Vivimos días clásicos de Xalapa de octubre a febrero de cada año, cielo nublado, gris, aire gélido que perfora vestimentas sin pudor alguno y noches de llovizna, niebla y… añoranza. El ambiente invita a sumergirse en el pasado, ya lejano, de la vida de esta hermosa tierra que nos vio nacer y hoy nos cobija.

Una tarde de sábado del pasado año 2022, hojeando los centenares de vetustos ejemplares de la Revista Médica Xalapeña que se editó de 1935 a 1960, disfruté entusiastas escritos de médicos xalapeños que nos antecedieron. Los poemas de don Pedro Rendón, los optimistas artículos de don Juan E. Rechy, las arengas enérgicas y viriles al sindicalismo del doctor Francisco Navarrete.

Mi atención se centró en la reminiscencia de la prosa sin pretensión literaria de los médicos que fueron directores de esta imponderable revista, los editoriales impregnados de seriedad, criterio sólido y convencimiento de su alta responsabilidad como comunicadores del quehacer y de las responsabilidades de los médicos.

Las crónicas de sus reuniones, cuando despidieron de soltero al Dr. Juan Flores Villalobos, a Abelardo Moreno (ambos ausentes ya para siempre), o los relatos de las fiestas del día del médico, acompañados de fotografías de doctores que yo conocí cuando fui niño, allá por 1955, y en ese entonces ya peinaban canas y sin embargo, en esas viejas imágenes fotográficas de 1936, los reconozco a pesar de su cara juvenil y, en algunos, casi “achamacada”, sentados alrededor de largas mesas en el Casino Xalapeño o en la Prepa Juárez, ataviados con trajes a la usanza de los 30.

Los relatos del doctor Main, de “Mephistos”, que era don Pedro Rendón, describiendo sus aventuras y serenatas furtivas a las novias de sus amores, rogando a Dios que el padre no saliera a aventarles un par de ladrillos.

Las descripciones del Dr. Augusto Landa y Cuevas, de las conferencias impartidas por médicos de la UNAM o alguna ciudad veracruzana, ilustrando experiencias con el uso de nuevos medicamentos como el Yodarsenil, de Yodo y Arsénico, o el Toni-Guerin, tónico para el cerebro y estimulante de la nutrición o el famosísimo “Gadusan”, modificador de los focos tuberculosos, hoy todos son sólo historia.

Es divertido leer las felicitaciones que  se enviaban los médicos xalapeños a través de esta revista singular, deseándole al festejado que se bañara, “le tocara o no le tocara”.  Lo más interesante es percibir en los textos de las amarillentas páginas, el afecto y solidaridad que se profesaban los médicos de aquella época, que en una sola sociedad, organizaban eventos académicos, festejos, paseos y, sobretodo, respeto entre sí, sin críticas ni  envidias que generaran rencores, otra época, otra gente.

Leer por enésima vez algún número de esta revista me hace sentir como el cariño por el terruño jamás se cambiará por ningún otro sitio. Usted, como yo, hemos viajado por diferentes países como turistas, dedicándonos a conocer sitios históricos, arquitectura, historia, arte y comer  lo típico de todo lugar, los días son exhaustivos y al día siguiente, a empezar de nuevo, regresando a nuestro México satisfechos pero arrastrando los pies y hurgando los bolsillos para actualizar el presupuesto.

Cada sitio visitado nos deja bonitos recuerdos para recrearnos después al recordar aquel paseo, pero cuando nuestra estancia en otro país es larga por razones de estudio, de negocios o familiares, después de conocer la ciudad nos impregnamos poco a poco del ambiente cotidiano, vecinos de la nacionalidad local e inmigrantes de diversas etnias, mercados, costumbres, urbanismo,  en fin de la vida diaria.

Los tres últimos meses del año 2022, que acaba de pasar, por razón familiar, viví tres meses en Fort Mill, Condado de York, Carolina del Sur, suburbio de Charlotte Carolina del Norte, en los Estados Unidos de Norteamérica.  Conocí la ciudad y sus suburbios. El urbanismo es distinto a lo que he conocido, es pequeño el centro histórico y sede del poder gubernamental, limpia, con tráfico tranquilo aún en “horas pico”, porque los comercios grandes, restoranes, supermercados, escuelas, industrias, bancos, oficinas gubernamentales secundarias, se encuentran fuera del perímetro citadino.

Las casas habitacionales agrupadas en Villas, todas cumplen un solo estilo, el victoriano del siglo XIX, correctamente alineadas, entre las Villas hay extensas áreas verdes, con pasto muy cuidado y a los lados de las vías de tránsito se alinean árboles esbeltos muy altos que en otoño sus hojas toman un color café dorado, algunos son álamos.

En el tiempo que estuve por allá, nunca vi un perro en las calles ni una basura en aceras y rúas, la temperatura ambiental descendió algunos días hasta -2ºC. Me llamó la atención no haber visto una nube en su cielo azul  turquesa permanente.

¿Qué tiene que ver el comentario del inicio de este texto dedicado a Xalapa, con el final acerca de Charlotte, que he ofrecido a usted? Sería una pregunta lógica y  oportuna.

Si analiza con justicia lo que lehe platicado, se dará cuenta la diferencia notable entre mi ciudad Xalapa y la estadounidense que he descrito y quizá piense usted, “malinchista, menosprecia nuestra ciudad”, pero no es así, porque a las cinco semanas Xalapa estaba presente en mi memoria a toda hora, en noticiarios mexicanos, si bien con un día de atraso, pero ilustraban sitios y calles de ciudad capital.

Las imágenes de nuestra Ciudad de México o en Youtube al sintonizar música veracruzana, el corazón me latía al ritmo de “La bamba” o de “La bruja”, pero cuando escuché, “Veracruz, rinconcito donde hacen su nido las olas del mar” o al ver el programa “Noche de música en Xalapa” de la Universidad de Xalapa, conducido y cantado con sentimiento por el rector, Dr. Carlos García Méndez, empecé a contar los días que faltaban para retornar a mi país, a mi Xalapa, a mi juventud, a… mi terruño.

hsilva_mendoza@hotmail.com

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