01 de noviembre del 2025. Xalapa, Ver.- Entre el aire húmedo y salado del puerto de Veracruz, aún se alza la silueta oxidada de una montaña rusa que alguna vez hizo reír a miles de niños. Es el esqueleto de Reino Mágico, el parque de diversiones inaugurado en 1988 como símbolo del progreso y la alegría familiar, hoy convertido en uno de los espacios más enigmáticos del estado. Tras el cierre de sus puertas, el silencio de sus pasillos fue ocupado por algo más: las leyendas.
Con el paso de los años, el parque se transformó en el escenario de una mitología urbana que mezcla nostalgia, miedo y memoria. En sus estructuras abandonadas, entre los árboles que han crecido desbordando los juegos, los veracruzanos aseguran que las risas no se extinguieron, sino que cambiaron de forma.
Pocos recuerdan que el terreno sobre el que se levantó el parque fue, en el siglo XIX, el antiguo Panteón General de Veracruz. Cuando se decidió construir Reino Mágico, los restos humanos fueron trasladados… o al menos eso se dijo. Muchos habitantes aseguran que no todas las tumbas fueron removidas, y que bajo la capa de cemento permanecen huesos, lápidas y memorias.
Esa herencia fúnebre fue el germen del mito. Como si la tierra misma recordara su pasado, comenzaron a circular historias de luces extrañas, sombras que cruzaban los caminos y voces infantiles que resonaban después del cierre. Lo que fue un parque de recreo se convirtió, poco a poco, en un espacio de frontera entre lo vivo y lo muerto.
Entre todas las historias, ninguna ha cobrado tanta fama como la de la estatua de Blancanieves y los siete enanitos, colocada cerca de la entrada principal. Desde hace años se dice que, durante la noche, la figura se mueve, parpadea o cambia de posición.
En 2023, un video viral mostró —según los internautas— a la escultura desplazándose lentamente, lo que reavivó las teorías sobre su supuesta posesión. Un antiguo trabajador del parque relató que una noche, mientras hacía guardia, escuchó una voz femenina que lo llamaba por su nombre desde la zona donde estaban las figuras:
“¿Cómo que dónde estamos? ¿Qué no nos ves? ¡Aquí estamos!”, habría dicho, según su testimonio.
Para muchos, la idea de una Blancanieves embrujada resulta escalofriante; para otros, es la forma en que el parque se resiste al olvido. Desde la antropología simbólica, esta historia representa la animación de lo inerte, el deseo —y el miedo— de que aquello que amamos vuelva a la vida, aunque sea en forma de espectro.
Otras leyendas señalan que las antiguas albercas del parque guardan presencias invisibles. Visitantes y trabajadores aseguran haber sentido “manos que los jalaban hacia el fondo”, o haber escuchado risas mientras el agua permanecía inmóvil.
Hay quien interpreta estos relatos como la manifestación de las almas que quedaron atrapadas bajo el parque, herencia de los cuerpos que alguna vez descansaron en ese suelo. El agua, símbolo de purificación en la cosmovisión prehispánica y cristiana, se vuelve aquí espejo del miedo: un portal líquido entre la memoria y el olvido.
A lo largo de su historia, Reino Mágico acumuló también tragedias reales que alimentaron su reputación. Vecinos y ex empleados hablan de accidentes mortales en juegos mecánicos, de trabajadores fallecidos durante la construcción, o de visitantes que nunca regresaron por la misma salida.
Más allá de su exactitud histórica, estas narraciones funcionan como relatos de advertencia y redención, muy al estilo de las viejas leyendas coloniales. En ellas, el parque deja de ser un simple espacio de recreación para transformarse en un escenario moral, donde el exceso, la imprudencia o la profanación tienen un precio.
En la era de internet, las leyendas de Reino Mágico han encontrado un nuevo hogar.
En foros como Reddit y Facebook, usuarios narran sus experiencias personales con una mezcla de humor y temor. Uno comenta:
“Reino Mágico ya es meme, pero sí, se siente raro andar ahí… escuché voces desde la maleza.”
Otro usuario escribió:
“La Blancanieves está poseída… es hasta demasiado obvio cómo se mueve.”
Videos aficionados muestran columpios balanceándose solos, luces encendiéndose sin corriente eléctrica, y sombras que se deslizan entre los escombros. La línea entre documento y ficción se diluye: los nuevos mitos nacen de píxeles, pero conservan la fuerza ritual del relato oral.
Desde una mirada antropológica, las leyendas de Reino Mágico expresan la necesidad humana de llenar con significado los espacios vacíos. Cuando el parque dejó de ser punto de reunión, el imaginario colectivo ocupó su lugar. Así, lo que antes fue símbolo de vida se transformó en territorio del misterio, y su nombre —Reino Mágico— adquirió un tono irónico y profético.
El fenómeno responde también a una constante cultural mexicana: la convivencia entre lo sagrado y lo profano, entre la muerte y la diversión. Tal como los panteones se convierten en jardines en el Día de Muertos, un parque sobre un cementerio puede volverse santuario de fantasmas.
El antropólogo Claude Lévi-Strauss escribió que los mitos son “máquinas de resolver contradicciones”: Reino Mágico resuelve la suya convirtiendo la risa en eco, la alegría en miedo y el abandono en historia.
Hoy, Reino Mágico permanece cerrado al público, cubierto de maleza y memoria. Pero, como en toda leyenda viva, no está muerto: su magia persiste en la palabra, en los videos, en las conversaciones de quienes juran haber visto algo moverse entre las sombras de sus atracciones.
Quizá, en el fondo, eso sea lo verdaderamente mágico: que el parque que alguna vez albergó sueños infantiles, ahora sea un lugar donde los sueños —y las pesadillas— de toda una ciudad siguen jugando a las escondidas.
Porque en Veracruz, donde la vida y la muerte siempre han compartido escenario, hasta los parques abandonados, saben cómo seguir contando historias.
