OAXACA, MEXICO - NOVEMBER 1: People visit the grave of relatives with flowers and candles during of the Day of the Dead celebrations, on November 1, 2012 in Oaxaca, Mexico. (Photo by Claudio Cruz/LatinContent/Getty Images)

Por Humberto Silva Mendoza

“Muchas costumbres que se han conservado como tradiciones sumergidas en los ancestros del tiempo, son en realidad producto de recientes siglos” (A. Giddens, “Un mundo desbocado”. Taurus Ed. Buenos Aires, 2000)

A la celebración de Todos Santos y fieles difuntos se les otorga origen prehispánico, calificativo emitido en los años treinta del siglo pasado por el gobierno cardenista e intelectuales de la época, que atribuyeron a las mexicas ceremonias no registradas en la época colonial ni en la era de independencia, pero que les dieron un sentido prehispánico atractivo de creer.

American Folkways (Vida tradicionalista en América) editada en México por Francés tours, difundió en aquellos años esa ideología nacionalista del gobierno del general Cárdenas. Estos datos históricos permiten entrever la inexactitud del verdadero origen de esta tradición en México, antes de la colonización hispana. (Elsa Malvido, Festividad indígena dedicada a los muertos en México. (CONACULTA, cuaderno 16, 2010).

Eminentes arqueólogos mexicanos, Eduardo Matos Moctezuma, Carlos Navarrete y Leonardo López, entre otros, disienten en diversos aspectos del origen prehispánico del día de muertos. El Dr. Eduardo Matos dice en su magnífico libro “La muerte entre los mexicas” de editorial Tusquets. 2010 “A través de la etnografía, se obtiene conocimiento de la cosmovisión impuesta por los españoles al emprender la conquista más severa a que puede someterse a un pueblo, la espiritual, al imponer creencias traídas del mundo occidental, como el alto costo de la muerte”.

La muerte es una imagen, un sentimiento, una deidad en los mexicanos, se sienten cerca de ella y en las fiestas de Todos Santos la veneran. Recuerdan con fervor a “sus muertitos” y “se comen la muerte a puños” en las figuras de azúcar y chocolate, disfrutan riéndose de las catrinas y las “calaveras” versadas.

En todos los países se ha venerado a la muerte con respeto, devoción y temor. Cuando llegaron los españoles a “el nuevo mundo”, los diversos grupos étnicos tenían ceremonias y fechas diversas para celebrar a sus difuntos.

Elsa Malvido y Eduardo Matos han escrito en artículos y libros, sobre el origen verdadero de esas celebraciones en la era prehispánica e insisten en la influencia de la ideología cardenista para ubicar la época precolonial como cuna de esas fiestas, enfatizan que las ceremonias de muertos mexicanas son españolas, coloniales, cristianas y “en algunos aspectos hasta romanas”, enseñadas a indígenas y mestizos por frailes evangelizadores.

La Dra. Malvido refiere: “el Abad de Cluny, región de Borgoña, Francia, en el siglo XI (1001-1100 d.C.), uno de los núcleos intelectuales más importantes de Europa medieval, insertó la celebración en los días 1 y 2 de noviembre en honor a los macabeos”, guerreros de Judea, feroces defensores de la ley y el templo de Moisés. “La iglesia romana lo aceptó y fue aprobado en el Concilio Ecuménico de Trento, que trataba de resolver la crisis de la iglesia católica por la reforma protestante y la resolución fue, posiblemente, un recurso que ayudó a su favor”. (cuaderno 16, CONACULTA).

En la edad media, Castilla y Aragón, honraban a los muertos haciendo pan con figuras de huesos y cráneos, en Italia elaboraban dulce con forma de frutas y animales a los que bautizaban. Es posible que la rosca haya nacido en esa época, con el significado de “una secuencia, sin final”.

En México colonial e independiente se celebraban a todos los santos, los días 1 y 2 de noviembre con una verbena popular llamada “Paseo de todos los santos”, hacia 1880 esa verbena adquirió mucha popularidad y en los cementerios se comía y bebía en honor de los muertos.

Aunque diversos estratos religiosos e históricos no están de acuerdo, existen evidencias de que las fiestas del 1 y 2 de noviembre datan del medioevo católico y no de la tradición mexica prehispánica.

El camino de flores de cempasúchil (del náhuatl, cempohualxochitl, 20 flores), el papel picado, los cráneos de azúcar y diversos bocadillos, no tienen origen cultural mexicano, son tradiciones católicas jesuitas de Europa medieval y emanadas de la época romana.

La velación nocturna del muerto es costumbre católica europea. La Dra. Elsa Malvido, en “Taller de estudios sobre la muerte” (INAH), llegó a dos reflexiones, la primera: “Las fiestas del 1 y 2 de noviembre, que honran a los difuntos son de origen católico, datan del siglo X en Europa y desmitifican “la invención política y aceptación antropológica de su origen prehispánico”.

La segunda: existen evidencias de que el ser humano, desde antiguas épocas realiza rituales con esperanza de alcanzar una nueva vida después de la muerte, eternizar el recuerdo de sus antecesores y su memoria no se borre.   (www.estudioshistóricosinha.gob.mx)

 El Dr, Eduardo Matos ha expuesto: “estamos ante la paradoja de la vida y la muerte, a través de la muerte llegamos a la vida y esta nos conduce a la muerte, es el ciclo vital que ocurre día tras día, año con año”.

Sea prehispánica o colonial su origen, estas festividades se han convertido en tradición popular hermosa, como se disfruta en las imágenes de Veracruz, Oaxaca y Michoacán que engalanan este artículo, que son obra del Dr. Héctor Montes de Oca Flores.

El duelo del pasado se convierte en tradición y fiesta del presente, celebrado con alegría y recogimiento familiar, disfrutémosla, sigamos heredándola a nuestros hijos,

hsilva_mendoza@hotmail.com

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