Desde los albores de su existencia Xallapan ha sido prolífica en hierbas medicinales bien conocidas por nuestros antepasados indígenas, que hicieron de la medicina una disciplina estrictamente cumplida.
En Archivo Municipal de Xalapa, Archivo Histórico del Puerto de Veracruz, Archivo General de la Nación y otros recintos venerables, se encuentran testimonios de diagnósticos y tratamientos médicos autóctonos en el siglo XVI. ¿Qué hacía el médico de Xallapan en la época prehispánica, para enfrentarse a la enfermedad?
Los españoles dejaron testimonio de su asombro al conocer al Tícitl, el médico técnico con vastos conocimientos terapéuticos, en el altiplano mexicano. (Alfredo López Austin, “Cuarenta Clases de magos”, Instituto de Investigaciones Históricas, México). Fueron profesionales de la medicina que para ejercerla eran examinados por jurados que dictaminaban su aptitud para el ejercicio público (Francisco Flores, Historia de la Medicina en México, 1886).
Las migraciones Teochichimecas y Toltecas hacia el oriente de nuestro México trajeron a Veracruz y Xalapa a curanderos con recursos medicinales enriquecedores de la ciencia curativa en nuestra región.
Otro tanto hicieron las marchas guerreras de los Mexicas hacia el Golfo de México, como el célebre arribo bélico de este grupo étnico a Cempoala y Cotaxtla, en 1457, en cuyo frente de batalla venían guerreros reales como Atzayácatl, Tizoc y Ahuizotl, hermanos de sangre. Importante desplazamiento de conquista interna que trajo consigo la rica cultura médica que ya tenían estos guerreros y cuyo conocimiento desgranaron entre nuestra cultura totonaca.
Totonacapan tenía orgullosa tradición terapéutica. Escritos de diversas épocas ubican a Xallapan rodeada de numerosas plantas curativas.
Xallapan ha dado célebres remedios al mundo, quizá el más famoso sea “La raíz de Xalapa” fuerte purgante de flor bella y delicada. Es un convólvulo de la especie Ipomea y los conquistadores la llevaron a Europa. En 1860 se exportaban 150,000 kilos al año, con un costo de 4 francos el kilo.
El acocote (comino) útil para estimular la digestión y “ventosear”. El Xinene (aguacate) cuyo hueso pulverizado lo usaban para curar sarna y hongos de la piel. El cuajilote (original del Golfo de México) efectivo contra “enfermedades causadas por humedad”. El Estafiate (Hierba maestra) abundante en Xalapa y cuya infusión se usaba para “bajar la regla o matar gusanos intestinales”.
Las formas farmacéuticas eran numerosas, como maceraciones, cocimientos, polvos secos de diferentes plantas. Los antiguos veracruzanos, como los mexicas, clasificaban los medicamentos en verdaderos capítulos terapéuticos.
Don Fernando Ocaranza en su tradicional “Historia de la medicina en México”, editado en 1934, clasifica los medicamentos herbolarios de nuestros ancestros como: antieméticos, diuréticos, sudoríficos, abortivos, antiabortivos, antidiarreicos, anestésicos e innumerables títulos más, que demuestran el amplio conocimiento precortesiano de la farmacología vegetal.
El curandero de nuestro oriente veracruzano manejaba los recursos herbolarios con prudente sapiencia. Revisar estos sucesos del vivir precortesiano, es apasionante. “El curandero”, el Ticitl título de más abolengo y alcurnia académica, fue un personaje que merece un reconocimiento solemne de las generaciones de médicos actuales, pero no saben que existió.
Los españoles conquistadores compararon asombrados los conocimientos del Tícitl con los de los médicos europeos de la época; “entendido y conocedor de las propiedades de yerbas, árboles y raíces, sabe curar a los enfermos, casi vuélvelos a la vida, también tiene el oficio de concertar los huesos, purgar, sangrar y dar puntos, curar llagas, gota, mal de los ojos, y cortar carnocidades de ellos” (Francisco del Paso y Troncoso, “Nomenclatura de los vegetales”, Anales del museo nacional de México, 1886).
Un documento al que dedicaremos futura atención es el “Códice De la Cruz-Badiano”, testimonio de recursos terapeuticos indígenas en la era de la conquista, escrito en 1484 por Martín de la Cruz, indígena de San Juan Tlaltelolco, ilustrado por tlacuilos, artistas náhuatl del arte en color. El códice estuvo extraviado cuatro siglos, hallado en la biblioteca del Vaticano en 1929 y devuelto a México por Juan Pablo II.
Este tesoro del arte y conocimiento náhuatl se conserva en el Instituto de Antropología e Historia, de la Ciudad de México.
Como en otros tópicos de la historia prehispánica de nuestro México, nuestra medicina autóctona frece un amplio panorama de estudio, plagado de sorpresas.
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