Hace 43 años y 5 meses, la sonda espacial Voyager 2 inició el viaje más largo que cualquier objeto creado por la humanidad ha emprendido.
La forma para contactar con Voyager y otras misiones que viajan a distancias interplanetarias es la Deep Space Network (Red del espacio profundo), un complejo operado por la NASA y formado por tres estaciones ubicadas en Madrid, California y Canberra con al menos cuatro antenas cada una, distribuidas en puntos estratégicos del planeta.
El objetivo de la Deep Space Network es mantener un campo de visión amplio, que permita contactar con las misiones espaciales en curso. Ahora mismo, la antena principal del complejo ubicado en Madrid (DSS63) mantiene contacto con Perserverance, la ambiciosa misión de la NASA que este 18 de febrero aterrizará en el cráter Jézero en Marte, mientras que la (DSS25) de California, apunta hacia Juno en su larga misión a Júpiter (aquípuedes ver a dónde apunta en tiempo real cada estación en funcionamiento de la DSN).
De las tres estaciones repartidas en diversas regiones del planeta, la única capaz de contactar con Voyager 2 es la Deep Space Station 43 (DSS43), ubicada en Canberra, Australia.
Esta comunicación se interrumpió en marzo de 2020, cuando la NASA anunció que la antena de 70 metros de diámetro se sometería a un mantenimiento de rutina, que involucraba una actualización de hardware y nuevos transmisores de radio, entre otros sistemas. El apagón de la estación implicaba un silencio dramático, con la confianza en que los sistemas autónomos de Voyager 2 se mantuvieran en funcionamiento tal y como lo han hecho en los últimos 43 años y 5 meses.
Las tareas de mantenimiento de la estación cortaron la comunicación entre la agencia espacial y la Voyager 2 durante casi un año: a pesar de que las antenas más pequeñas del complejo australiano seguían recibiendo datos de Voyager 2, la NASA no podía enviar mensajes a la sonda que actualmente se encuentra a 18 mil 983 millones de kilómetros de distancia de nuestro planeta, es decir, a 126 unidades astronómicas (128 veces la distancia entre el Sol y la Tierra) de nosotros.
Esta distancia equivale a 17.35 horas luz. Lo que significa que para enviar un mensaje con la sonda, hacen falta 17.35 horas para que el mensaje enviado a la velocidad de la luz alcance su ubicación exacta. Una vez recibido, la respuesta de Voyager 2 deberá recorrer el mismo camino antes de que las ondas lleguen a la Tierra, de modo que un ciclo de comunicación entre ambos se demora hasta 35 horas.
Después de 11 meses de trabajos, la NASA decidió que DSS43 volverá a apuntar a Voyager 2 y el viernes 12 de febrero, restauró exitosamente la comunicación entre la Tierra y la mítica sonda espacial, lanzada en agosto de 1977.
A una velocidad promedio de 17 kilómetros por segundo, Voyager 2 continúa su largo viaje hacia los confines del Sistema Solar, a donde ningún objeto creado por la humanidad ha llegado jamás.
En 2018, la NASA confirmó que la sonda espacial ingresó al espacio interestelar, la región donde finaliza el Sistema Solar, en la que la atracción y el viento solar dejan de influir en el espacio.
La agencia espacial confía en que la odisea iniciada por la sonda en 1977 continúe en funcionamiento enviando mensajes de radio durante al menos tres años más, un éxito rotundo considerando que la misión original tenía prevista una duración de un lustro con el fin de explorar Júpiter y Saturno, los gigantes gaseosos de nuestro Sistema Solar.