Veamos el mundo a través de diferentes lentes

Morgan Housel

El 17 de marzo de 2025, en México, fue día inhábil de labores, entonces me quedé en casa, intenté acomodar un poco mis libros, derivado de ese hacendoso suceso, me topé con una obra que en el 2015 me había encantado, lleva por nombre “El gran escape” de Angus Deaton, galardonado en ese mismo año como el Premio Nobel de Economía.

En su obra, Angus Deaton ofrece una reflexión profunda sobre el progreso humano y cómo las sociedades han avanzado en términos de salud, longevidad y calidad de vida, especialmente en el contexto de la desigualdad.

Deaton sostiene que, a lo largo de la historia, las mejoras en la medicina, la educación y la tecnología han permitido a las personas escapar de las condiciones de vida precarias que predominaban en tiempos pasados.

Sin embargo, a pesar de estos avances, el libro pone de manifiesto cómo las disparidades económicas y sociales continúan afectando el acceso de ciertos grupos a estos beneficios, limitando el alcance del “gran escape” para muchos.

Uno de los puntos clave de la obra es la observación de que, mientras que el progreso ha sido generalizado, su distribución ha sido profundamente desigual, y ese tema en personal implica que le ponga atención.

 En el mundo moderno, especialmente en los países más desarrollados, la vida promedio se ha incrementado significativamente debido a los avances en la medicina, la reducción de la pobreza y algunas políticas públicas acertadas.

Sin embargo, Deaton subraya que este progreso no ha sido homogéneo; dentro de las sociedades más avanzadas, los sectores de la población más pobres o marginados siguen enfrentando barreras significativas para acceder a los beneficios del bienestar generalizado.

Este fenómeno no solo se limita a la medicina, sino que también se extiende a la educación y la tecnología, actualmente a consideración personal, el acceso a habilidades blandas y a la Inteligencia Artificial (IA) es quien concentrará mayores volúmenes de riqueza.

Aplicando este análisis a la realidad actual, podemos observar cómo, a pesar de los avances en el acceso a la salud global, las brechas en los sistemas sanitarios de los países siguen siendo notorias.

Por ejemplo, la pandemia de COVID-19 evidenció cómo las naciones más ricas fueron capaces de acceder rápidamente a vacunas y tratamientos avanzados, mientras que los países en vías de desarrollo no pudieron asegurar suministros suficientes, exacerbando las desigualdades existentes. Este es un claro reflejo de la observación de Deaton sobre las disparidades dentro del progreso global.

Otro aspecto relevante, que ocupo para mis cátedras universitarias, y que en su momento emanaron del libro, es la reflexión sobre las políticas públicas. Deaton argumenta que, si bien las políticas de bienestar social han contribuido significativamente al aumento de la calidad de vida, su efectividad se ve comprometida cuando no están acompañadas de un enfoque integral (holístico) que considere las causas subyacentes de las desigualdades.

En la actualidad, muchas políticas públicas se enfocan en soluciones superficiales, como la asistencia temporal a los más necesitados, sin abordar los problemas estructurales que perpetúan la pobreza y la desigualdad.

Un ejemplo contemporáneo es el creciente fenómeno de la precariedad laboral, donde una proporción significativa de la fuerza laboral mundial se ve atrapada en empleos mal remunerados, sin acceso a beneficios adecuados ni seguridad social.

Lo anterior limita gravemente el “escape” de muchas personas de sus condiciones de vida precarias, a pesar del crecimiento económico global. La falta de acceso a un empleo digno y a servicios de calidad reduce las posibilidades de que los individuos puedan disfrutar de los avances que Deaton describe en su libro, al igual que en 2015 para mi sigue siendo de gran preocupación.

El gran escape de Angus Deaton proporciona una valiosa perspectiva sobre cómo el progreso humano ha permitido a la humanidad escapar de condiciones de vida insostenibles. Sin embargo, al aplicar sus ideas a la realidad actual, es evidente que las disparidades en el acceso a los avances del bienestar siguen siendo un desafío significativo.

No es cosa menor precisar que las políticas públicas deben ser más inclusivas y abordar las causas estructurales de la desigualdad si se quiere garantizar que más personas puedan aprovechar los beneficios del “gran escape”. En última instancia, el verdadero progreso radica en la capacidad de reducir estas brechas y asegurar que todos tengan la oportunidad de vivir una vida digna.

*Las opiniones aquí vertidas son un ejercicio académico, y lejos están de una postura laboral o institucional de quien las escribe.

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