Por Humberto Silva
Queridos amigos de Acrópolis:
Esta es mi tarjeta de Navidad, diseñada con el más grande de los deseos de tu bienestar de alma y cuerpo. No te llegará por correo como las de hace muchos años ni podrás colgarla en tu árbol, pero lleva el mismo cariño que las de ayer.
El árbol de Navidad con luces multicolores y el nacimiento de Jesús, diseñados con esmero familiar, ubicados en el sitio mas importante del hogar, invaden el espíritu con encontradas sensaciones y profundas emociones.
Evoco el sentimiento de Charles Dickens, en sus palabras… “Olvidemos falsos orgullos y discutibles dignidades, estimulemos la parte bondadosa de nuestro corazón, dejemos de suspirar por una mejor hermandad entre los seres humanos y encontrémonos, aprovechemos esta época de resurgible bondad y benevolencia. Hagamos que la Navidad dure todo el año”.
Prolonguemos la magia de Navidad, permanezcamos unidos lo que queda de este año y renovemos la intención para el que se acerca. Deseos que todos hemos sentido, cada nuevo año esperamos nos suceda lo mejor y pensamos dar a nuestros semejantes lo excelso de nosotros.
El 2023 se va y, precediendo la nostalgia de fin de año, vivimos en pleno la cercanía de la Navidad, mágico nombre como Dickens dijo, “solo al pronunciarlo penetra al cuerpo y al espíritu el deseo de acercarnos a nuestros semejantes, rodear su vida y la nuestra, de fraternal calor y respeto”.
Los preparativos para la cena, el intercambio de obsequios entre “amigos secretos” la familia alrededor de árbol y nacimiento, los evocadores villancicos, forman el preludio del brindis, que será de pie alrededor de la mesa, para celebrar el nacimiento de Jesús, la Noche Buena y Navidad son momento únicos que acercan sentimientos y alejan resentimientos.
La Navidad es un lago apacible en nuestras casas, en el centro de un paraje gris de concreto, turbulencia citadina enmarcada por individualismo recalcitrante, y competitividad sin freno, que hoy imperan.
Tratemos hoy, que mañana al voltear hacia atrás en nuestra vida no veamos ilusiones diluidas, anhelos desistidos ni amores perdidos en el desencanto.
En nuestro vivir cambiante nadie tiene seguro el disfrute de la Navidad del año venidero, entonces la que llegará en unos días podría ser nuestra última Navidad, vivámosla en paz, finquemos nuevas ilusiones, anhelos que cumplir, cultivemos nuestros amores y brindemos lo mismo a los demás.
La ilusión navideña trae consigo otras ilusiones que sentíamos perdidas, rescatémoslas porque por cada ilusión que renunciamos, la vitalidad de nuestro espíritu envejece y nosotros con él. No tener ilusiones es ser un viejo.
Persigue siempre una nueva ilusión, aunque sea sencilla ve tras ella y la felicidad la sentirás con matices diferentes cada día de tu vida, mientras la ilusión persista.
Feliz Navidad 23, espero verte algún día del 24.
Con cariño, Humberto.