La Encuesta de Seguimiento de Efectos del COVID en el Bienestar de Hogares Mexicanos (ENCOVID), a través de la Universidad Iberoamericana, ha demostrado que el poder de adquisición de las familias descendió un 68.5 %, al mismo tiempo, el confinamiento prolongado ha ocasionado pérdida de estilos de vida, alejamiento de familiares y amigos, y ha impuesto una realidad lamentable para todas las personas afectadas.
La depresión en adultos en México, actualmente, se ubica en un 38.1 % de la población nacional, y el 61.49 por ciento no es capaz de reconocer los síntomas por ellos mismos ( ENCOVID, abril 2019 a octubre 2020).
Después de la lectura que inicia, usted podrá meditar acerca de las causas que pueden desencadenar los trastornos del sentimiento que aquí plantearé, que aún luchamos por sortear. La crisis sanitaria causada en el mundo por la pandemia COVID 19 y la depresión y melancolía subsecuentes, ha tenido un severo impacto en la salud mental del mundo y en nuestro país ha sido muy notable. Haremos una semblanza de la depresión y su cortejo de dolor.
La depresión melancólica es una forma grave que llega a causar una sensación profunda de tristeza y desesperanza.
Robert Burton, sacerdote inglés (Leicestershire, Inglaterra 1577-Oxford 1644), fue famoso por su obra “Anatomía de la melancolía”, él mismo fue víctima de este pecado mortal del afecto. En su célebre trabajo describe la naturaleza de la melancolía, sus causas, síntomas, pronósticos y diferentes formas de tratarla. Influenció notablemente en el pensamiento de escritores de su época, como al célebre John Milton, autor de “La Divina Comedia”.
Para Burton, la melancolía era “una especie de debilidad mental con delirio, que se acompaña de temor y tristeza sin causa aparente”. La consideraba un mal de ambos sexos, que en las mujeres causaba trastornos más violentos, afectaba más a los viejos y en otoño presentaba severas recaídas. Pensaba que el mal se debía a una predisposición del carácter para adquirirla en la edad adulta y se debía diferenciar de la tristeza, ya que ésta es pasajera y suele tener alguna causa definida.
Burton, observador inquisitivo, dice en su obra: “…la vida humana es tan cambiante como el mismo cielo; unas veces plácida, serena y al rato sombría y tormentosa, así son los estados anímicos del ser humano; alegría y esperanza, tristeza y temor”.
Burton clasificaba la melancolía en tres tipos: cefálica, hipocondríaca y de todo el cuerpo. Sugería un sistema de tratamiento bueno para todos ellos: vea usted sus conceptos en el siglo XVII.
“Los alimentos deben componerse de carnes blancas, suaves y sin grasa; como perdices, faisanes y truchas. Deben abundar frutas frescas, tubérculos, fibras, semillas y vegetales verdes. Preferirse los ambientes ventilados húmedos y cálidos, practicar ejercicio diario, no violento y dormir ocho horas diarias.
Los medicamentos deben ser simples; hierbas y piedras preciosas como oro y esmeraldas, que podrían sanar la desesperación más insana, otros se subdividen en de uso interno: sólidos y líquidos que son diversos y de uso externo: cataplasmas y fomentos, sangrías, purgantes fuertes, ventosas e incisiones en la piel para que salgan los malos humores”.
El Rey Fernando VI de España murió de melancolía en 1759 y el biógrafo Andrés Piquer describió un cuadro impresionante; repugnancia a las cosas normales de la vida, como comer y dormir. Ingería carne casi cruda, en forma bestial, rechazaba vegetales, su comportamiento era extravagante y caminaba sin cesar, hasta 18 horas diarias, dando vueltas en su habitación, hablando vaguedades desordenadamente, hasta que murió.
En 1896 Emil Kraepelin, psiquiatra alemán (1856-1926), clasificó a la melancolía como una psicosis recuperable que no induce a la demencia, aunque el peligro consiste en la tendencia al suicidio.
El yo melancólico aspira a devorarse a sí mismo porque se encuentra fijado a la fase oral o canibalística de la evolución de la libido. Por eso los psiquiatras del siglo IX incluían al canibalismo como una forma de melancolía, muchas situaciones del comportamiento humano no cambian a través de los siglos; la melancolía sigue haciendo presa al ser humano, hoy igual que ayer.
El reconocimiento de nuestros errores y las transgresiones de conducta que con frecuencia tenemos, se repiten con regular frecuencia hoy, igual que en el pasado. La búsqueda de la respuesta mágica para lograr la felicidad sigue siendo motivación cotidiana nunca alcanzada. Un estado que algunas personas alcanzan es el canibalismo, el querer engullir a los demás y sobre todo al ser amado y hacerlo parte de uno mismo, privándole de su libertad innata de pensamiento y decisión, parece ser condición sine qua non del ser humano, que hace infeliz al uno como al otro.
Las frustraciones que derivan de todo esto son vías directas a la melancolía. ¡No cabe duda. Nada nuevo bajo el sol! El hombre y la mujer seguimos siendo presas de las mismas angustias y pasiones desde hace muchos años. La melancolía, aun en nuestro tiempo, sigue siendo un capítulo denso y complicado de la p’siquiatría.
En el curso de la vida, todos vemos casos de depresión y melancolía, la verdad es que el tratamiento efectivo de esta condición del alma, suele ser poco exitoso, sobre todo en las personas de edad media en adelante, en quienes el bagaje de experiencias negativas en su vida pasada condiciona con frecuencia un estado de anhedonia (incapacidad de sentir placer) y pesimismo.
Lo mejor ante esta perspectiva es ejercer la prevención temprana y desde niños infundir en nuestro espíritu y en nuestros hijos, el pensamiento de que la vida es un reto, como el mar para el buen marinero, que “no se queja del poder del viento, se espera hasta que su fuerza cambie, optimista ajusta las velas y se lanza de frente sin perder el rumbo, decidido a vencer al vendaval”.
Siempre a luchar para salir adelante, pero en comunión de voluntades y si así es, no tardando volveremos a ser… como antes.
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