Estamos acostumbrados a la realidad cotidiana y nada nos asombra, salvo algunos acontecimientos que por completo se salen de lo habitual, en especial desgracias y crímenes de todo tipo. Inundaciones, terremotos, incendios, o bien ataques armados entre grupos o entre individuos que circunstancias especiales orillan a tomar decisiones que se apartan de lo esperable. Tanto actos de heroísmo, como de ruindad, de sacrificio y de abuso. Muchos de esos eventos catastróficos dejarán profunda huella, tanto en los directamente involucrados, como en aquellos que reciben el rebote de los acontecimientos. Siempre han habido desgracias, tanto provocadas por la naturaleza, como por el hombre. Y en muchos casos el hombre juega algún papel, no siempre menor. Podría pensarse que en los terremotos el hombre no tiene participación, pero si bien se mira, el tipo y ubicación de construcciones juega un papel importante en la pérdida de vidas humanas. Recordemos el terremoto en Haití que prácticamente barrió con todo el país, cuando un gran sismo sacudió a Chile y no hubo tanta destrucción. Mala calidad de construcciones, corrupción, mala suerte. Pero al menos la calidad de las técnicas constructivas y los materiales se pueden seleccionar mejor y evitar construir en terrenos de riesgo. Ya ni necesitamos mencionar el caso de las guerras, donde la ambición de líderes extraviados lleva a gran mortandad, a todas luces injustificable. Queda la salvedad de aquellos que se defienden de agresiones armadas e invasiones. Pero ya sabemos que los motivos de cada invasor y agresor se pueden presentar de muchas formas que distorsionan la verdad y aparentan tener razones justificadas para su proceder. Siempre hay algún pretexto. Recordemos la invasión de Alemania a Polonia. Recordemos la anexión de Texas a los Estados Unidos de Norteamérica. Finalmente ningún país ni líder acepta ser agresor gratuito o por ambición. Ya con esto incluimos la responsabilidad humana, en mayor o menor grado en los dos principales tipos de desgracias. Nos queda otro muy señalado: las enfermedades. Atrás parecían haber quedado los tiempos de plagas y pandemias, hasta que aparecieron influenza, gripe aviar y COVID, para mostrarnos que no hemos avanzado lo suficiente como para sentirnos a salvo de estas plagas. Los agentes infectantes tienen sus características de agresividad y resistencia ante nuestros esfuerzos, lo que explica, solo en parte, la alta mortalidad que hemos visto, pero no podemos exculpar al hombre. Mercados atestados, animales en condiciones de hacinamiento e insalubridad, así como medidas políticas desafortunadas incrementan notablemente la desgracia. Pero no puede descartarse la corrupción y la falta de previsión que resulta de desviar los recursos que deberían encaminarse a prevenir estas tragedias. Falta de vacunas, de medicamentos, de equipos e instalaciones para atender a los enfermos y otros factores más que siempre niegan los gobernantes. Lo mismo pasa con las hambrunas. Indudablemente que muchas enfermedades se derivan de dos factores principales: interacción con el medio y estilos de vida. En el primer grupo tenemos accidentes y adversidades naturales, como infecciones y efectos climáticos. En el segundo grupo ubicamos una gran variedad de costumbres y tendencias perniciosas. No son pocas las personas que mueren prematuramente por abuso de sustancias tóxicas, como alcohol, tabaco y otras drogas. Otras sustancias, aparentemente no tóxicas ejercen efectos nocivos por su abuso, como resulta en el caso de azúcares y grasas, que aun cuando son alimentos, su abuso nos lleva a ganar peso excesivo, sufrir diabetes, aterosclerosis y problemas cardíacos. Un amplio sector de la población mundial sufre estos efectos negativos. Debemos tener en cuenta que la obesidad, diabetes, aterosclerosis, hipertensión arterial e infartos son verdaderas enfermedades, muy complejas y que no pueden atribuirse exclusivamente a vicios en la alimentación derivados de gusto o apetencia desmedida ejercida por los afectados. Influyen numerosos factores, responsables de que nos desviemos de los parámetros de salud que podrían hacernos vivir más y mejor. Entre muchos parámetros fisiológicos es factible que en algunas personas, pocas o muchas, haya desequilibrios cuyas causas no alcanzamos comprender del todo. En el otro extremo quedan lo que no alcanzan el peso adecuado y junto con ello se hallan en estado de indefensión ante numerosos microorganismos con los cuales convivimos día a día. Tristemente muchas personas no tienen los recursos económicos ni alimentarios para proveer a sus cuerpos, ni los de sus hijos con los nutrientes necesarios y mueren directa o indirectamente por esta causa, es decir, meren por hambre. Ni llegan alimentos, ni llegan medicamentos ni vacunas, ni medios para protegerse del medio ambiente. Con frecuencia no tienen ni agua limpia que puedan beber sin riesgo de infectarse y morir por diarrea y deshidratación, como pasa con las epidemias de cólera y otros microorganismos menos espectaculares, pero igual de mortales. Por si fuera poco, la industria alimentaria, de la construcción, de