REUTERS
El Papa Francisco dijo el jueves que Latinoamérica vive una “plaga” de violencia y feminicidios y pidió a sus obispos “robarle” los jóvenes a la calle, durante una reunión con autoridades eclesiásticas como parte de su gira por Panamá.
A pesar de que Latinoamérica sólo alberga al 9 por ciento de la población mundial, allí se comenten el 39 por ciento de todos los homicidios del mundo, lo que la convierte en la región más violenta del planeta, según cifras del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
“Son muchos los jóvenes (…) que se encuentran sumergidos en situaciones altamente conflictivas y de no rápida solución: violencia doméstica, feminicidios -qué plaga que vive nuestro continente en este sentido-, bandas armadas y criminales, tráfico de droga, explotación sexual”, dijo el Papa durante una reunión con obispos de Centroamérica.
“Exhorto a promover programas y centros educativos que sepan acompañar, sostener y potenciar a sus jóvenes: róbenselos a la calle antes de que sea la cultura de muerte la que, vendiéndoles humo y mágicas soluciones, se apodere y aproveche de su imaginación”, agregó el primer Papa latinoamericano.
En cuatro países de la región -Brasil, Colombia, México y Venezuela- se cometen un cuarto de todos los asesinatos del mundo y de las 50 ciudades más violentas del mundo, 43 son latinoamericanas, de acuerdo a cifras del BID.
Además, 2.795 mujeres fueron asesinadas en 2017 en América Latina y el Caribe. El Salvador, Honduras y Belice tienen la tasa más alta de la región y Brasil y México la mayor cantidad de casos, según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), un organismo dependiente de la ONU.
Francisco llegó la tarde del miércoles a Panamá para participar de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), un evento trienal que reúne a decenas de miles de jóvenes católicos.
Es la primera vez que el Papa visita Centroamérica, una región que se enfrenta a la migración forzada, la pobreza y la violencia. Desde mediados de octubre, miles de centroamericanos han viajado al norte, a través de México, en busca de llegar a Estados Unidos para cumplir con el llamado “sueño americano”.
Las masivas caravanas han desatado la ira de Donald Trump, quien insiste en levantar un muro en la frontera entre Estados Unidos y México para detener a los migrantes ilegales.
“No basta sólo la denuncia”, dijo Francisco, un cura franciscano cuyo padre huyó de la Italia fascista a Argentina, donde nació en 1936. “La Iglesia, gracias a su universalidad, puede ofrecer esa hospitalidad fraterna y acogedora para que las comunidades de origen y las de destino dialoguen y contribuyan a superar los miedos y recelos”, agregó.
Más tarde, en la inauguración oficial de la JMJ y en clara alusión a Trump, el Papa criticó a los “constructores de muros” y pidió a los jóvenes asistentes ser “constructores de puentes”.
Miles de jóvenes ondeando las banderas de sus países oyeron, embelesados, al Sumo Pontífice. Unos sostuvieron banderas de Venezuela con la inscripción de “libertad” y otros posaron con el pendón de Nicaragua de cabeza, en señal de protesta contra el gobierno de Daniel Ortega.
En sus discursos del jueves, Francisco citó pasajes de las homilías de Óscar Romero, quien se convirtió el año pasado en el primer santo de El Salvador y Centroamérica luego de ser asesinado por su prédica en favor de los desposeídos durante los años más violentos del país.