Por Pedro Chavarría Xicoténcatl

Este tema se puede enfocar desde muchos puntos de vista, y así se ha hecho a lo largo de la historia de la humanidad. Hoy quiero abordar este tópico desde una perspectiva biológica, lo que nos debe permitir tratar aspectos básicos, que indudablemente repercuten de manera determinante en todos los demás, cualquiera que sea su naturaleza.

La vida es un ciclo, formado por varios sub-ciclos que se miran a sí mismos, por lo que el único fin a la vista es el de auto-mantenerse, para eso se mira a sí misma, para ajustarse y corregirse segundo a segundo, de tal modo que el ciclo de ciclos no se interrumpa. Esto no quiere decir que en realidad no haya otro fin, sino que no lo detectamos de cierto. Múltiples posturas filosóficas y religiosas plantean sus puntos de vista, pero no hay respuestas demostradas o seguras, excepto que la vida se mantiene a sí misma por un tiempo variable.

Sería mejor hablar de los seres vivos para evitarnos todas las complicaciones que implica hablar de un ente abstracto, que en realidad hemos construido a partir de las características que muestran los seres físicos en los que reconocemos un conjunto de propiedades físico-químicas. Así ha surgido una definición operacional de los seres vivos, que serán aquellos que cumplan ciertas características observables y medibles de modo claro y distinto. Esto no resuelve el problema, pero nos hace más fácil el abordaje y la discusión sobre propiedades de seres físicos y no de entidades inmateriales.

Planteo aquí cómo la vida es el gran invento del universo, hasta donde yo puedo ver, sin perjuicio de que haya cosas mayores que probablemente ni podamos conocer ni entender. La vida se desarrolla dentro de los confines del universo, particularmente sobre estructuras planetarias o satélites de estas. Aquí nos topamos con un escollo muy grande: solo conocemos seres vivos en y de este planeta, por lo que al hablar de los seres vivos, y de la vida, tendríamos que agregar: “los seres vivos y la vida como los conocemos” Esto implica que puede haber formas vivas de las que no conocemos sus propiedades, las cuales pueden ser radicalmente diferentes, hasta el punto de resultar irreconocibles.

Por el momento nos planteamos seres vivos extra-terrestres que comparten las propiedades que ya conocemos, como que requieren membranas delimitantes y utilizan el agua como solvente universal en donde se lleva cabo un complejo conjunto de reacciones químicas que tienden a mantenerse y a generar nuevos individuos con características muy similares a los del organismo que monta estas respuestas. Todos los seres vivos que conocemos requieren energía que impulse reacciones que necesitan esta cosa misteriosa, al parecer el componente básico del universo –la energía-.

Conocemos básicamente dos tipos de seres vivos: los que toman la energía directamente de la luz solar que llega a nuestro planeta, donde se agrupan los vegetales. Por otra parte, los animales, que se aprovechan de los enlaces químicos que formaron los anteriores a partir de la energía lumínica, los rompen, liberan energía y con ella funcionan. Hay otras formas, pero lo predominante es lo expuesto. Parece que no hay otro medio que permita mantener ciclos de reacciones químicas. Es necesario invertir energía, que se obtiene del medio, sea luz solar los productos de otros seres vivos. Tal parece que toda forma posible de vida consiste en utilizar energía para impulsar reacciones químicas que construyan y mantengan estructuras membranáceas que delimitan espacios donde se llevan a cabo esas reacciones químicas.

Ya nos va quedando más claro: las reacciones químicas forman estructuras donde se pueden llevar a cabo esas reacciones químicas. Así que la función –química- crea y mantiene el escenario –estructura- donde se realizan esas funciones. Es una estrategia circular: la función mantiene la estructura y esta mantiene la función. Desde el punto de vista biológico no hay más. Otros puntos de vista dicen algo diferente, sobre todo si nos enfocamos en que los seres vivos de este planeta forman cadenas y grupos interdependientes, con lo que las funciones y las estructuras se vuelven cada vez más complejas, hasta llegar a los cerebros de alto nivel.

Desde los seres vivos más simples –bacterias-, hasta los más avanzados –seres humanos-, la complejidad es creciente. Nos gusta creer que estamos en el punto más alto, pero bien podrían haber otras especies más sofisticadas. El caso es que la complejidad de los seres multicelulares requiere una increíble coordinación, pues diferentes grupos de células requieren del apoyo y participación precisa de otros grupos celulares. El punto clave es el control intra e intercelular. Cualquier falla en un grupo de células –tejidos u órganos- repercute en el bienestar de todas las demás que forman al individuo.

Para mantener el control intercelular se requiere enviar mensajes, captarlos y responder a ellos en la forma más adecuada. Aunque podría haber más, algunos hasta insospechados, contamos básicamente con dos sistemas de inter-comunicación: señales químicas y eléctricas. Un grupo de células lanza un mensaje en forma automática cuando se produce un cambio determinado. El mensajero, sea una molécula química o una micro-corriente eléctrica, llega a un destino específico, según su estructura y/o sus conexiones nerviosas, hace contacto con un sitio receptor que forma parte de una célula y esta, a su vez, pone en marcha reacciones químicas definidas, que generan productos –sustancias o cambios eléctricos- y se produce una respuesta que se puede propagar de muchas maneras hasta alcanzar otros grupos celulares cercanos y distantes.

