Por Humberto Silva Mendoza
Los antibióticos han sido recurso valioso en farmacología humana desde que casi casualmente Alexander Fleming, en el hospital Saint Mary de Londres, descubrió la penicilina. En años subsecuentes se han creado numerosos antibióticos que han alcanzado gran poder terapéutico, se han clasificado en diversos grupos, tanto por su origen, como potencia, toxicidad potencial y la especificidad para ciertos grupos de micro organismos.
El optimismo inicial de la antibiótico terapia fue evidente. A principios de los años setenta el eminente médico cirujano William Halsted Stewart escribió en revistas científicas “Es tiempo de cerrar el libro de enfermedades infecciosas y declarar ganada la guerra contra los gérmenes causales”, pero el tiempo ha demostrado que este pensamiento optimista, actualmente es totalmente equivocado.
El abuso eufórico que desencadenaron los antibióticos entre médicos y población mundial ha dado lugar a un fenómeno progresivo de resistencia bacteriana, viral, inclusive de los hongos, que ha llegado a ser un conflicto en la terapéutica.
El 30 de abril de 2014, en Ginebra, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró oficialmente la resistencia a los antibióticos y la designa como grave amenaza a la salud pública en el mundo.
En 2009, el científico inglés Timothy Walsh demostró en la India la existencia de diversas bacterias que tienen una enzima que destruye los antibióticos y, por lo tanto, las convierte en invencibles, la enzima se le denominó NDM-1 (Nueva Delhi Metallo B lactamasa-1). En estudios bacteriológicos posteriores se ha detectado el gen productor de esa enzima, denominándose gen blaNDM-1.
Tanto el gen como la enzima se han identificado en bacterias agresivas, comunes en la población mundial, como Escherichia Coli, Klebsiella Pneumoniae, que se encuentra frecuentemente en infecciones de vías urinarias y respiratorias.
La Pseudomona Aeruginosa, germen fatal con frecuencia, había sido controlado hasta hace algunos años con antibióticos poderosos del grupo betalactámico, como el meropenem, ampliamente utilizado en unidades de terapia intensiva, en pacientes con infecciones graves sistémicas, pero su eficacia ha sufrido menoscabo en los últimos años, debiendo asociarse a otros fármacos como cefalosporinas de tercera y cuarta generación y aminoglucosidos, que es un recurso eficaz, pero tiene efectos tóxicos renales y en oído, sobretodo en pacientes con disminución de la función renal, en quienes deben aplicarse ecuaciones específicas para calcular dosis adecuadas al grado de función renal del paciente, normal o deteriorada.
En el curso de la historia moderna se han encontrado diversos cambios en la sensibilidad de las bacterias que afectan la salud y vulneran la estabilidad ecológica salud-enfermedad.
Desafortunadamente, se ha observado que la población continúa usando antibióticos empíricamente, bien por compra con condescendencia de algún comerciante u obsequio de alguna persona que los guardaba en su botiquín.
Lo anterior, además de causar fracasos terapéuticos frecuentes, dejan huella de mayor resistencia al antibiótico más utilizado y elevando costos exponencialmente.
Actualmente, los médicos profesionales prescriben antibióticos con conocimiento de la sensibilidad bacteriana que tienen enfrente, las dosis y posología las ajustan de acuerdo a miligramos por kilo de peso o gramos en 24 horas, según el tipo de fármaco que se utilice, siempre sabiendo los antecedentes de antibióticos previamente recibidos por el enfermo, si tiene alergias conocidas y siempre tomando en cuenta el estado funcional de órganos excretorios como hígado y riñones, que eliminan los residuos metabólicos de cualquier sustancia que se introduzca en su organismo.
Cuando un antibiótico es potencialmente tóxico, a pesar de las precauciones enunciadas, muchos médicos sugieren a los pacientes que no adquieran el total de las dosis anotadas en la receta, sino que compren cierto numero de unidades y vayan adquiriéndolas progresivamente, pidiendo al farmacéutico vaya despachando y anotando las unidades entregadas, así en caso de suspenderse el medicamento por alguna reacción, no quedaran con unidades que ya no se utilizarán y habrán hecho el gasto, que suele no ser ligero.
El médico, generalmente, explica al paciente que existe un fenómeno llamado “idiosincrasia”, que consiste en lo siguiente, “cualquier fármaco puede causar cualquier reacción, leve o grave, sin importar la dosis administrada, así haya recibido previamente al fármaco en cuestión, o nunca lo haya recibido”.
La idiosincrasia es aplicable a cualquier fármaco y en los antibióticos es especialmente relevante
La Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud, en Bogotá, el 03 de marzo de 2021, declararon que cada año había en el mundo 700 mil muertes debido a resistencia a los antibióticos y ya habrán 10 millones de muertes con costo de 100 billones de dólares para el año 2050.
Tenga en cuenta estas consideraciones, no se auto recete, consulte al médico de su confianza, él sabrá cómo prescribir el medicamento que usted necesita y con el menor grado de riesgos para su salud.
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