Por Adrián Vázquez
México inició este martes una nueva etapa en su historia y con ello se marca un hito pues, por primera vez en la vida de nuestra nación, una mujer asume la titularidad del Poder Ejecutivo Federal. La culminación del sexenio de López Obrador, con más pendientes, negativos y errores que compromisos cumplidos, positivos y aciertos, marca el inicio de una Presidencia de la República encabezada por una mujer, en este caso, Claudia Sheinbaum Pardo.
El inicio de un gobierno es una oportunidad inmejorable para posicionar la agenda de la nueva administración, indicar cuál será el plan de trabajo a seguir, emitir los mensajes centrales de la visión del nuevo mandatario, en esta caso la nueva mandataria, dictar la línea sobre la cual el gobierno implementará sus políticas públicas, definir su postura ante los aspectos más acuciantes de política interna y las medidas a desplegar, su perspectiva sobre las principales problemáticas, retos y oportunidades globales, y otros tantos temas, no de menor importancia. El inicio de un gobierno debe, por lo tanto, estar acompañado de, quizá, uno de los dos discursos más importantes que se emitirán. El otro discurso podría ser el de su cierre.
En su mensaje de asunción como Presidenta de México, Claudia, como era de esperarse, comenzó con una cascada de loas, halagos y fanfarrias a quien, según ella, es el mejor Presidente en la Historia de México. Ojalá los datos, índices, cifras y estadísticas acompañaran ese calificativo de “mejor” al sustantivo “presidente”. Sin embargo, la corrupción rampante, la impunidad, la falta de crecimiento económico, las miles de muertes causadas por la violencia, el crimen y la pandemia; la inoperancia del gobierno, el populismo, la polarización social, el desmantelamiento de nuestra democracia y la destrucción de nuestras libertades, no nos permiten decir que se va a “La Chingada” el mejor Presidente en la historia moderna de México.
Mas que posicionarse como Presidenta, parecía una porrista, una militante y fanática de López Obrador. No tuvo empacho en traer a colación el juicio de desafuero promovido en 2006 contra el otrora Jefe de Gobierno capitalino, en decir que el gobierno que finalizaba había devuelto la alegría y la esperanza al país y, por supuesto, en continuar la perorata sobre el tema de la conquista española. La nueva titular del Poder Ejecutivo invitó a hacer un análisis de los datos que nos deja el gobierno que finaliza. Sin duda un análisis objetivo y con un mínimo de conocimiento nos permitirá darnos cuenta de que el saldo es negativo. Por poner un ejemplo, la Presidenta dijo que no ha habido inflación. Seguramente las amas de casa no opinan lo mismo pues todo cuesta cada día más y el dinero alcanza cada día menos.
Uno de los puntos donde Claudia hizo énfasis fue en que con su gobierno se inicia el segundo piso de la cuarta transformación. Sobre este punto, como ejercicio de responsabilidad, Claudia debería realizar un análisis profundo y una evaluación exhaustiva sobre los aspectos que en verdad funcionan, sobre las áreas de oportunidad, aquello que definitivamente no sirve y sobre cosas nuevas que se pueden, y deben, implementar a fin de cumplir con sus promesas. De otra manera, el segundo piso de la transformación sólo va a significar más corrupción, más nepotismo, más ineficiencia gubernamental, más persecución y acoso a la libertad de expresión, más afrentas contra los opositores, más demagogia y más destrucción de nuestra arquitectura institucional.
Como disco rayado, Claudia repitió varias de las frases acuñadas por López Obrador, frases en chocan con la realidad y no se ajusta a las acciones que realizó el gobierno. Una de las frases “no puede haber gobierno rico con pueblo pobre” sin duda se estrella contra los casos documentados de enriquecimiento de funcionarios, gente ligada al gobierno y los mismos hijos y familiares más próximos al presidente. Otra de las frases, “primero los pobres”, sin duda no se corresponde con una realidad donde, si bien el número de personas en pobreza extrema disminuyó, cierto es que la canasta básica sigue subiendo y no hay mejoras sustanciales en la calidad de vida de los mexicanos.
