Por Roberto López Barradas

Ha llegado una vez más el mes de la Navidad, esa época del año que viene acompañada de una especie de magia, amor esperanza y perdón. Sí, perdón, porque aunque a la Navidad se le asocia con festividades, regalos, muestras de amor, cariño, afecto, momentos de celebración con la familia, amigos, compañeros de trabajo, de estudios. También hay una revelación que tiene que ver con el perdón.

Navidad viene de la natividad o nacimiento de Jesucristo. Por ello en la religión cristiana se considera una de las fechas más importantes del año. Además de que también, marca el fin de una era y el principio de una nueva en la historia de nuestro planeta A.C. y D.C.; así de importante es el nacimiento de Jesús.

Pero su nacimiento tiene un propósito divino, en primer lugar, el anuncio de las buenas nuevas y el ministerio de la reconciliación de Dios con el hombre, por ello en el evangelio de Lucas 2:14 queda de manifiesto al declarar: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la Tierra paz, buena voluntad para con los hombres!”. Y en segundo lugar, el perdón de pecados, a través de la muerte de Jesús en la cruz, cargando con ella, toda la maldad de la humanidad, y su muerte en pago de nuestros pecados.

Es ahí donde entra el perdón, cuando Dios nos ofrece una nueva vida, si reconocemos que Jesús es nuestro salvador y al aceptarlo en el corazón, Dios nos perdona nuestros pecados y nos concede la vida eterna. Por esta razón, la Navidad tiene que ver con el perdón.

Así que, de la misma manera en que Dios nos perdona, nosotros debemos perdonar a quienes nos han ofendido o hecho mal, y tratar de terminar el año sin darnos la oportunidad de ejercitar el perdón o de pedirlo a los que hemos lastimado, para que no haya estorbo en nuestro corazón para disfrutar de la vida plena que Dios nos promete, gracias al gran amor que tiene para nosotros.

En conclusión, la Navidad tiene que ver con el perdón, gracias a un acto de amor de parte de Dios para la humanidad, tal como lo declara la primera carta de Juan capítulo 4, versículos 9-11: “En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su hijo unigénito al mundo, para que vivamos por Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros, y envió a su hijo en propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros”.

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