- Nada queda tan grabado en el ánimo de los seres humanos, como las experiencias de juventud, en la ciudad donde esa juventud se vive.
El fin de semana pasado leí otra vez, el libro “El día que cambió la noche”, de José Luis Martínez Rodríguez, editorial Grijalbo 2016, pequeño libro con más de dos docenas de imágenes de la vida nocturna de la ciudad de México, narración coloquial como en mesa de café, de andanzas de un reportero noctámbulo de espectáculos en el Distrito Federal en los años 1950 a 1985.
José Luis Martínez R. ha sido periodista desde la época cuando la atracción principal de la capital era la vida nocturna. Conoció los inolvidables cabarets, teatros, cantinas del centro histórico, cuando famosos cantantes, bailarinas y vedettes llenaban a reventar los centros de reunión de San Juan de Letrán, avenida Juárez y la zona rosa del Distrito Federal de antaño.
Narrativa evocadora, bohemia de aquella ciudad mutilada por el sismo. Describe las noches de cabaret, artistas, orquestas y personalidad de los espectadores de aquella época mutilada por el sismo.
En la presentación del libro una frase que condensa el pensamiento del autor, “La verdadera medida de la vida es la memoria” y de ella hace gala describiendo sus experiencias y aventuras en las noches de aquel inolvidable México de intensa vida nocturna.
Es nostálgico y evocador retornar a aquella época que conocí a través de las noticias de la incipiente televisión, la prensa y paseos por el centro histórico por las tardes cuando lo permitían mis estudios en la universidad. En las noches, con mis ahorros de muchos días, incursioné algunos de aquellos sitios de la historia urbana de la bella capital de la mitad de los sesentas del siglo pasado, experiencia inolvidable…yo tenía veinticuatro años
José Luis Martínez recrea andanzas de los jóvenes de entonces en el cabaret “Capri” del hotel Regis, el Belvedere del hotel continental o el “Nicte ha” en el hotel del Prado, desaparecidos por el terremoto del 85 y el “Salón México” borrado por la mente puritana de Uruchurtu.
Noches del teatro “Blanquita” con estela de grandes estrellas, donde por unos cuantos pesos podíamos ver de cerca cualquier noche a Marco Antonio Muñiz, Avelina Landín, Fernando Fernández, Tongolele y el flaco de oro más feo del mundo, el genial Agustin Lara. antes de noviembre del 70, cuando murió.
Remembranza lúdica de las imágenes de las lindas bailarinas y vedettes del teatro; Mara Maru, Olga Breeskin, Zulma Faiad, Rosy Mendoza, reinas de las noches de cabaret y los paseos nocturnos por las animadas calles del hermoso centro de aquella ciudad, con los peligros de cualquier urbe cubierta por la obscuridad nocturna, pero muy distante de la inseguridad galopante del hoy que vivimos. Marquesinas multicolores invitaban a entrar, San Juan de Letrán, avenida Juárez y aledañas eran el núcleo de aquella célula emocionante, en las “noches pródigas” de la ciudad de México.
José Luis recrea las noches de los célebres cabarets; El Social, El Savoy, El Club de los artistas, El Champaña a go go, el Afro. El Sótano y “las catacumbas” que abrían sus puertas a los jóvenes de recursos limitados.
Los lujosos también dejaron huella de aquellas noches de aventura; El Patio , El Continental del Hilton, El Terraza casino, No olvidamos los reductos de “ficheras”, el Siglo XX, el Bucabar, el “Barba azul” y muchos más. El bar “El gran león” del gran Pepe Arévalo en la colonia Roma, vivirá en el recuerdo de los “defeños”, y quienes lo fuimos, en los años sesenta.
El 19 de septiembre de 1985, a las 7.19 hs, el terremoto destruyó aquel centro histórico de nuestro recuerdo y, con él, la tradición nocturna que dejó recuerdos entrañables de toda una época.
Desaparecieron la tradicional San Juan de Letrán, “Calzada del niño perdido”, “El vaso de lecehe”, restoran donde nos encontrabamos a muchos xalapeños, que se hundió en las entrañas del planeta. El centenario Distrito federal, lo perdimos para siempre, dejándonos los pragmáticos “Eje central” y la “CDMX”, una ciudad distinta, sin noctámbulos, cabarets, orquestas, ni teatros de revista, sin la vida nocturna, que era el alma de la noche.
José Luis Martínez, “cronista de la noche” enfatiza; “aquel día el sismo cambió la noche” de nuestra ciudad de México y acabó con una época incomparable, desconocida por las generaciones actuales, aquel Distrito federal en que los noctámbulos del centro histórico del DF de 1960, éramos amigos y que se fue para nunca volver.
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