El entramado anterior recuerda una central telefónica antigua con emisores, receptores y conmutadores que conjuntan señales provenientes de diferentes orígenes, con lo que se crea una compleja interacción, de la cual resulta otra respuesta que llega a otros destinos, y así sucesivamente, en un ir y venir incesante que trata de hacer frente a cualquier cambio, pues no hay nada más impactante para los seres vivos, que los cambios no controlados. A cada cambio le corresponde otro que trata de minimizar al anterior para mantener un equilibrio asimétrico, que es justamente la vida y, por extensión, la salud. Millones y millones de sensores detectan todo tipo de cambios y terminan generando contracambios estabilizadores. Lo importante es que no haya cambios, a menos que la propia célula los genere para su conveniencia.

Los cambios en el medio ambiente, continuos y con frecuencia hostiles para la vida, son incontrolables. Para tener algún control importante se requiere reducir enormemente el espacio sobre el cual se pretende el control, tanto como el tamaño de una célula y hasta el de un organismo, sea una pulga o una ballena. En el caso de los seres multicelulares el control se ejerce desde el interior de una célula, hasta el conjunto intercomunicado de todas las células que constituyen el organismo entero. En realidad los cambios en el medio externo no impactan directamente: cualquier cambio del medio ambiente produce un efecto intracelular y este es el que se detecta y se tiene que contra-restar. Veamos un ejemplo. Un caso de deshidratación. Lo que se detecta es la baja de volumen, tanto intracelular, como circulante en la sangre. No importa si esto se ha producido por calor excesivo que condicione sudoración profusa, o falta de ingesta, o vómito, o diarrea, o hemorragia. Para el caso es lo mismo: se detecta baja de volumen líquido circulante y eso es lo único que se puede atender. Si se logra restaurar el estado inicial, el cambio del medio externo ya no importa, en tanto que no se puede controlar, sea alta temperatura, escasez de líquido, estimulación de la mucosa digestiva o pérdidas hemorrágicas. Si el cambio adaptativo es exitoso, la vida sigue. Si no hay éxito, la disfunción se instala, aumenta y eventualmente el organismo muere, es decir, llega a interrumpir ciclos químicos cruciales.

Ya decíamos que la vida es una serie de ciclos químicos que se miran a sí mismos. Los cambios externos no son parte del dominio de la vida. La vigilancia sobre los cambios internos y su corrección son la parte medular de la vida. Mantener un equilibrio asimétrico es lo que caracteriza a la vida. El equilibrio simétrico –concentraciones moleculares similares en el interior y en el exterior de la célula- equivale a la muerte. La vida se opone al medio ambiente, a la igualdad que elimina diferencias. La vida se basa en mantener asimetrías a costa de gasto energético continuo: acumular algunos compuestos y eliminar otros.

Para intercomunicar a las células de un organismo se requieren sistemas complejos, tanto como un cerebro humano y el sistema nervioso periférico asociado. Pero este sistema es tan complejo que se le considera la estructura más sofisticada que conocemos en el universo entero. No solo coordina los cambios automáticos necesarios para contrarrestar las variaciones externas, sino que va mucho más allá. Favorece la supervivencia de los individuos capacitándolos para enfrentar situaciones nuevas, adversas y favorables, para contrarrestarlas o aprovecharlas y sobrevivir. En el caso de los humanos el cerebro es capaz de generar pensamientos, e inclusive pensar sobre lo que significa pensar, cuestionarse el por qué de todo lo que sucede a su alrededor y en el más lejano rincón del universo. Esta magnífica capacidad lo ha llevado a profundizar en cada detalle que tiene a su alcance, de modo que trasciende la realidad cercana y lejana.

Los pensamientos más profundos generados por su cerebro, que inicialmente permiten coordinar actividades encaminadas a la supervivencia, le hacen cuestionarse acerca del sentido del universo, la razón de ser, el origen y el destino del hombre y del universo mismo, del significado de la muerte y de la existencia d un Ser Supremo. Misteriosos son los caminos del universo: surge, no sabemos de dónde, evoluciona de un modo que vamos comprendiendo poco a poco, derrocha energía, crea sustratos para alojar a los seres vivos, y dota a estos con capacidades a la vez grandiosas y limitadas, que le permiten voltear a verse en el marco pasmoso del universo y en esa vista tratar de comprender su origen y su destino. A riesgo de ser señalado como reduccionista, podemos pensar que la energía, cualquier cosa que esto sea, dio lugar a estructuras y organizaciones que estudia la física, esto creó a la química, que a su vez originó la biología y finalmente (¿?) el estado de consciencia, de donde surge un nuevo horizonte: el universo que se estudia y trata de entenderse a sí mismo.

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