Por Ivania Ramírez Grajales 

26 de octubre de 2024.- Mazatepec, una pequeña comunidad ubicada en las montañas de Veracruz, es hogar de la escuela primaria “Juan de la Luz Enríquez”. En medio de un entorno rural, la institución educativa es un pilar fundamental en la vida de los niños del pueblo. Un día típico de clases aquí no solo es una jornada de aprendizaje académico, sino una vivencia integral que refleja las costumbres y el estilo de vida de la región.

Las labores comienzan temprano. La mayoría de los niños viven relativamente cerca, por lo que se les hace fácil llegar caminando desde sus hogares, pero muchos otros, necesitan tomar el único camión que pasa aproximadamente a las 7:15 de la mañana y hace todo el recorrido desde Acajete hasta la escuela, mismo que se llena por completo, pues no sólo lleva a los niños de primaria, sino también a los de secundaria, padres de familia y trabajadores.

La escuela, con sus paredes de concreto modestas y un patio de tierra, cobra vida a las 7:30 de la mañana, cuando arriban los maestros y algunos alumnos ya están esperando para entrar. El profesor encargado da la bienvenida y da los anuncios de la semana a los padres que acompañan a sus hijos, además aclara dudas que hayan surgido durante el fin de semana con respecto a las clases.

A las 8:00 de la mañana inician las clases. Los maestros, aún con recursos limitados, aprovechan al máximo los materiales a su disposición. No hay proyectores, ni computadoras, pero sí hay pizarrones que cuentan la historia de cada clase con trazos de tiza y mucho ingenio. El método de enseñanza aquí es adaptado al entorno de los alumnos; las matemáticas se relacionan con la siembra o el ganado; el español, con la oralidad y las historias de la comunidad.

El recreo es uno de los momentos más esperados. No hay canchas de cemento techadas ni juegos de plástico modernos, pero los niños corren libres en el terreno de tierra que rodea la escuela. Algunos traen su comida desde casa, pero otros suelen comprar en la cooperativa de la escuela, que está organizada por los mismos padres de familia, quienes se turnan para hacer y vender comida a un precio que los niños pueden permitirse.

Después del recreo las clases continúan. La falta de libros de texto actualizados y el limitado acceso a materiales no es un obstáculo para la creatividad; los niños, con hojas recicladas y lápices, crean historias basadas en sus vidas cotidianas, donde los cerros y el río cercano son protagonistas.

Una de las materias más esperadas por los alumnos es “Educación Física”. En un entorno rural donde los niños ya están acostumbrados al trabajo físico, la clase se convierte en una extensión de sus actividades diarias. Sin embargo, aquí no se trata solo de ejercicio, sino de disciplina y espíritu de equipo. Con una cuerda y algunas pelotas viejas, los niños demuestran su habilidad y agilidad mientras compiten sanamente.

A las 12:30 del día, los niños guardan sus cuadernos y útiles y salen en fila hacia el patio para la despedida. El maestro, siempre presente, les da algunas palabras de aliento para que lleven a casa. Algunos viven cerca y solo deben caminar unos minutos, mientras que otros recorren varios kilómetros por caminos de tierra. A pesar de la distancia, el cansancio no apaga el entusiasmo de los pequeños, que muchas veces llevan en sus manos los trabajos que hicieron en clase o las tareas para el día siguiente.

A pesar de las carencias materiales y la falta de recursos tecnológicos, la educación en Mazatepec tiene un valor enorme. Aquí, la escuela es un punto de encuentro para la comunidad, un lugar donde se forjan lazos y donde los niños reciben las herramientas para soñar con un futuro diferente.

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