Otro de los puntos que Claudia señaló en su discurso, fue que las estructuras de gobierno no se pueden utilizar para beneficio personal de ningún funcionario. Parece que no se da cuenta, o es omisa, al no reconocer y aceptar que durante el gobierno que termina, todo el aparato estatal, los recursos públicos y, hasta las fuerzas armadas, se emplearon y participaron activamente en la promoción de la imagen del presidente saliente y de su partido político. También mencionó que la política se hace con amor y no con odio. Tal parece que no ve, o no quiere ver, que el sexenio que termina incubó una nociva polarización en el país y, desde el púlpito presidencial, se destilaba rencor, encono, confrontación y disputa como no se veía desde el siglo XIX en México.
Y como esas, muchas de las partes del discurso inaugural de la presidenta fueron copias a la letra de los lemas, frases y slogan de López Obrador. Se mencionó que se daría continuidad al supuesto humanismo mexicano y a la doctrina económica del gobierno que concluye. No hubo, como tal, un desmarque, un asomo de independencia y una expresión de autonomía. Se prometió la continuidad de los programas sociales y se anunció la llegada de otros más, se ensalzó la recién aprobada reforma al Poder Judicial y, como siempre, se jugó con la idea populista de que el pueblo es el que manda. No se percibe nada nuevo, nada propio, nada de Claudia.
Los grandes ausentes en el mensaje de Sheinbaum fueron la innovación, la ciencia y la tecnología, lo cual es raro en una mujer que se define a sí misma como científica, también falto la juventud, la educación, el empleo y la protección real del medio ambiente, que no estuvieron presentes más que en frases periféricas sin sustancia. No se mencionó la transición a energías renovables, no se hizo comentario alguno sobre el papel de México en la comunidad internacional, la automatización, la inteligencia artificial y los conflictos mundiales. Sobre el crimen organizado y su combate no hubo mayor mención, salvo un comentario en el que se evocó a Felipe Calderón, diciendo que su guerra contra el narco aún daña a nuestra nación.
Y así, Claudia perdió la oportunidad de iniciar su gobierno con un mensaje convincente, claro y contundente, uno que diera esperanza a sus seguidores y un poco de luz a sus escépticos. Un discurso que no solo alimentará el ego y el autoengaño de sus huestes. Perdió la oportunidad de dar un sello propio a su retórica y dejar una impronta personal de lo que será su administración. En su lugar, solo nos deja ver que, por lo menos en materia de comunicación, este gobierno será una extensión del anterior, no por nada seguirá realizando mañaneras todos los días.
Para terminar el discurso, Claudia evocó el hecho de que su llegada a la presidencia es histórica, pues representa la llegada no de una mujer, sino de todas las que, a lo largo de la historia y en el presente, luchan a su lado por la igualdad, la inclusión, la erradicación de la violencia y la discriminación de la mujer. Sin embargo, entre el discurso y los hechos, hay una gran brecha. En su mensaje, por ejemplo, no mencionó a las madres buscadoras, ¿Será que ellas no llegan a la presidencia? No mencionó a las niñas, no mencionó a las desaparecidas, a las amas de casa, a las profesionistas y a las migrantes que atraviesas por nuestro país. ¿Ellas tampoco llegan a la presidencia?
El primer error de Claudia es no aprovechar su primo discurso para inaugurar un gobierno diferente, diferente incluso al de López Obrador. No obstante, como todos, merece el beneficio de la duda. Por el bien de todos, y por el bien del país, esperemos que sepa gobernar con firmeza, con prudencia, con inteligencia y liderazgo, esperemos que sepa escuchar, dejarse guiar, debatir y ceder cuando no tenga la razón, esperemos que sea la presidenta que México necesita, no la que López Obrador quiere. Esperemos que marque un hito en la historia, no solo como la primer mujer en dirigir los destinos de nuestra nación, sino como la mujer que como presidenta, con “A” como ella pidió, supo transformar a México y llevarlo a buen destino.