19 de diciembre de 2025.- En medio de la calidez decembrina y las luces festivas, cada año emerge una figura tan temida como fascinante: Krampus, la criatura mitad cabra, mitad demonio que acompaña a San Nicolás en la tradición alpina. Originario de regiones como Austria, Alemania y Hungría, este ser aparece el 5 de diciembre, durante la “Krampusnacht”, para castigar a los niños que se han portado mal. Armado con cadenas, cuernos y una canasta para llevarse a los más traviesos, Krampus encarna el contrapeso oscuro del espíritu navideño.

Aunque su imagen puede parecer extrema a primera vista, no está solo. Culturas de todo el mundo han creado seres similares para equilibrar las narrativas moralizantes de la temporada y advertir sobre las consecuencias de las malas conductas infantiles.

En países como Alemania y Austria, existe también Knecht Ruprecht, un sirviente sombrío de San Nicolás que reparte carbón y castigos menores. En Países Bajos y Bélgica, esa función la cumple Zwarte Piet —un personaje tradicional envuelto hoy en debates por su carga racial—, encargado de vigilar el buen comportamiento de los niños.

Más al norte, en regiones escandinavas, se encuentra Grýla, una temible gigante islandesa que, junto con sus trece hijos conocidos como los Yule Lads, se lleva a los niños que desobedecen. Su historia es tan arraigada que en algún momento fue considerada una herramienta educativa “excesivamente aterradora” para los pequeños en Islandia.

En la antigua Cataluña, la figura del castigo navideño toma una forma curiosamente distinta: el Tió de Nadal, un tronco que “caga” regalos solo si ha sido bien alimentado por los niños; de lo contrario, su falta de obsequios funciona como una reprimenda simbólica. En Italia, la bruja bondadosa La Befana deja regalos o carbón según el comportamiento del menor, manteniendo viva la lógica de recompensa y advertencia.

En tierras mexicanas, aunque no existe un equivalente directo al demonio alpino, algunas tradiciones antiguas conservan figuras disciplinarias similares. Un ejemplo es el “Cucuy” o “Coco”, criatura usada para infundir respeto o prevenir conductas riesgosas en la infancia: “duérmete niño, duérmete ya; que viene el Coco y te comerá”. Si bien no está vinculado a la Navidad, comparte el mismo propósito moralizante que ha marcado leyendas como la de Krampus.

Estas criaturas, pese a sus diferencias culturales, reflejan un hilo común: la necesidad humana de equilibrar las fiestas con relatos que recuerdan la importancia del comportamiento. Krampus, lejos de desaparecer, ha tenido un resurgimiento global gracias al cine, festivales y redes sociales, convirtiéndose en un símbolo moderno del lado oscuro de la Navidad. Su figura es un recordatorio de que incluso en las celebraciones más luminosas existen sombras ancestrales que siguen acechando… y fascinando.

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