Por David Quitano Díaz
“Las instituciones, no la geografía, son el destino de las naciones”.
Daron Acemoglu
Apenas el 11 de octubre adquirí, la obra titulada “Poder y Progreso”, de Daron Acemoglu y Simon Johnson, y pocos días después, el 14 del mismo mes, la Fundación Nobel, les otorgó el Premio Nobel de Economía; me puse muy contento cuando lo supe, porque precisamente ahora en mi curso de Economía Política estamos leyendo toda la obra de los recién galardonados.
Tanto “El Pasillo Estrecho” que leí en 2020, y su obra cumbre “¿Por qué fracasan los países?”, me han otorgado mucha claridad para entender las formas de resolver la pobreza y la desigualdades de nuestros países.
Pero en lo particular el libro “Poder y Progreso” nos invita a repensar la relación entre la tecnología y la sociedad. Lo anterior se da mediante un exhaustivo análisis histórico, los autores desmantelan la noción simplista de que el progreso tecnológico es un motor imparable que conduce inevitablemente a un futuro más próspero para todos.
En su lugar, proponen una visión más matizada y compleja, donde las instituciones sociales, políticas y económicas desempeñan un papel fundamental en la configuración de los impactos de la innovación.
Me parece importante precisar que, una de las tesis centrales del libro es que la tecnología no es neutral. Las decisiones sobre qué tecnologías se desarrollan y cómo se implementan están influenciadas por intereses particulares, a menudo de las élites económicas y políticas. Acemoglu y Johnson ilustran cómo a lo largo de la historia, las innovaciones tecnológicas han sido utilizadas tanto para empoderar a las masas como para consolidar el poder de unos pocos.
La Revolución Industrial, por ejemplo, mientras impulsó un crecimiento económico sin precedentes, también generó profundas desigualdades y conflictos sociales, quizá la IA pueda generar los mismos efectos, empero el tema no se encuentra en la mayoría de las agendas de los países en vías de desarrollo.
Quiero destacar que una de las contribuciones más significativas de “Poder y Progreso” es su enfoque en la desigualdad tecnológica. Los autores advierten que la automatización y la inteligencia artificial, si no se gestionan adecuadamente, podrían exacerbar las disparidades existentes y crear una sociedad cada vez más polarizada. Sin embargo, también ofrecen una visión optimista, argumentando que es posible diseñar políticas que mitiguen los efectos negativos de la tecnología y garanticen que sus beneficios se distribuyan de manera más equitativa.
Respecto a lo anterior, en México no existe un debate respecto al tema, hemos sido pocos los académicos que, en la medida de nuestros alcances materiales, hemos expuesto la necesidad de analizar e incluir los alcances del tema, a fin de
no quedar excluidos de las grandes transformaciones de nuestra época.
En definitiva, “Poder y Progreso” es una obra fundamental para comprender las complejas interacciones entre la tecnología, la política y la sociedad. Al desafiar las narrativas simplistas sobre el progreso tecnológico, los autores nos invitan a ser más críticos con las promesas de la innovación y a exigir políticas que promuevan un futuro tecnológico más justo y equitativo.
Le dedico tiempo para publicarlo, porque este libro no solo es una lectura obligada para economistas y politólogos, sino también para cualquier ciudadano interesado en el futuro de nuestra sociedad y que quiera vivir subsecuentemente bien.