Por Adrián Vázquez

Si Alexis de Tocqueville volviera a la vida y diera cuenta del sistema institucional y el régimen democrático que impera hoy en los Estados Unidos -país que conoció en vida y que puntualmente describió con gran asombro por su fortaleza y desarrollo democrático- no dudaría en exponer que sobre este sistema han pasado los años y, como tornado que arrasa y destruye todo a su paso, el populismo también ha dado por la borda con muchas de las fortalezas, cimientos y bases de uno de los regímenes liberales más fuertes y consolidados del planeta.

Traigo a colación al abogado y politólogo francés porque hoy, cinco de noviembre, poco más de doscientos millones de estadounidenses acuden a las urnas para elegir a su próximo presidente o presidenta. Las elecciones del país más importante y poderoso del mundo se encuentran en el epicentro de la batalla entre dos personajes disidentes que representan polos opuestos de la política de los Estados Unidos y de la forma como se mira al mundo a través de los ojos del gobierno americano. La vicepresidenta Kamala Harris y el expresidente Donald Trump.

Si, como historia de terror o sátira surrealista, Donald Trump nuevamente está en la contienda por la presidencia de nuestro vecino del norte. Y no sólo eso, pues pese a los disturbios generados al final de su mandato anterior en el Capitolio, pese a ser un convicto investigado y sometido a las cortes, pese a ser un populista consumado que asesta golpes profundos contra la democracia de su país; y pese a mantener su discurso supremacista, xenófobo, racista y aislacionista, Trump es un contendiente con amplias posibilidades de ganar la elección que está en marcha.

Por otro lado, Harris es quien asumió la candidatura en relevo de un débil, extraviado, dubitativo y poco competitivo Joe Biden que no hacia más que disminuir las posibilidades presidenciales demócratas. En el partido de Barack Obama se dieron cuenta de que no podían hacer frente a Trump con Biden como candidato y optaron por entregar su bandera a una mujer afroamericana que, si bien tuvo un gran impulso al principio de su campaña (algo similar a lo que pasó en México con Xóchitl Gálvez), se fue estancando paulatinamente hasta empezar a ver sus cifras de intención de voto ceder ante el avance trumpista.

Y con esos protagonistas, la contienda electoral se ha vuelto una de las más álgidas, parejas y reñidas en la historia del país de la National Football League (NFL). La mayoría de las consultoras, encuestadoras y firmas de análisis electoral no dan diferencias mayores a un punto porcentual a ambos candidatos. Como usted bien sabe estimado lector, el candidato que alcance los 270 votos electorales se llevará la victoria en la elección. Al día de ayer, los republicanos se ubicaban a 40 votos de la cifra con un total de 230 votos y los demócratas estaban a 44 votos, pues según los análisis tenían 226 votos a su favor. Esto es una diferencia de apenas 4 votos entre ambos candidatos a un día de la elección.

Es de notar que, como mencionamos líneas arriba, la campaña de Trump va ganando terreno frente a su contrincante demócrata. Por poner un ejemplo, y por más contradictorio que parezca, el porcentaje de votantes de origen latino y afroamericano se ensancha a favor de Trump y en detrimento de Harris. Así mismo, el voto secreto, el de aquellos que prefieren no compartir por quien votarán, estará a favor de Trump según los principales centros de análisis. Resulta curioso, no cree usted, que el candidato con un discurso abiertamente antiinmigrante y contra las minorías tenga el apoyo de estros grupos poblacionales.

No cabe duda de que el destino de la elección se va a centrar en los siete estados denominados columpio o bisagra que, como marca la tradición, no tienen una marcada predilección por un candidato y pueden cambiar rotundamente su voto con relación a la elección inmediata anterior, que en este caso sería la de 2020. Estos estados son Arizona, Carolina del Norte, Georgia, Michigan, Nevada, Pensilvania y Wisconsin. Según las predicciones, sin importar lo que pase en seis de estos estados, el candidato que logre quedarse con Pensilvania se quedará con el triunfo.

Sin duda, el mundo se mantiene atento al resultado de esta elección. Las perspectivas son claramente distintas. Si gana Trump, ya sabemos lo que nos espera en términos generales, más MAGA (Make America Great Again) con la polarización y clima combativo que esto significa, con amagos y amenazas constantes, discursos de confrontación y desdén por los organismos multilaterales. Si gana Harris, se espera una postura mucho más moderada, un liderazgo mas conciliador y una actitud más elocuente por parte del gobierno de Estados Unidos.

Gane quien gane esta elección, los temas que tendrá que enfrentar son los mismos. Aquí le hacemos un recuento: Conflicto en Ucrania, conflicto entre Israel y Palestina, Tratado de Libre Comercio con México y Canadá, Confrontación comercial, política y económica con China; migración, seguridad y terrorismo; crecimiento económico y pensiones; desarrollo de la inteligencia artificial, cambio climático y calentamiento global. Estos son sólo algunos de los temas más acuciantes que no faltarán en la agenda del siguiente mandatario de Estados Unidos.

Ya sea que gane Trump o venza Kamala, el mundo necesita un liderazgo de Estados Unidos fuerte, propositivo, inteligente, abierto al diálogo y capaz de construir acuerdos. El concierto global ve en el triunfo de Trump un posible cataclismo y, en el caso de que Kamala Harris resulte vencedora, una luz esperanzadora. Sin embargo, las cosas no siempre son lo que parecen. En el caso de México, la leyenda urbana dice que nos va mejor con gobiernos demócratas en la Casa Blanca, no obstante, con base en números, experiencias y trayectorias políticas, esto no siempre es cierto. Kamala, por decir algo, ha tomado una postura más dura contra México y ha manifestado que el T-MEC no es de su total agrado. Ya veremos quien gana y que le depara al mundo.

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