“Dios es un misterio, pero un misterio comprensible. Solo tengo admiración cuando observo las leyes de la naturaleza, No hay leyes sin un Legislador”, Albert Einstein. (cit. en William Hermanns, Einstein and the Poet: In Search of the Cosmic Man, Ed Branden books, 1983 p. 106).
Los científicos y quienes se dedican a alguna rama de la academia con vocación razonada, se niegan a aceptar la existencia de un Dios creador del universo y a venerar a cientos de imágenes y estatuillas de vírgenes, santos y mártires, cuando menos durante gran parte de
la juventud y madurez etaria y profesional.
Los científicos han asumido que la fe se basa en conceptos puramente emocionales e irracionales y no pueden compaginarse con los principios del método científico, exigente de la evidencia como base del razonamiento. Los dogmas de fe no tienen explicación en la ciencia si no tienen causas demostrables ni son repetibles, como sucede en todo fenómeno científico.
La ciencia exige saber cómo se ha generado lo que se sabe, la Fe no cuestiona cómo se ha sabido en lo que se cree, exige creer sin dudar en la Palabra de Dios, “la que nadie sabe cuándo, dónde a quién y cómo la dijo”.
Los historiadores Edward Larson de la Universidad de Georgia y Larry Withman del Instituto Discovery de Seattle, ganadores del premio Templeton por su artículo “Ciencia y religión” publicado en la prestigiada “Nature”, en 1997, demostraron que en los Estados Unidos el 60% de los científicos no son profesantes de fe religiosa, de ellos el 45% se declaran ateos y el 15% se sienten agnósticos, concepto creado por Thomas Henry Huxley en 1869, es decir, sin
ser antirreligiosos aceptan la fe como una opción personal de cada ser humano, la respetan sin compartirla.
La revista Nature en su número 386, Págs. 435-436 da un 93 % de ateísmo entre científicos dedicados a las ciencias naturales. El psicólogo James H. Leuba, abocado a la psicología de la religión, (1868-1946), escribió en 1933, que “conforme la cultura del mundo avance haya más académicos y científicos, las religiones irán perdiendo adeptos”.
Muchos científicos se han declarado ateos, todos conocemos a muchos con esta filosofía personal, pero hay un respetable número de científicos creyentes en Dios. Albert K. Chesterton, escritor inglés inicialmente ateo recalcitrante, cuando un reportero le preguntó cuanto creía en Dios y cómo catalogaba su nueva fe, respondió; “¡Es una catedral!, a ella se parece todo el edificio de mi fe; de esta fe mía demasiado grande para poder recibir una descripción detallada y de la que con gran esfuerzo, puedo apenas determinar las edades de sus distintas piedras”.
Albert Einstein en su conferencia magistral denominada “Ciencia y Religión” en la universidad de Princeton, New York en 1941 dijo, ”No puedo concebir un científico genuino sin una fe profunda; la ciencia sin religión es coja, la religión sin ciencia es ciega y si Dios no existe, habrá que inventarlo”.
El físico español Antonio Fernández Rañada, en su obra “Los científicos y Dios”, 2000. dice, “Lo que se suele entender por Dios en nuestra cultura es el Dios personal de las religiones monoteístas, judaísmo, cristianismo o islamismo. Es un ser creador y mantenedor del mundo, que administra justicia en una vida futura, es posible tener una relación personal y directa con Él, se le puede adorar, rezar, amar, agradecer o hablar”. (citado en “La ciencia frente a las creencias religiosas”, Juan A. Aguilera Machondo, Univ. de Granada (www.ugr.es).
Lógicamente este concepto acomoda al creyente, así siente a su Dios como un ser protector, confidente y rector de su felicidad.
El Dr. Francis Collins, director del Proyecto Genoma Humano (Human Genome Project) ha repetido en diversos medios; “he dirigido un consorcio de científicos en la lectura de 3.1 billones de cartas del genoma humano, nuestro libro de instrucciones biológicas del Ácido Desoxirribonucleico (ADN)”.
“Como creyente veo en el ADN, la molécula de información de las cosas vivas, lo que les pasará en su vida y de que morirán, es el plan y lenguaje de Dios”.
En su texto se percibe la armonía que siente en las verdades emitidas por la ciencia y la fe y concluye que el Dios de la Biblia es también el Dios del genoma. A Dios se le puede encontrar con evidencia innegable, cuando investigamos y comprendemos su majestuosa y asombrosa creación. “La ciencia el medio para creer en Dios”.
Muchos ateos y agnósticos iconoclastas han olvidado su rechazo a la religión cuando alguna desgracia insoluble, ha abatido su fortaleza y deprimido su esperanza. Entonces han volteado “hacia donde debe estar Dios” y muchos incrédulos han recreado su fe, después de una inesperada solución a un conflicto considerado imposible.
Newton, Pasteur, Copérnico, Mendel, Kepler, Von Braun y Einstein fueron creyentes convencidos. “La humanidad necesita entablar un diálogo concertado entre científicos puros y creyentes convencidos, para comprender la interrelación existente entre ciencia y fe”.
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