Los sismos de los días 7, 19 y 23 de septiembre de 2017, de magnitud 8.2, 7.1 y 6.1, grados Richter (energía liberada) y quizá 9 (de 12) grados Mercalli (severidad de daños) dejaron destrucción, muerte y secuela de hondo temor. La gravedad y peligro de un sismo se inicia a parir de los 6.1 grados Ritcher, de ahí en adelante el peligro remonta hacia la letalidad.
México ha sufrido 16,540 sismos de magnitud 3.5 grados Richter o mayor, entre 2006 y 2012, según el Servicio Sismológico Nacional, esto significa cuatro sismos de esa magnitud por día. Nuestro país ha soportado ocho sacudidas devastadoras, con magnitud entre 6.4 en Xalapa el 3 de enero de 1920 y 7.1 en la ciudad de México el 19 de septiembre de 2017.
Los sismos de septiembre de 2017 han tenido 5,651 réplicas detectadas por el Instituto de Geofísica de la UNAM. La investigadora islandesa, de esta universidad, Vala Hjorleifsdottir señala 5% de posibilidades de que repita sismo similar al de 19 de septiembre del año antes mencionado, dentro de 32 años y da explicación matemática comprensible. México es zona telúrica, los sismos se repetirán y hoy son más frecuentes, debemos estar preparados para un futuro tembloroso.
Existen diferencias entre los trazos registrados por los sismos y los de las explosiones nucleares causadas por el ser humano. Centros sismológicos importantes en Estados Unidos, Europa, Corea del Sur y Chile han registrado trazos sugestivos de explosiones nucleares previas a los últimos terremotos.
Científicos de esos centros han sugerido que potentes explosiones están causando los sismos, porque las placas tectónicas, asentadas en lecho viscoso de magma basáltico, al recibir las vibraciones nucleares enviadas a la profundidad de la tierra aumentan y fortalecen su desplazamiento natural que es de solo unos centímetros anuales, esto genera los sismos.
Yonhap, agencia noticiosa de Corea del Sur, denunció que la explosión nuclear del 3 de septiembre 2017, equivalente a 100 kilotones de dinamita causó un terremoto de 6.3 en Jilin, cerca de Punggye Ri, lugar de los experimentos donde nunca se había registrado un sismo de más de 3 grados y el sismológico de EEUU detectó otro similar en Vladivostok Rusia.
México ocupa el octavo sitio, dentro de los países con mayor número de sismos anuales y la explicación conocida es que nuestro país se encuentra asentado en cinco placas tectónicas, que son gruesas placas de roca sólida formadoras de la litosfera, ubicadas sobe la astenosfera capa de roca viscosa dúctil que se mueve suavemente, sin percibirse habitualmente esos movimientos, sirve como regulador de la temperatura terrestre su exceso agobia de calor, su debilidad permitirá frio glacial.
El subsuelo mexicano también presenta innumerables fallas que son fracturas de la corteza de la tierra, formándose dos bloques, cuando uno de ellos se desliza sus bordes de unión quedan disparejos. Las líneas de las fallas recorren miles de kilómetros en la superficie terrestre, en nuestro país hay multitud de fallas, prácticamente en toda la extension geográfica, sus movimientos pueden generar sismos, de leves hasta tsunamis.
El último sismo en México, del 19 de septiembre 2022, ha tenido mas de 20 mil réplicas y solo alrededor de 200 han sido perceptibles por el ser humano (información obtenida de diversos medios de comunicación, en curso del tiempo transcurrido postsismo mencionado).
Alguna organización mundial debe promover una investigación a fondo de este perjuicio letal de los experimentos nucleares, pues a las características geográficas proclives a generar sismos, se agrega esta posible iatrogenia nuclear generada por los seres humanos.
La humanidad debe tomar conciencia y protestar ante esta grave inconsciencia, es más, ya ha habido diversas manifestaciones en contra de tanto experimento de esa índole, pero como en muchos otros casos, primero esta la ciencia al servicio de la conquista hegemónica del mundo, la ambición desviada de la geopolítica no tiene freno.
El hombre es el lobo del hombre en todos lares y niveles, en busca del poder intenta destruirse con infinita impiedad.