Por primera vez en la historia, un equipo de investigadores logró sumergirse en la Fosa de Filipinas y esto fue lo que encontró.
La tercera fosa más profunda del mundo se encuentra en Asia. A más de 10 mil metros debajo de la superficie, un estudio conducido por el Dr. Deo Florence Onda tenía el objetivo de explorar las profundidades de la Fosa de Filipinas, buscando formas de vida extremófilas o fenómenos de la naturaleza nunca antes observados. Esto fue lo que encontró.
En la última frontera del mundo
En los fondos marinos más antiguos del planeta, se encuentra el Emden Deep: una de las secciones más profundas de la Fosa de Filipinas, que se extiende hasta cerca de 1,600 kilómetros, con 30 de ancho aproximadamente. Nadie nunca había logrado penetrar hasta ahí en la historia, hasta ahora.
El Dr. Onda, como oceanólogo microbiano, se considera a sí mismo un hombre aventurero. A la manera de los exploradores del siglo XIX, se involucró en una expedición que la ciencia no había podido concretar nunca, por la complejidad que implica adentrarse en proyectos de investigación de esta envergadura. Con 33 años, es el primero en lograrlo a cabalidad:
“Nadie puede prepararse para el sentimiento en sí. No sabes qué esperar. Realmente fue la preparación mental, estar en un pequeño sumergible sin enloquecer mientras buceas y despedirte del mundo ”, relató.
Hay científicos que se refieren a este tipo de esfuerzos como similares a las misiones espaciales, por las condiciones inhóspitas y poco accesibles a las que los investigadores tienen que someterse. Sin embargo, durante 12 horas en marzo de 2021, Onda y su equipo descendieron a observar el panorama a 10 mil metros de la superficie.
12 horas en la Fosa de Filipinas
El equipo de científicos no sabía qué esperar. Si bien es cierto que buscaban formas de vida nunca antes observadas, el horizonte era difuso: nadie nunca había entrado hasta ahí abajo.
Según Onda, la primera descripción que se tiene de la Fosa de Filipinas data de apenas hace 70 años. Un estudio más detallado se delineó en la década de los 70, aunque no se contaba con la tecnología necesaria para mirar más a detalle. Después de 50 años, éste fue el testimonio de Onda, tras bajar 10 mil metros en la Tierra:
“Fue una oportunidad para nosotros de ver lo que está sucediendo allí, que nunca antes se había visto ”, destacó el investigador. “Cuando estábamos a punto de llegar al fondo, esperaba ver cosas aterradoras que se arrastraban por las ventanas”.
Conforme descendían, se dieron cuenta de que un cuerpo blanquecino se acercaba a la nave. Al principio, pensaron que se trataba de una medusa. Una vez que se aproximaron lo suficiente, se dieron cuenta de que sólo era plástico. Así se aprecia en las imágenes recabadas en el estudio:
Éste fue uno de los hallazgos más importantes de la expedición: en la última trinchera del mundo hay basura humana, según describe el experto.
“Había muchos plásticos, un pantalón, una camisa, un osito de peluche, empaques y muchas bolsas de plástico. Incluso yo, no esperaba eso, y hago investigaciones sobre plásticos ”, dijo. “[…]. Ser testigo del alcance de la contaminación y ser testigo de la gravedad del problema de los plásticos desde la superficie hasta el fondo del océano, es otra cosa”.
Con esto, Onda y su equipo concluyeron lo que ya sabíamos: la basura se hunde y no desaparece. Por el contrario, alcanza hasta los últimos rincones del mundo. La misión de investigación más ambiciosa de Filipinas sirvió para confirmar que la contaminación atropogénica, más aún tras la pandemia por COVID-19, está alcanzando los recovecos más recónditos del planeta —y no se va a ir a ninguna parte, a menos de que la dejemos de producir.