¿Austeridad republicana? ¿Pobreza franciscana?
Los conceptos los puso de moda el presidente Andrés Manuel López Obrador a raíz de su llegada al poder, pero en la práctica no son nuevos.
Cuatro años después, sobre todo a raíz del robo de los archivos de la Secretaría de la Defensa Nacional por parte del grupo Guacamaya, ha quedado al descubierto que es puro cuento.
Algunos medios a los que se filtraron esos archivos han puesto al descubierto el escandaloso ritmo de vida que lleva la familia presidencial, que en nada envidian a lo que hacían los priistas y sus familias.
Tal vez habría que corregir que más bien la austeridad y la pobreza republicana y franciscana, respectivamente, aplican solo para el pueblo mexicano, pero no para el presidente y los suyos.
Antes de regresar del puerto de Veracruz a Xalapa, no quise dejar de visitar de
nuevo la casa en la que vivió y en la que murió el expresidente Adolfo Ruiz
Cortines.
En su momento, con el tiempo y por iniciativa de veracruzanos del puerto que fueron sus amigos, de sus descendientes, la convirtieron en un museo. Mi gran sorpresa fue que el inmueble, ubicado en la esquina de Miguel Alemán y Alvarado, número 10 (no muy lejos del ADO), está cerrado desde hace tres años, por la pandemia me dijo una persona que se asomó por una barda cuando toqué y me comentó que no se podía pasar.
Pero, oficio de viejo reportero, pude hacerlo y recoger muchos testimonios gráficos, de los muebles y las pertenencias que se mantienen intactos y que reflejan el ritmo de vida que llevó don Adolfo. Mientras recorría la casa, no podía dejar de pensar y comparar cuánta diferencia de este veracruzano ejemplar hoy ya olvidado con el actual
presidente, que se dice también veracruzano.
A su llegada al poder, el 4 de enero de 2019, AMLO presumió que vivía con 200 pesos en la cartera. “No tengo cuentas de cheque, no tengo tarjetas de crédito”, dijo en una de sus primeras mañaneras. No se sabía, entonces, de qué había venido viviendo durante tantos años cuando no se le conoció algún trabajo, ni formal ni informal, hasta que se ha
sabido que es el rey del cash.
Pero a lo que voy es que proclama austeridad y pobreza y que la recomienda como receta para los mexicanos, y sin embargo vive en un palacio, en el Palacio Nacional, con todos los lujos que ello implica. Mientras recorría la casa museo Ruiz Cortines me repetía algo que desde que la conocí por primera vez, hace ya muchos años, me dije: que debía ser un
lugar de visita obligada para todos los políticos, de cualquier signo, y de los aspirantes a serlo.
La mejor forma de predicar es con el ejemplo, y don Adolfo nos legó el testimonio invaluable de cómo se debe actuar desde el poder, sin abusar de él, como decía Juárez, viviendo en la honrada medianía. No vivía con lujos caros. Cuando dejó la presidencia uno de sus lujos fue tener una pequeña mesa dónde jugar dominó con sus amigos, una tina en su baño y un jacuzzi de entonces (casi semejante a un bote grande de los de plástico que hoy existen para almacenar agua).
Su casa tenía tres recámaras en la planta alta donde cabían, en una, una sola cama donde dormía cuando llegaba al puerto sin su esposa doña María Izaguirre, otra con dos camas individuales donde dormían cuando llegaban juntos, y una más para un hijo que murió muy joven.
Aparte, la sala, un pequeño salón de lectura, su oficina y la cocina de la casa, todas eras pequeñas y modestas, sin ningún lujo que sobresaliera. Los únicos lujos que se observan son las iniciales de sus nombres grabados en las cabeceras de madera de las camas, y el escudo nacional en los lados opuestos (somier o pillameras).
Eso es todo. El jardín es pequeño en comparación con los que tienen muchas residencias hoy día, pero por donde quiera se respira austeridad, honradez. Cuánto le haría bien al presidente López Obrador asomarse a la casa museo para que vea cómo hubo un presidente de México que, sin necesidad de demagogia, de engaño, vivió verdaderamente en la austeridad.
Cuánto bien les haría a los integrantes del gobierno cuitlahuista pedir que les abran el inmueble y que lo recorran para que vean que es posible pasar por el pantano oficial y no mancharse el plumaje. Me dolió que la casa museo esté cerrada. No me fue difícil imaginar que la pandemia fue un buen pretexto para que cerrara sus puertas, pero que debió haber sido el costo del personal y el mantenimiento que implica recibir
visitantes lo que obligó a ello.
Desde que la conocí hace ya muchos años, y cuando la visité en varias ocasiones con gobernadores en turno, pensé que por lo menos en el puerto debían llevar a los niños de las escuelas a conocerla para que les sirviera de lección de cómo gobernar con honradez.
Don Adolfo fue presidente priista, pero antes que eso fue veracruzano. He regresado a Xalapa preguntándome si la alcaldesa Patricia Lobeira, aunque panista, no podría rescatarla y reabrirla con apoyo de su administración, además porque fue impulsor del voto femenino, pues durante su gobierno, el 17 de octubre de 1953, le concedió a la mujer mexicana el derecho al voto y a ser votada a cargos de elección popular.
Porque pensar que los gobiernos morenos lo harán, no lo creo, ya que para ellos sería algo así como hacerse el harakiri pues no les conviene que la gente, los veracruzanos, vean lo que es la verdadera austeridad en un político; se les acabaría de caer el teatro.
¿Los priistas? ¡Ay! Ellos más que nadie son los que debieran tomar la iniciativa y rescatar a una de sus figuras políticas e históricas emblemáticas, ejemplo de verdadera austeridad republicana, que predicó en los hechos en lugar de hacer tanta alharaca hueca, vacía, pero si han tenido tanto tiempo olvidado a don Adolfo, no se ve por qué ahora quisieran rescatarlo.
Cuánto desearía que cuando regresara al puerto pudiera encontrar reabierto al público un verdadero símbolo en México de lo que es gobernar con honradez, pero que además, así como promueven el Acuario, las autoridades municipales lo promovieran para que todos lo visitaran y lo conocieran.
Mañana no habrá Prosa aprisa Lector, lectora, nos encontraremos el próximo lunes. Este jueves viajo a la Ciudad de México a recibir un reconocimiento del Club Primera plana junto con otros compañeros, una distinción que te hago extensiva porque sin ti, lo tengo
más que claro, no soy nada, no sería nada, así como también a todos mis compañeros que me publican en sus medios en prácticamente todo el estado.
Luego entonces, no me dará tiempo de redactar para publicar el viernes.