El once de septiembre del año 2001, el mundo se sacudió con la noticia del ataque terrorista más desafiante y mortífero en contra de una de las naciones más poderosas del planeta.
Fueron cuatro las aeronaves comerciales que el grupo fundamentalista Al Qaida había secuestrado para, con tripulación y pasajeros, un grupo de terroristas suicidas, utilizarlas como misiles de la muerte en contra de los centros neurálgicos del gobierno estadounidense.
Dos de los aviones secuestrados por los terroristas de Al Qaida, fueron dirigidos e impactados en contra de los que ese momento eran los edificios más altos y centro financiero del mundo, en tanto otras dos aeronaves fueron dirigidas rumbo a Virginia, en contra del Cuartel General y centro del mando militar estadounidense del Pentágono, y otro, con el que pretendían perpetrar un ataque al Capitolio, cayó en Pensilvania luego de que los pasajeros se enfrentaran a los terroristas evitando que llegara al centro neurálgico de la política norteamericana.
El saldo de estos ataques fue de más de tres mil personas entre pasajeros, tripulantes de los aviones, empleados de las Torres Gemelas del WTC, policías, bomberos y elementos de rescate, así como miles de millones de dólares en pérdidas materiales.