Por Alan Sayago
A unos días de que termine el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, es inevitable hacer una reflexión crítica sobre su mandato y el legado que deja. Desde que asumió el poder en 2018, AMLO prometió una transformación histórica con la llamada “Cuarta Transformación” (4T), buscando no solo cambiar el país, sino también ser recordado como uno de los grandes líderes de México. Pero como Milan Kundera nos plantea en su novela “La inmortalidad”, la obsesión por dejar una huella en la historia puede ser una trampa. Kundera sugiere que la inmortalidad política no se trata de ser recordado por la magnitud de nuestras acciones, sino de cómo somos percibidos y, muchas veces, distorsionados por quienes nos sobreviven. En este sentido, el afán de López Obrador por trascender y consolidarse como una figura mítica en la historia mexicana podría acabar siendo un esfuerzo vacío, alejado de la realidad presente del país.
AMLO ha expresado en numerosas ocasiones su admiración por Benito Juárez, uno de los personajes más influyentes de la historia de México, a quien ve como un modelo a seguir. Incluso ha afirmado que aspira a ser un heredero de su legado. Sin embargo, a lo largo de su sexenio, las decisiones que ha tomado parecen reflejar una desconexión entre su deseo de ser inmortalizado y las realidades del país que ha gobernado. Desde su llegada al poder, López Obrador se embarcó en la construcción de proyectos monumentales como el Tren Maya, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles y la refinería Dos Bocas. Estas obras, presentadas como símbolos de su legado, han generado controversias sobre su utilidad y su impacto ambiental. En lugar de resolver problemas urgentes, como la pobreza o la inseguridad, AMLO ha priorizado proyectos que, en su visión, le garantizarían un lugar en los libros de historia.
Aquí es donde entra la crítica de Kundera: la búsqueda de la inmortalidad puede convertirse en una obsesión que distorsiona las prioridades. En “La inmortalidad”, los personajes buscan trascender a través de sus acciones, pero Kundera señala que ser recordado no garantiza ser comprendido o valorado en su justa medida. AMLO ha intentado dejar una marca imborrable, pero los proyectos que lo obsesionan podrían no tener el impacto que él imagina. El Tren Maya, por ejemplo, ha sido objeto de protestas por parte de comunidades indígenas y activistas ambientales que han señalado los daños irreparables al ecosistema. A pesar de estas críticas, el presidente ha seguido adelante con el proyecto, argumentando que será un motor de desarrollo para el sureste de México. Pero, como plantea Kundera, ¿qué sentido tiene un legado si está construido sobre la devastación y el conflicto?
Otro aspecto clave de su mandato ha sido la estrategia de seguridad. AMLO llegó al poder prometiendo que terminaría con la violencia que ha asolado a México durante décadas. La creación de la Guardia Nacional fue presentada como la solución definitiva a los problemas de seguridad, una fuerza encargada de pacificar el país. Sin embargo, a casi seis años de su administración, México enfrenta niveles récord de homicidios y violencia. No logró la promesa con los padres de los 43 normalistas entre otras cosas; así mismo concluye su sexenio con cerca de 200 000 asesinatos, el país ha vivido el período más violento de su historia moderna. A pesar de esto, López Obrador insiste en que su estrategia de seguridad “no ha fallado”. Este tipo de negación refleja una desconexión preocupante entre la realidad y la narrativa que el presidente busca construir para su legado. Kundera señala que la obsesión por la inmortalidad puede llevar a distorsionar la verdad, y AMLO parece estar más interesado en ser recordado por su retórica de “abrazos, no balazos” que en aceptar los resultados concretos de su política de seguridad.
Además de la seguridad, la economía ha sido otro punto crítico durante el sexenio. AMLO prometió justicia social y crecimiento económico, pero los resultados no han sido alentadores. El Producto Interno Bruto (PIB) no ha crecido al ritmo esperado, y la gestión de la pandemia de COVID-19 exacerbó los problemas económicos y sociales del país. López Obrador adoptó una postura desafiante ante el virus, negando la gravedad de la pandemia y resistiéndose a imponer restricciones estrictas. Esta estrategia no solo costó miles de vidas, sino que debilitó aún más la economía. A diferencia de Juárez, quien enfrentó crisis nacionales con un enfoque pragmático y estratégico, López Obrador parece más preocupado por cómo será recordado que por los resultados inmediatos de sus acciones. Una vez más, Kundera tiene razón al advertir sobre los peligros de esta obsesión por la inmortalidad.
A lo largo de su mandato, AMLO ha utilizado sus conferencias mañaneras como una plataforma diaria para defender su narrativa y moldear su imagen pública. En estas conferencias, ha atacado constantemente a la prensa crítica y ha descalificado cualquier oposición, posicionándose como el único defensor del pueblo mexicano. Esta estrategia de comunicación ha sido clave en su intento de controlar su legado y garantizar que su versión de los hechos sea la que prevalezca. Sin embargo, como sugiere Kundera, la memoria colectiva es volátil y no siempre podemos controlar cómo seremos recordados. Al final, la historia se encargará de evaluar su sexenio, y no será a través de sus propias palabras, sino de los hechos y sus consecuencias.
Uno de los momentos más reveladores de esta obsesión por la inmortalidad ocurrió el 21 de marzo de 2023, cuando AMLO escribió en redes sociales: “Existe la inmortalidad en política. Un hombre como Juárez, por su pensamiento y su obra, puede ser querido y eterno”. Esta declaración encapsula el deseo profundo de López Obrador de ser recordado como uno de los grandes líderes de México. Pero, como Kundera nos advierte, la inmortalidad es una construcción frágil y engañosa. El deseo de ser eterno puede llevarnos a desatender el presente y a tomar decisiones que, lejos de garantizar un lugar en la historia, nos condenan a ser malinterpretados o, peor aún, olvidados.
A unos días de que termine su mandato, el legado de Andrés Manuel López Obrador está en la balanza. Si bien es innegable que su presidencia ha sido un punto de inflexión en la política mexicana, también es cierto que las contradicciones y fallas de su gobierno podrían pesar más que sus logros. Kundera plantea que la inmortalidad no está en las grandes obras ni en la construcción de monumentos, sino en la forma en que vivimos y experimentamos la vida. AMLO, en su afán por trascender, ha dejado de lado problemas urgentes que requieren soluciones inmediatas. La historia, como bien señala Kundera, no siempre es generosa con quienes buscan controlarla. La inmortalidad que López Obrador tanto anhela podría terminar siendo una distorsión de lo que realmente fue su mandato, dejando en el aire la pregunta: ¿será recordado como el gran transformador que soñó ser, o como un líder atrapado en su propia obsesión por trascender?
Alan Sayago Ramírez.
Delegado de la asociación política Estatal GAMEC, licenciado en Derecho, maestro en política y gestión pública y Doctorante en Derecho.
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