Por David Uscanga
En Islandia se ubica Vaxa Technologies, una empresa que opera una granja futurista de alta tecnología en donde se cultivan microalgas como la Nannochloropsis y la Arthospira, conocida como espirulina. Este proyecto utiliza energía renovable, agua y emisiones de CO2 de la planta geotérmica para producir hasta 150 toneladas métricas de algas al año, destinadas tanto al consumo humano como al pienso para peces y camarones. La instalación emplea fotobiorreactores con luces LED rojas y azules, controladas por aprendizaje automático, para optimizar el crecimiento de las microalgas, que se cosechan diariamente en un 7% y tienen una huella de carbono negativa.
Estas algas son ricas en proteínas, carbohidratos, omega-3, ácidos grasos y vitamina B12, lo que las posiciona como un posible superalimento para combatir la inseguridad alimentaria global; asimismo, se explora su uso en cosméticos, farmacéuticos, biocombustibles y como sustituto del plástico, con un mercado proyectado en 25 mil 400 millones de dólares para 2033. Además, la Agencia Espacial Europea y la Institución Tecnológica Danesa planean probar su cultivo en la Estación Espacial Internacional, lo que refleja el creciente interés en su potencial sostenible.
A pesar de sus beneficios, las microalgas enfrentan retos para convertirse en un alimento cotidiano, por ejemplo, la textura, descrita como poco firme, y el sabor como el del pescado en algas de agua salada, aunado a que su digestión es complicada por la pared celular robusta de algunas variedades como la chlorella.
Actualmente, se sugiere incorporarlas en productos como pan o pasta para mejorar su aceptación, demostrando un enfoque práctico para integrar este superalimento en la dieta sin alterar hábitos alimenticios tradicionales.