Anya Taylor-Joy acaba de ganar a sus 24 años su primer Globo de Oro gracias a su papel como Beth Harmon, esa huérfana prodigio del ajedrez que ha enamorado a la crítica y al público en la serie “Queen’s Gambit” (Gambito de dama).
La historia de esa joven que anhela convertirse en la mejor jugadora de ajedrez del mundo mientras lucha contra sus demonios personales y su adicción a las drogas y el alcohol, había sido vista a finales de 2020 por 62 millones de hogares, según Netflix.
La producción de siete episodios se convertía así en la miniserie más vista de la historia de la plataforma.
“Es obviamente maravilloso que tanta gente haya visto la serie. Volvería a formar parte de este proyecto una y otra vez, he aprendido tanto. Muchas gracias a la audiencia que la ha visto y que ha apoyado a estos personajes. Lo ha significado todo”, declaró la actriz el domingo en su discurso de aceptación del premio a mejor actriz en una miniserie en los Globos de Oro.
De ella ya sabemos que ha puesto a hablar a todo el mundo de ajedrez -durante su emisión, la búsqueda de las reglas del juego alcanzó en Google su máximo en casi una década, según Netflix-, pero quizá no conocías estos tres aspectos relevantes de su historia personal y de su papel en la serie.
1. Habla un español perfecto… y con acento argentino
“Vengo de muchos lugares, pero mi calidad y mi actitud hacia la vida es de Argentina. Agradezco mucho esa parte de mi historia. Me siento muy orgullosa de venir de Argentina“.
Así, en perfecto español y con un marcado acento del país latinoamericano, se expresaba en una entrevista promocional Taylor-Joy el pasado octubre.
Para ella no hay duda: es Argentina.
Nació el 16 de abril de 1996 en Miami (EE.UU.) y es la menor de seis hermanos. Su padre es un empresario argentino con raíces escocesas y su madre, una psicóloga nacida en Zambia cuyos ancestros son ingleses y españoles.
Su familia se trasladó a Buenos Aires cuando era bebé y hasta los seis años todo lo que hablaba en casa era español. Por ese entonces su familia se mudó a Londres (Reino Unido).
“Adoro a mi familia, aunque me pasé la vida rodeada de adultos. Nunca me sentí como una niña. No me quejo, solo que estuve mucho tiempo sola, a mi aire, jugando en bosques donde me inventaba criaturas, brujas, seres mágicos. Me montaba obras enteras en español”, dije de su infancia en una entrevista que concedió al diario El País.
Según ha relatado en varias ocasiones, de esa etapa le quedó esa identidad, su “lengua materna”, “sus primeros amigos” (que confiesa que aún conserva) y el gusto por “la empanada y los churros rellenos de dulce de leche”.
Y una cosa más: el temperamento. “Cuando me enfado, insulto en castellano”, advierte.
2. Aprendía las jugadas cinco minutos antes
A veces cuesta separar al actor de su personaje. Por eso, tras ver a Anya Taylor-Joy mover con agilidad alfiles, reina y peones para derrotar a los grandes maestros de ajedrez en innumerables partidas, a muchos les resultará sorprendente saber que la actriz no tenía ni idea de cómo se jugaba cuando participó en la serie.
“Sabía que había un tablero y que había unas fichas, pero eso era todo”, ha confesado.
Al principio, recibió un libro enorme con las reglas y jugadas que tendría que interpretar y se sintió un poco intimidada. “No, no voy a poder hacer esto”, pensó.
Pero encontró el método: aprenderse las jugadas cinco minutos antes de tener que efectuarlas ante las cámaras.
“Afortunadamente, mi memoria a corto plazo es bastante buena, y, como bailarina, también soy buena con las coreografías, porque básicamente eso es lo que haces con tus dedos“, le confesó a el diario Los Angeles Times.
“Fue algo que amé, sobre todo, las partidas rápidas fueron regocijantes y gratificantes. Uno de los momentos en los que más orgullosa me sentí en el set fue la escena en la que estamos jugando al ajedrez rápido en los tres tableros. Cuando salió la escena por primera vez, me emocioné mucho”, reconoce.
Esa estrategia parece que funcionó, no solo por el entusiasmo del público, sino por la satisfacción del propio mundillo del ajedrez.
Uno de los grandes legados de su interpretación y de la serie puede ser el interés por el ajedrez, especialmente entre las niñas, considera Malcom Pein, maestro internacional de ajedrez británico.
“No ha habido un programa sobre ajedrez en televisión desde hace casi 20 años”, dijo en una entrevista con la BBC.
“Lo mejor es ver a esa chica derrotando a todos esos hombres”, considera. “Eso va animar a las niñas y a sus padres a considerarlo como una afición interesante”.
Y algo parece moverse. “El mundo del ajedrez lleva mucho tiempo esperando a su Beth Harmon real“, dijo de la serie David Llada, representante de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE).
“Probablemente hemos recibido más consultas de mujeres en las últimas dos semanas que en los últimos cinco años, lo cual es brillante”, aseguró al poco de estrenarse la serie en noviembre.
3. Sufrió acoso escolar
Igual que su personaje en la ficción tuvo una infancia difícil, Anya Taylor-Joy tiene también algunos malos recuerdos de su niñez.
“Cuando era más joven no sentía que encajara en ningún sitio. Era demasiado inglesa para ser argentina, demasiado argentina para ser inglesa, demasiado americana para ser cualquier cosa…”, ha recordado en varias ocasiones.
Pero algo que le dejó marcada fue el acoso escolar.
“Los otros chicos no me entendían, me acosaban mucho”, le contó al periódico británico Evening Standard.
“Me encerraban en las taquillas, me prohibían entrar en las aulas, no me invitaban a las cosas. No era agradable“, reconoce.
Y, curiosamente, mientras mucho admiran hoy la expresividad de sus ojos y su cara como elemento distintivo de sus dotes interpretativas, esos rasgos fueron objetivo de sus acosadores.
En un momento dado, sus compañeros de clase utilizaron Facebook para etiquetarla en una foto de un pez. “Mis ojos estaban muy separados, eso es un hecho”.
Pero este episodio le dejó huella: “Pasé mucho tiempo en la escuela llorando en los baños o [escondiéndome] en los libros”.
Asegura que aún hoy “nunca pasa mucho tiempo mirándose en el espejo” por esas experiencias sufridas en la niñez.