“No tengo los años que he vivido, tengo los que me quedan por vivir”

Galileo Galilei

El hábito de escribir anotando cuidadosamente los hechos relevantes de  nuestras vidas y guardar las cuartillas para leerlas  muchos meses o años después, regocijan nuestro espíritu.  La remembranza de anécdotas olvidadas, al revivirlas en esos vetustos textos, se gozan una y otra vez… sintiendo que apenas sucedieron ayer.

Costumbre confortante es escribir un anecdotario diario en el curso de nuestra vida, imagine disponer de cientos de cuartillas, guardando parte de la historia de nuestra vida personal y experiencias compartidas con muchas personas en el devenir de los años, pero también se encontrará ahí, algo de historia de la ciudad en que vivimos.

Un día cualquiera, caluroso y sin brisa o frío y brumoso, podremos hojear nuestro Diario. Cien anécdotas volverán a nuestra mente, las disfrutaremos como si hubiésemos regresado en el tiempo, volveremos a “vivir” hechos sucedidos hace cuarenta o veinte años, las imágenes volverán con nitidez, mientras leemos nuestras memorias. Nostalgia y remembranza serán producto de esta regresión al pasado, que creíamos olvidado, leeremos lo escrito con nuestra mano,  dictado por el corazón.

Este texto fue reencontrado en ese diario; “Hoy llegué a México para abrazar a mi madre en su día, estuve  con ella y con  mi padre, quien aunque los años pasen, sigue conservando el coraje y prestancia de siempre…” . Mis padres tenían entonces poco más de sesenta años, sin embargo, ya usé la frase “aunque los años pasen”. Hoy muchos años han pasado y a mis padre hace mucho se los llevó  el tiempo, pero esas líneas reanimaron sus imágenes y me devolvieron la sonrisa.

En otra fecha, postrimerías de los años ochenta, se lee; “ayer pasé por Xalapa, la ciudad de mi infancia, a las seis de la tarde, tenue niebla cubría las calles, a mitad de junio, mi bella ciudad ha cambiado poco, lo que me alegra pues no la concibo sin calles tortuosas, tranquilas frescas por chipi-chipi y húmedo aire de sus tardes, su aspecto pueblerino de cuando deje esta ciudad en 1958 lo ha perdido lentamente, sin embargo, las callecitas xalapeñas siguen siendo bellos vericuetos, sin destino manifiesto, brumosas y solitarias a las nueve de la noche, cuando los xalapeños disfrutan el calor de hogar”.

Transcurridos más de cuarenta años de haber escrito esas líneas, hoy vemos a nuestra ciudad diferente a la imagen de provincia xalapeña descrita en aquellas frases, aquel Xalapa se quedó perdido en el tiempo.

La lectura de los apuntes de aquellos días lejanos dejará una sensación de nostalgia al “volar” en cuerpo y alma hasta aquella época, sólo por unos minutos, para volver a ver a nuestros padres, aun rebosantes de vida y alegría de vivir. Milagro alejado de la razón,  pero el Diario escrito nos lo hace posible, pues la letra narrativa de aquellos instantes, es la nuestra, con los trazos originales, con la misma  tinta y en el papel donde se plasmaron hace tantos años.

Varias décadas después, nuestros padres ya no viven ni Xalapa es la misma, la ciudad tiene otra fisonomía, la sutil llovizna, sus tardes frías que inducían a meditar y nos vieron nacer, hoy nos envuelven solo en forma fugaz ocasional.

Escribir un Diario personal es motivo de congratulación, porque el sumergirse entre sus páginas se reaniman experiencias del pasado conservadas en sus líneas y podemos disfrutarlas como si sucediesen otra vez.

Usted podría leer dentro de muchos años las vivencias de hoy, escríbalas en algún momento de recogimiento, a solas y disfrutando al deslizar su puño y letra sobre el papel, su confidente en la soledad.

Intente llevar un diario, anote los sucesos de su vida diaria, por sencillos que le parezcan, el transcurso del tiempo les imprimirá un valor muy grande, hoy  inédito para usted, pero dentro de cinco, diez o veinte años, al leer esas páginas le arrancarán una sonrisa o quizá lágrimas fertilizantes de los años que aún le queden por cumplir, pues al final de cuentas esos son los años de vida que le quedan por vivir.

Un diario de vida es un espejo de nuestras experiencias pasadas y al revivirlas hoy cuando han pasado los años, suele ser un estímulo enriquecedor para corregir errores cometidos que hasta hoy habíamos ignorado.

Verá cuan rica experiencia es, dentro de algún tiempo al abrir sus páginas evocará vivencias de ayer y hoy, las disfrutará intensamente en el futuro. Hágalo, se acordará de mí, lo que me dará honroso gusto.

hsilva_mendoza@hotmail.com

 

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