En días pasados el calor agobiaba a nuestra ciudad, sofocante, intenso, y en un par de días la temperatura se volvió gélida, con sensación térmica que exigieron los abrigos otra vez.
Nuestra bella Xalapa ha dejado de ser lo que Fernando Benítez dice de ella en su bello libro “La ruta de Hernán Cortés”, que escribió en 1945, “Jalapa, lugar de ambiente húmedo, suave y tierno como aliento de niño dormido, frescos y extensos parajes con árboles frondosos, aroma de azahares, circundada por hermoso campo, que es la prolongación de sus jardines y, como fondo, las montañas veladas por la niebla”.
Xalapa ha perdido su exquisito clima y ambiente delicioso, que a Don Constantino Bravo de Lagunas, “Alcalde mayor de la provincia y pueblo de Xalapa”, en algún año del siglo XVI, le inspiró a escribir, “La tierra es sana, aunque húmeda, hay gran cantidad de árboles, duraznos y zapotes, aguacates, pinos, encinos que crían mucha seda; liquidámbar, con que se perfuman indios y españoles, gallinas de Castilla guacamayas, papagayos, venados, tigres, leones, zorras, conejos, gatos monteses y cuervos de Castilla…”.
Y la nostalgia invade el espíritu al leer a H.G. Ward, diplomático inglés, que en su libro “México en 1827”, dejó su testimonio: “… Respecto al lugar en que se encuentra Jalapa, es imposible hallar palabras para dar una idea adecuada de esta bella ciudad. Sitúase en el centro de uno de los más hermosos paisajes montañosos de que el mundo pueda jactarse”, más adelante dice: “El ocaso y tal montaña (el pico de Orizaba) pueden solamente contemplarse en medio de los trópicos, donde todas las cosas se agigantan y en que por la pureza y frescura de la atmósfera el diluvio de luz desde arriba, parece proporcional a la magnitud de las bellezas sobre las cuales se vacía..”.
O bien, tal nostalgia envuelve verdadero sentir por el bien perdido cuando se lee la “Estadística del Estado de Veracruz”, publicado en 1831 por la imprenta Blanco y Aburto, donde dice: “… Xalapa capital del departamento, está en las faldas del cerro Macuiltepec, en una situación amenísima, a 1576.6 varas sobre el nivel del mar. Goza de un clima templado, apacible y muy benigno, aunque húmedo. Sus aguas son potables y deliciosas, principalmente las de Techacapa y las de los chorros que llaman Santo, San Pedro y Poblano…”.
Con estas evocaciones endulzamos el recuerdo y amargamos el presente. Con testimonios como estos, de los que he encontrado muchos, y viviendo hoy en un Xalapa que ha perdido mucho de aquel encanto que conmovió a visitantes compatriotas y extranjeros, es suficiente para lanzar a los cuatro vientos un grito para suplicar que se detenga el daño a este paraje jalapeño que nació pródigo en belleza y que muchos de nuestros congéneres a lo largo de los siglos y en el presente han depredado.
Se han talado bosques sin misericordia, construyendo inmuebles de arquitectura caprichosa manteniendo extensas áreas con casas y casitas de antigua hechura, sin diseño uniforme, edificadas conforme pasa el tiempo y según necesidades de los habitantes dañando el bien que la naturaleza derramó en nuestra pequeña patria.
Pongamos alto a depredadores, talamontes encarnizados, remodeladores sin concepto de estética, contaminadores ambientales y radiactivófilos, pero no con amenazas y agresiones porque de eso están inmunes, sino orientándolos a que conozcan los testimonios históricos, del edén que fue Xalapa y vean hoy el páramo árido que han dejado donde fue bosque: el calor sofocante donde hubo templada humedad, y la sequía cada vez más ominosa donde hubo abundante agua potable; vivificante y deliciosa.
Estamos ante un pensamiento esotérico para miles de seres humanos en el mundo, porque defender a nuestra tierra es algo de difícil acceso a su mente, está oculto a sus sentidos porque amar la tierra en que se nació, solo es perceptible por espíritus iniciados desde niños en el amor y respeto a nuestro hogar, la tierra.
El infortunio manifiesto es que en esta empresa de destrucción al ambiente, los adalides acechantes son, los gobiernos.
Me despido con fragmento de la bella canción “Amar en serio”, de Alberto Plaza (Santiago de Chile, febrero 12, 1962), que dedicada a una mujer, bien queda decirla hoy, para nuestra amada tierra.
Tu me das todo lo que quiero
Viento marea, luz y sol
Como esta noche azul de enero
En que yo soy tu jardinero
Y tú, a mi lado, eres la flor.”
hsilva_mendoza@hotmail.com