Para escribir, solo tienes algo que decir, y decirlo

Oscar Wilde

Miles de personas han escrito un libro y no han sido célebres en el mundo de las letras, solo algunos iluminados lo han logrado.  Muchos hemos emprendido esta singular aventura motivados por impulsos internos que, con frecuencia, no acabamos de comprender pero hemos  disfrutado el placer de escribir  aderezado por una copa de vino o una taza de café,  en la intimidad de nuestro refugio preferido.

La soledad nos enfrenta con nuestro Alter ego, situación anímica perfecta para escribir un diario personal, un texto que va creciendo con el tiempo, capturando celosamente vivencias cotidianas y a través de los años llegan a revestir una importancia sustancial en nuestra vida.

En junio de 1947, apareció la primera edición de un librito de modesta edición, portadas de cartón, y en la principal tenía el dibujo de una casita con trazo infantil, se llamaba “Las habitaciones de atrás”.  El libro atrajo la atención de algunos adolescentes de la época, inclinados por la lectura.

En sus páginas revelaba las inquietudes de su autora, una niña de trece años oculta con su familia en un “anexo” en la parte trasera de la casa, durante la ocupación de Holanda por las hordas nazis. Escribía diariamente sus esperanzas y temores con prosa sencilla, a veces con líneas tachadas, haciendo análisis de la situación de guerra que vivía con  su familia, un total de ocho personas, hacinadas en pequeñas habitaciones asfixiantes y sus actividades eran las mismas rutinas, día tras día, “nada extraordinario”.

El desenlace de esta historia es ahora conocida por todo el mundo, la narrativa de la niña sigue siendo un deleite conmovedor. Este libro, en siguientes  ediciones se ha llamado “Diario de Ana Frank”, y ha inspirado a mucha gente en el mundo, a través de más de sesenta años para escribir un diario y después un libro, básicamente fundamentándose en las vivencias relatadas en el momento que suceden, para disfrutar de su lectura muchos años después.

Los eventos cotidianos de la vida de muchos grandes autores fueron inspiración para escribir sus grandes obras literarias, pero todos tenemos “eventos cotidianos”, que con el paso del tiempo podremos relatar con el valor que la nostalgia da a los momentos perdidos en el tiempo.

Gabriel García Márquez escribió “El amor en tiempos de cólera”  motivado por el cortejo que su padre hizo a su madre, para conquistarla. A Juan Rulfo, “Llano en llamas” y “Pedro Páramo” lo inspiraron los recorridos por pueblos pobres de mediados del siglo pasado, acompañando a su tío Celerino, gran platicador, imaginativo cuentista y borracho por placer. Carlos Fuentes escribió “Aura” después de contemplar en la obscuridad a una chica de frágil figura y bellos ojos verdes,  iluminada por la claridad de un tragaluz.

Al hojear las viejas páginas de su diario íntimo, cualquier persona vive una  aventura alucinante, porque se encontrará con momentos del pasado descritos con la nitidez y el juicio que imprime el momento en que se viven.

Muchos sucesos de un diario personal fueron cotidianos e intrascendentes, sin embargo con el paso del tiempo, al leer aquellas líneas salidas del puño y dictadas por la emoción de aquel lejano instante, hoy pueden ser reveladoras de que las decisiones tomadas en aquella fracción de tiempo fueron cruciales e influyeron en la definición de su vida.

Todos podemos escribir un libro, cada vida puede ser una gran historia o quizá a nadie le interese, pero intentémoslo, teniendo presente al sabio Don Quijote: “Deja que critiquen Sancho, a nosotros nos queda la gloria de haberlo intentado”.

hsilva_mendoza@hotmail.com

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