población.
El Estado profundo impulsó la beligerante agenda que los demócratas, bajo la cobertura de la fracasada administración Biden, se encargaron de efectuar en la práctica: intentar una guerra híbrida indirecta contra Rusia, colapsarla, hacer tremendo negocio vendiendo armamento y con ello debilitar la influencia de China. Fracasaron rotundamente.
La ambición globalista por destruir a Rusia debido a la oposición de la nación eslava a la total integración a un modelo de sociedad única mundial en detrimento de los valores sociales propios de cada cultura, se topó con pared. Ese muro con el que han colisionado se explica en el rechazo del pueblo ruso a la putrefacción neoliberal y la cultura woke, reacción que está implicando una lección para el resto de poblaciones, quienes han presenciado el punto de no retorno que fue la histeria de la administración Biden en su afán por impulsar, casi hasta las últimas consecuencias, acciones que tuvieron como objetivo infligirle una derrota estratégica a Rusia, y fallaron contundentemente. Dicha cruzada puso a la humanidad, y en más de una ocasión, al borde de la extinción nuclear.
No por nada Trump impulsó un discurso muy diferente a lo largo de su campaña, expresando un enfoque negociador y conciliador. El reto que enfrenta es consumar en la práctica la tan prometida pacificación, más cuando se tiene en cuenta que Putin y Rusia son más fuertes ahora que en 2022, momento en el que inició la Operación Militar Especial en Ucrania. ¿Acaso Trump realmente podría “obligar” a Putin a llegar a un acuerdo en el que se repartan el nuevo orden y equilibrio en Europa? ¿Realmente Trump aspira a debilitar la alianza Rusia y China, permitiéndole a Estados Unidos enfrentar a su gran adversario económico y financiero sin la intervención de Rusia?