CIUDAD DE MÉXICO.
Junto al barrio de Tepito, en la calle de Labradores 20, estuvo durante diez años, de 1975 a 1985, la sede de Peña Morelos, una iniciativa creada por un grupo de promotores autodidactas que hacía llegar el teatro, la danza, la música, el cine y hasta el baile a las calles, vecindades y plazas de la colonia Morelos.
Con la convicción de que “la cultura transforma vidas”, el colectivo organizaba actividades que combinaban “el goce y la crítica”, recuerdan algunos de sus fundadores, como Mauricio Castro, Diego Cornejo, Cuauhtémoc García y Enrique Hernández, que ofrecían de manera gratuita a los habitantes de la zona.
Esta década de trabajo, comenta Alfredo Matus, director de la Galería José María Velasco del INBAL, ubicada en la Morelos, “es una etapa inédita, poco conocida”, por lo que la presentan en la exposición histórico-documental “La inverosímil historia de Peña Morelos”, que reúne 80 imágenes, entre fotografías, carteles y un video, y se
inaugurará mañana sábado a mediodía.
Matus agregó que este homenaje, que reconoce la aportación de Peña Morelos, es una de las actividades con las que festejan los 70 años de vida de la galería, que este 2021 trabaja con un presupuesto de un millón de pesos.
Mauricio Castro, quien vive en la antigua sede de la peña, narró que “la atmósfera de la zona era mágica; siempre me deslumbró todo lo que hacía la gente, los oficios que cultivaban, la colaboración vecinal, los personajes que recorrían las calles; era muy motivante”.
Diego Cornejo ratificó que realizaban un trabajo horizontal. “Nos relacionamos con grupos de exiliados centro y sudamericanos. Veníamos de los movimientos de 1968 y 1971. No teníamos un solo centavo, los artistas no nos cobraban y todo era gratis. Creo que esto ya no se podría hacer ahora”.
Para Cuauhtémoc García, uno de los pilares fundadores del colectivo fue la identidad y la orientación ideológica. “Éramos unos chicos locos y alborotadores. Hicimos del arte una actividad más del quehacer cotidiano. Éramos trabajadores de la cultura independientes, autónomos, nos gustaba hacer las cosas sin censura, por lo que motivábamos una visión crítica”.
Incluso, contó que desde el principio tomaron la casa abandonada que convertirían en su local, con una galería y un foro teatral. “Todo lo hacíamos nosotros, contactábamos a los artistas, pegábamos carteles, cargábamos templetes, poníamos luces. Y en el trayecto comíamos tortas de frijoles o íbamos por pozole a la calle Hortelanos”.
Finalmente, Enrique Hernández evocó que “era impresionante ver a 20 músicos de orquesta metidos en una vecindad; hicimos una forma de vida dentro de la cultura, 90 por ciento de quienes participaron seguimos en esto, porque la cultura transforma, y cambió la vida de muchas personas del barrio, la vieron de otra manera”.
(nota excelsior)