Por: Luis Gerardo Martínez García

Ya son varias las reuniones y encuentros que han tenido el gobernador saliente y la gobernadora electa durante este año. Éste con un diminuto desempeño como titular del ejecutivo, y ella con un respaldo de más de 2 millones 124 mil veracruzanos. Recientemente se reunieron en Palacio del Estado de Veracruz, la pregunta es ¿de qué hablaron?

Es cierto que Nahle ha despertado nuevamente la esperanza de un Veracruz más justo y digno; un estado más apegado a los principios que ha delineado la Cuarta Transformación, primero con la rectoría de Andrés Manuel López Obrador y ahora con la primera presidenta de México, Claudia Sheinbaum. Contrario a un trabajo tenue del saliente, la futura gobernadora tiene trayectoria en el legislativo federal y en el gobierno de AMLO, con un desempeño respetado por propios y extraños.

Fuentes de Palacio (y no es slogan) nos comentan que, en anteriores encuentros, el gobernador saliente no ha salido bien librado: su semblante ha sido de nerviosismo, desesperación y molestia; acotación bastante subjetiva.

Ahora bien ¿De qué se pudo haber hablado en este último encuentro en Palacio del Gobierno estatal? Ellos dieron sus versiones:

“Hoy tuve el honor y gusto de recibir una visita de cortesía de quien será la primera gobernadora del Estado de Veracruz, la ingeniera Rocío Nahle, definimos algunas fechas importantes del proceso de entrega-recepción”, expuso CGJ.

“Como lo he mencionado, en Veracruz hay estabilidad política y un ambiente de respeto. Nos preparamos para trabajar arduamente los próximos seis años. Nos va a ir muy bien” , comentó Rocío Nahle.

Ambos los publicaron en sus redes sociales. No hubo otro tipo de comunicado.

Sin embargo, desde mi particular punto de vista, no sólo se pudo haber hablado del proceso de entrega-recepción. Eso es mero protocolo que deben atender porque los tiempos así lo demandan y se está haciendo conforme la Ley lo estipula.

Más bien se pudo haber hablado de nepotismo, desvío de recursos, corrupción, falta de comunicación, represión policíaca, desatención a los grupos minoritarios y vulnerables, inseguridad, ausencia de comunicación social, incidencia delictiva, violación a los derechos humanos, delitos contra la salud, finanzas y deuda gubernamental, situación real de las vías de comunicación, condiciones de la estructura escolar pública, deterioro medio ambiental, municipalidad, entre otros aspectos.

Estos indicadores gubernamentales y sus resultados apoyarían a que el gobierno entrante no cometa (de existir) los mismos errores. Dice el refrán: “Cuentas claras, amistades largas”; o, dicho de otra manera, transparencia y rendición de cuentas conforme lo dicta la Ley, y, por si fuera poco, para saber si se cumplió aquel principio de la Cuarta Transformación: “no mentir, no robar y no traicionar al pueblo.” Una buena evaluación de lo moralmente plausible del gobierno saliente, no le caería nada mal al segundo piso de la 4T. Se tenía que decir y se dijo.

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