Por Adrián Vázquez
¿Será que los mexicanos somos muy osados y, como dijera José Alfredo, aquí “la vida no vale nada” que nos jugamos el futuro del país en una tómbola? o ¿será que estamos ante un gobierno populista, demagógico, destructor de instituciones y generador de falsas ilusiones que está orquestando la destrucción completa de nuestros sistema de pesos y contrapesos, que va instalando una dictadura sin límites que derriba la división de poderes, desaparece órganos autónomos y acapara el poder de forma absoluta en torno a la imagen del líder, o lideresa absoluta y autócrata?
¿Será que todos los señalamientos y críticas, tanto internas como externas, de distintos actores, sectores y voces, desde Argentina hasta Canadá, desde la Suprema Corte hasta la Unión Europea, son un concierto de detractores del gobierno sabio que tenemos y quieren ver caer a México? o ¿será que el mundo ve con preocupación que nuestro país está dando pasos hacia atrás, perfilándose hacia la dictadura, confiando la impartición de justicia a personajes sin capacidad, conocimiento y experiencia que se volverán los jueces de parodia y utilería al servicio del poder y en contra de todos los que piensen diferente y no se alineen al régimen?
¿Será que vamos por un buen camino o será que nos dirigimos al mayor estado de impunidad, indefensión, violencia, inseguridad, debilidad estatal, falta de orden, nula impartición de justicia, violación de nuestros derechos y libertades, inoperancia jurisdiccional e ignorancia legal de nuestra historia? ¿Será que vamos hacia un agujero negro que nos devorará como nación y arrojará como desecho un estado de barbarie donde se impondrá la ley del más fuerte o el más cercano y congraciado con el régimen?
Si querido lector, son muchas preguntas y muy complejas, pero, sin duda la más importante es ¿Qué será de México ante lo que hoy vivimos?
La respuesta a esa pregunta no la sabemos aún, lo que si sabemos es que hace unos días el Senado de la República se transformó en algo así como la Lotería Nacional pues, cual centro de juegos de azar, mediante tómbola, los legisladores llevaron a cabo el sorteo de poco más de 700 cargos de jueces y magistrados que serán electos en 2025 por el voto popular. Si, ese voto popular que, en su gran mayoría, padece un enorme desconocimiento sobre la naturaleza del poder judicial, sus funciones, actores y funciones.
Este fue el primer sorteos pues, en total, son cerca de 1600 los cargos judiciales que deben ser renovados entre el próximo año y 2027. En 2025 vamos a elegir a 350 magistrados de distrito y 361 jueces de distrito. A estos números se sumarán las elecciones que se vuelvan necesarias por renuncias y jubilaciones de juzgadores en funciones. Además, se dejaron pendientes los casos de 15 juezas que se encuentran en incapacidad por embarazo o lactancia. Cabe resaltar que el sorteo se llevó a cabo con apenas 68 de los 128 legisladores que integran la Cámara Alta, esto se debió a que los senadores de los Partidos Acción Nacional y Movimiento Ciudadano decidieron no asistir a la sesión. Los del Revolucionario Institucional sí participaron pues, según argumentaron, no querían permitir la <mano negra de morena y sus aliados>.
El gran motivo que el gobierno de López Obrador esgrimió y que el de Claudia Sheinbaum sostiene para realizar esta suerte de rifa, es que detrás de esta nueva forma de integrar al Poder Judicial, misma que nunca antes se había experimentado en nuestro país y que prácticamente en ningún país del mundo tiene lugar, según las palabras del senador Gerardo Fernández Noroña, es una supuesta democratización del Poder Judicial, el ánimo de acabar con la corrupción que supuestamente existe en ese poder y, por sobre todas las cosas, garantizar justicia para los mexicanos.
Lo que al parecer ignoran los morenistas encumbrados en el poder es que, tal como lo vislumbró el filosofo Aristóteles milenios atrás, la democracia es una forma de gobierno que se puede corromper y pervertir con una sorprendente facilidad. Las masas pueden ser adoctrinadas, engañadas y seducidas por los cantos de las sirenas y, bajo ese encanto, pueden cometer las peores atrocidades de la historia. Ejemplos sobran y muestras de como la democracia se convierte en totalitarismo o autoritarismo no escasean. Ahí tenemos a la Alemania de los años 30’s.
¿Será que el actual gobierno desconoce esta lección básica del filósofo griego o, mas bien, será que buscan conformar un poder judicial a modo, un cómplice, un alcahuete y un solapador que no tenga miramientos para acomodar la ley y la justicia al servicio e interés del gobierno? ¿Será que lo que buscan es eliminar por completo, de tajo, todos los posibles obstáculos que las acciones, arbitrarias e ilegales, que impulsen el poder ejecutivo y el legislativo en contubernio puedan enfrentar? ¿Será que quieren desaparecer al poder judicial para formar un poder único, total y aplastante?
Hasta ahora, parece que sí
Sin embargo, dejando de lado los ímpetus y apetitos autoritarios del gobierno, ¿Qué tanto estamos preparados los ciudadanos para elegir a nuestros juzgadores? Con base en todas las evidencias que arrojan los análisis y evaluaciones sobre el nivel académico y la capacidad de comprensión de los mexicanos, diría que muy poco. En realidad, para la gran mayoría de la población no hay claridad sobre las diferencias entre poderes, no se distingue cual es la función de un juez, un magistrado y un ministro, se confunde la labor de las fiscalías con la del Poder Judicial, en suma, se tiene un gran desconocimiento de aquello por lo que, en unos meses, habremos de votar.
Por lo tanto, no vayamos a sorprendernos si en un futuro cercano aparecen como magistrados o ministros actores de telenovela, futbolistas, influencers, comediantes, políticos perseguidos por la justicia, cantantes, sujetos antes impresentables o personajes sin el mínimo conocimiento de la ley. Todos ellos serán parte de la comparsa en la que están convirtiendo al Poder Judicial y de los efectos, o mejor dicho estragos, de la supuesta democratización -destrucción- del Poder Judicial.
Con todo lo que aquí se ha dicho, querido lector, que es un muy breve resumen de los últimos acontecimientos sobre la reforma judicial, no nos queda más que defender, desde nuestras propias trincheras, al México que queremos, un país de profesionales del derecho y no de juzgadores de tómbola, un país de jueces, magistrados y ministros capaces, bien formados y capacitados, y no insaculados en un evento carnavalesco. Como dice la canción de Johnny Laboriel, “la vida es una tómbola tón…tón… tómbola de luz y de color”, no nos vayamos a quedar sin luz y sin color con esta tómbola del horror.