la transformación del transporte y hasta del vestido, nos abruman con numerosos contaminantes que no solo nos afectan directamente, sino también afectan a nuestras tierras, agua y aire, así como nuestra comida vegetal y animal. Hasta plástico comemos. Y respiramos todo tipo de inhalables que ejercen diversos efectos tóxicos asociados en mayor o menor medida, con el desarrollo de cáncer. Seguramente que todos los días estamos en contacto con todo tipo de mutágenos, carcinógenos y otros venenos que descubriremos al paso del tiempo. Algunos ya se conocen, pero esta información no llega a todos, o poderosos intereses económicos los mantienen en el mercado. Veamos el caso de los endulzantes. Ya el azúcar convencional (de mesa, o sacarosa ya tenía sus desventajas, pues se agrega a mucho alimentos para mejorar su sabor y potenciar las ventas. Pero resultó que endulzar con fructosa (jarabe de maíz) es más efectivo: mayor dulzor y más barato. Los Estados Unidos de Norteamérica producen gran cantidad de un tipo de maíz, quieren venderlo y de él se obtiene mucha fructosa. No solo los productores agrícolas están interesados ewn venderlo, los industriales están interesados e comprarlo, pues abarata sus costos. La fructosa es un azúcar natural, pero si se consume en grandes cantidades desvía nuestro metabolismo y nos orilla a la obesidad. Además, tiene efectos tóxicos sobre el riñón, y así como se atribuye tanta diabetes en el mundo a la cocacola, se atribuyen problemas de insuficiencia renal al consumo exagerado de fructosa. Y cada día se endulzan más alimentos y bebidas (refrescos), con fructosa. Más barata, más ganancias. Todavía podríamos hablar del pollo y otros ganados, alimentados de manera intensiva a fin de ponerlos en peso lo más pronto posible y sacrificarlos tempranamente. Pero no todo lo que reciben es alimento, también reciben estrógenos, que son factores de crecimiento, que a nivel fisiológico hacen proliferar las glándulas mamarias y el endometrio en las hembras de muchas especies animales. Y cada día el inicio de la menstruación se adelanta en las niñas, y cada vez desarrollan crecimiento mamario más tempranamente. Y los varones cada día producimos menos espermatozoides, a comparación de lo que ocurría hace unas décadas, cuando no se usaban estrógenos para engordar animales destinados a consumo humano. Pero tampoco los vegetales escapan de estas intoxicaciones, pues se tratan con pesticidas, que no solo afectan las plantas, sino a quienes las cultivan y a quienes las consumen. Y los mares contaminados nos entregan peces tóxicos, envenenados con mercurio. Y hasta hace poco muchos plásticos de envases contenían bisfenol A (BPA), el cual se desprendía y era absorbido por quien bebía en esos recipientes. Hoy vemos etiquetas que anuncian “BPA free”, pero esto es relativamente reciente. Millones de biberones, botellas y frascos contuvieron BPA. Y no sabemos cuántos tóxicos más estamos agregando a toda clase de productos, que terminamos ingiriendo aunque no sean alimento y no lo sepamos, como el caso de los microplásticos. Los propios animales de corral, los que convertimos en hamburguesas, son una importante fuente de contaminación, pues la gran cantidad de heces que producen desprenden el contaminante metano, que además se relaciona con aumento de la temperatura ambiental (efecto invernadero). Así vemos como las causas de enfermedad son, de un modo u otro, en mayor o menor grado, propiciadas por nuestro estilo de vida. Podría penarse que todo se debe a ambición o corrupción, pero el problema es más complejo. La tecnología, en su afán de lograr mejores resultados ha ocasionado muchos efectos indeseables. Algunas voces se levantan diciendo que si fuéramos más naturales… ya nos habríamos muerto de hambre. Los métodos tradicionales (naturales) de cultivo y ganadería ya no alcanzan para mantener a nuestra creciente población mundial. Sin tractores, sin riego avanzado, sin semillas mejoradas, sin fertilizantes ni pesticidas nuestra producción alimentaria sería insuficiente. La realidad es que la vida bucólica ha quedado muy atrás y no hay manera de recuperarla. Bueno, si habrá si fuéramos muchos menos, lo cual no aceptamos como deseable. Luchamos por que todo mundo sobreviva, no se enferme y si lo hace queremos curarlo y que tenga una larga vida… Nuestro afán por subsistir nos ha llevado, a lo largo de la historia, a luchar por no enfermar, o enfermar menos, por vivir mejor, con mejores construcciones, mejores transportes, mejores y más abundantes alimentos, y todo ello nos ha llevado a la crisis en que nos encontramos. Necesitamos más alimentos y más instalaciones para vivir más y mejor, al tiempo que los recursos, necesariamente van escaseando y los sometemos a mayor demanda. Es una especie de círculo, no quiero decir vicioso, pero tal parece que lo es. Nuestro éxito reproductivo nos demanda ser más productivos y esta carrera por la vida se presentan fallos crecientes. Mayor reproducción mayor producción obligada, y al mismo tiempo contaminación y efectos negativos de varios tipos. ¿Cómo parar? ¿Cómo enmendar? ¿Reproducción o producción?