Por Alan Sayago Ramírez

México ha vuelto a dar un giro inesperado en su historia democrática con la reciente reforma que limita la posibilidad de impugnar cambios en la Constitución. Inspirados por la letra de “Gimme tha power” de Molotov, este himno de resistencia y denuncia de la corrupción y los abusos de poder, encontramos que las líneas de la canción resuenan más fuerte que nunca. La nueva reforma parece diseñada para poner un blindaje definitivo entre el pueblo y el poder, despojándonos del derecho a cuestionar las decisiones del Congreso y dejándonos en una posición que, sin duda, los miembros de Molotov supieron captar con precisión.

“La reforma te está extorsionando (versión del poder), pero ellos viven de lo que tú estás pagando”, podría ser el nuevo lema de esta reforma, que impide al ciudadano inconforme utilizar recursos judiciales para defenderse de reformas constitucionales abusivas. Nos invitan a confiar en las instituciones, a “honrar la Constitución,” pero al mismo tiempo cierran la posibilidad de impugnarla. Se nos permite sostener el sistema con nuestros impuestos y lealtad, pero, cuando se trata de defender nuestros derechos frente a cambios impuestos desde arriba, el poder nos da la espalda. Al prohibir el amparo y las controversias constitucionales contra las reformas, el mensaje es claro: “tú sigue pagando, que nosotros seguiremos decidiendo”.

Como bien clama Molotov: “Hay que arrancar el problema de raíz (ajá), pero blindan al gobierno de nuestro país.” Esta reforma, lejos de resolver las carencias y los abusos, concentra el poder y fortalece una burocracia que, cada vez más, actúa sin rendir cuentas. En lugar de acercar el gobierno a sus ciudadanos, nos dejan fuera del debate más fundamental: el de nuestra propia Constitución. Es la misma Constitución la que debería reflejar los intereses de todos, pero con esta reforma, es evidente que se ha convertido en un instrumento al servicio de unos cuantos. Mientras las reformas se ejecutan al gusto de la clase política, el pueblo recibe las “migajas” del sistema, sin derecho a defenderse.

No es de extrañar que, cuando el poder se blinda y actúa para sí mismo, la desconfianza crezca. Molotov lo expresa así: “Yo por eso me quejo y me quejo, porque aquí es donde vivo y yo ya no soy un pendej@”. México necesita un sistema que permita a los ciudadanos ser parte de las decisiones más importantes, no uno que deje al pueblo desarmado frente a los caprichos de los legisladores. Lo que esta reforma realmente demuestra es que hay quienes prefieren construir murallas en torno a sus decisiones en lugar de abrir el debate a quienes representan. Los que están “en los puestos del gobierno” pueden asegurar su poder, mientras al resto solo nos queda resignarnos.

Las cifras y los ejemplos de otros países hablan por sí mismos. En Venezuela y Hungría, al eliminarse las posibilidades de cuestionar reformas constitucionales, el poder se consolidó de manera peligrosa, llevando a la concentración de poder y erosionando la democracia. En México, se nos pide que confiemos ciegamente, pero sin derecho a revisar, preguntar o limitar esos cambios. Esta falta de transparencia es una señal de alarma. Molotov ya lo decía: “Si le das más poder al poder, más duro te van a venir a c@ger”. Cuando el poder es intocable, inevitablemente, este se vuelve abusivo. Los países que hoy sufren los efectos de una concentración de poder arbitraria comenzaron con reformas como esta.

El ideal de democracia que México ha construido, paso a paso, está en peligro con decisiones que eliminan la participación del ciudadano. Como dice Molotov, mientras los de arriba siguen decidiendo, “hay personas que se están enriqueciendo”. En lugar de poner el poder de revisión en manos del pueblo, se ha construido un “poder intocable” que deja a los ciudadanos sin defensa, sin la posibilidad de cuestionar y, en consecuencia, sin poder real. ¿Acaso queremos un país donde la Constitución se convierta en un simple documento que refleja la voluntad de quienes ostentan el poder, sin importar las necesidades de la población?

Gente viviendo en la pobreza, y como dicen las letras, “nadie hace nada porque a nadie le interesa”. La desconexión de los líderes de sus ciudadanos crece cada vez que se les cierran las puertas para defenderse. Como bien se afirma en “Gimme tha power”, “es la gente de arriba quien te frena,” y esta reforma no hace más que reafirmar esa afirmación. Con esta medida, el Congreso y el Ejecutivo no solo aseguran su poder, sino que también limitan la posibilidad de ser desafiados o de que se les pida cuentas. La desigualdad que persiste en México no puede mejorar cuando el poder se convierte en una barrera que nos impide cuestionar.

Molotov vuelve a tener razón en advertirnos que “si le das más poder al poder, más duro te van a venir a c@ger”. México se enfrenta a una realidad donde el poder se concentra, pero los ciudadanos quedan indefensos. La historia ha demostrado que el poder absoluto lleva al abuso, y México está en un punto en el que debe decidir si quiere seguir el camino de las democracias consolidadas, donde los ciudadanos tienen derechos plenos, o el de aquellos países donde la Constitución es modificada al antojo de una élite política.

La demanda de Molotov en “Gimme tha power” cobra vida en un México que, en lugar de recibir ese “power,” ve cómo se le arrebata. Más que nunca, es momento de recordar que “si le das más poder al poder,” el pueblo se queda sin voz.

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