Icono es un símbolo relacionado a semejanza con el objeto que representa (Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, Ed. Larousse, 2007).
Los Berros, nuestro añejo y entrañable parque xalapeño, es la imagen objetiva de lo que ha sido y es esta ciudad de las flores, es un ícono de Xalapa.
En tiempos de la Colonia había en el sur del pequeño conglomerado xalapeño, una extensa área de tupido verdor, en ella se encontraban varios manantiales poblados por una planta herbácea perenne perteneciente a la familia crucífera, de tallos rastreros y flotantes conocida como “Berros” (Nasturtium Officinalis), apreciada por su agradable sabor y efectivo remedio, para enfermedades respiratorias.
A través de los años, a este sitio se le ha conocido coloquialmente como “Los Berros”, ha sido sitio de recreo para las familias, escenario de carreras de caballos, eventos escolares, sociales y militares.
En ese lugar se recibió a Maximiliano de Habsburgo a su paso por Xalapa, procedente de Huatusco, en mayo de 1865. El flamante emperador había intentado convencer a Don Carl Christian Sartorius, de que aceptara ser el Ministro de Cultura del Imperio. Sartorius era un alemán liberal, teólogo y escritor, exiliado en México y dueño de la hacienda El Mirador en Huatusco, donde se impulsó el cultivo del maíz. El Sr. Sartorius rechazó la propuesta y trató con displicente cortesía al emperador, quien partió hacia México, pasando a Xalapa en una visita de descanso.
El tiempo ha pasado y el parque de Los Berros, se ha transformado. “Durante el gobierno del General Juan de la Luz Enríquez Lara de 1884 a 1892, se regularizó la superficie del terreno y a principios del siglo veinte, se dotó de juegos infantiles. Actualmente alberga varias estatuas de poetas veracruzanos como, Salvador Díaz Mirón, Rafael Delgado, Josefa Murillo y María Enriqueta, lleva el nombre del prócer Miguel Hidalgo y Costilla y su efigie adorna una de las entradas principales en el norte del parque, para los xalapeños es simplemente Los Berros”. (Xalapa y sus alrededores. 2º. Congreso Nacional Ingeniería, Innovación y Tecnología. UV. 2010).
Independiente de estos aspectos históricos de nuestro querido parque, es grato recordar que entre sus veredas bordeadas de centenarios árboles, en las bancas hoy remozadas, ante el quiosco y junto sus macetones floridos, se siente el espíritu de cientos de seres humanos que han paseado por sus baldosas a través de muchos años. Cuántos romances nacieron bajo el follaje perfumado, muchos efímeros y otros perdurables, de manera que aquellos jovenzuelos de romances furtivos, hoy son abuelos y hasta bisabuelos.
Allá por 1956, por las tardes las parejas de novios preparatorianos paseaban tomados de la mano, tranquilos, retozando su amor con la tranquilidad que les daba, lo “alejado” que estaba el parque de sus hogares y la seguridad provincial imperante en la ciudad, delineada por la honestidad y bonhomía de sus habitantes.
De abril a julio aquella bella Alameda dejaba penetrar los rayos macilentos del sol matutino entre la enramada siempre húmeda por el rocío. Al atardecer, el sol era rechazado por la niebla cotidiana que se colaba entre el follaje. El resto de los ocho meses del año ver el sol llegar entre los árboles era simplemente excepcional.
En las tibias tardes de verano y gélidas de otoño e invierno, los enamorados podían contar las manchas de la luna cuyos tenues rayos se abría paso entre las densas nubes, mientras los envolvía el aroma de miríadas de flores que tapizaban los prados, hoy tan añorados. Los Berros, paseo xalapeño con historia y tradición, hoy es un remanso de recuerdos de una época muy distinta a la que hoy vivimos
Los Berros, ícono de una estirpe, la xalapeña de abolengo, integrada por quienes nacimos aquí y nuestra infancia y juventud transcurrió es sitios inolvidables, convertidos en símbolos de aquella bella ciudad a la que conocimos un grupo afortunado de sobrevivientes, que hoy somos pocos.
Aquella época de apogeo de los grandes cantantes mexicanos como: Pedro Vargas, Hugo Avendaño y los excepcionales “Los Panchos”, “Los Tres Diamantes, “Los tres Ases” y “Los tres caballeros”, cuyas canciones las desentonaríamos frente a la ventana de nuestra doncella preferida, acompañados por un improvisado trío de cuates que “mal rascaban” la guitarra, dispuestos a correr con nosotros cuando el padre de la damisela gritaba estentóreamente “lárguense a hacer bulla a otro lado, bola de…”
Cuán emocionante resultaban aquellos “gallos” con epilogo de corretiza, que hoy son recuerdos que nos hacen sonreír y añorar nuestra remota juventud.
Los domingos era un placer pasear por las veredas de Los Berros, en los meses de aquellos veranos xalapeños tan lejanos como inolvidables, disfrutando de un siempre húmedo silencio, rasgado por el canto de los grillos o estridulación de las cigarras anunciando la inminencia de un romance.
Los Berros, parque histórico, lleno de recuerdos imborrables para los seres humanos de estirpe xalapeña que disfrutamos del aquel Xalapa, que no volverá.
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